Por Yuri Valecillo
He votado y no lo hago disciplinadamente y tampoco por tener
un espacio laboral, lo hago por creer que es un método menos primitivo de
dirimir diferencias, establecer acuerdos políticos, darles participación a las
comunidades y a las personas en las cuestiones de interés público.
Pero votar y no elegir dentro de lo que llamamos izquierda es
un drama verdadero. La imposición a que fuimos sometidos como militantes,
amigos, simpatizantes de una propuesta política es no sólo difícil de digerir,
también es difícil de defender… ¿cómo defender cuando no fuimos tomados en
cuenta en ninguna instancia para tomar decir tal o cual persona será el
alcalde, alcaldesa?
¿Cómo podemos hablar de participación popular o de candidatos
del pueblo si el pueblo nunca fue consultado a la hora de elegir a sus
“representantes”? Y es que yo soy uno de los que se comió el cuento, que espero
no sea de lo “participativo y protagónico”. La izquierda y las izquierdas son
un comportamiento de avanzada frente a una sociedad que tiene ingredientes de
atraso político, social, humano, administrativo: la participación popular en la
toma de decisiones y el avance social y político.
La derecha es lo retrógrada, asume la condición de sumisión
ante el poder, la defensa de la intolerancia, la creencia en castas
privilegiadas.
La militancia de izquierda debería ser otra cosa, debería
saber actuar con sapiencia y convicción antes que en la imposición. Casos
sobran. Para mí sería imposible votar por Pedro Carreño. Y no es porque estudió
−según su biografía− “Post-grado en Marketing Político (Universidad
Internacional de Florida, Miami). (Lo tomo de http://pedrocarreno.psuv.org.ve/biografia/#.UhYT89LUeZI
Esto para evitar suspicacias, y es que
las personas tienen derecho a estudiar donde crean conveniente hacerlo, según
su convicción y creencias). Lo terrible es que su discurso crónico, cotidiano,
permanente lo coloca en otra acera y no en la de enfrente, no en una acera
paralela que no tiene que ver nada con lo que defiendo y creo, y es que sus
palabras en la asamblea nacional fueron el argumento para fusilar, entre otros,
al Poeta García Lorca.
Quien no lo tome en cuenta sería no tan sensato. Y es que
considerar que se pueden tomar acciones tan importantes sin consultar a las
bases es simplemente poco gentil, por decir lo menos la cooptación o el dedazo
o el dedo flamígero de la dirección que señala quién puede y quién no puede ser
candidato. ¡Esto se parece tanto a lo conocido como “roscas” en el pasado! Sí, roscas
donde un grupo de personas se intercambiaban los lugares de manera permanente
para conservar privilegios o detentar el poder.
Contra las roscas siempre luchamos y la batalla continua. La
incorporación o la participación de los hombres y mujeres de izquierda va más
allá del simple hecho de emitir un voto. ¡Eso suena tan IV republicano! Aquello
de vota y decide. Nada más lejos: votar no es decidir, ya decidieron otros. El
voto, en todo caso, validará la decisión de las roscas partidarias, sean de la
tendencia que quieran.
Pero en la derecha eso siempre fue así y se comprende por su
propio sentido de existencia, pero tiene otra razón de ser la existencia de la
izquierda o de las izquierdas, ese espectro muy grande que no sólo vota, y que
entre otras cosas lucha por la defensa del medio ambiente, el derecho al disfrute, por la reducción de
la jornada laboral, los pueblos y
naciones originarias, los derechos de la
mujer, las luchas de género, la defensa
y respeto de la minorías sexuales, la laicidad, la libertad religiosa, la
televisión pública, el control obrero entre otras batallas que se siguen
librando.
El voto pasa y aunque importante, todavía es tiempo de hacer
de la participación popular y no del marketing político la palanca, la
catapulta de nuestras propuestas. No me enloquece votar, ni me como el cuento
que es la única forma de decidir. La lucha de los pueblos va más allá, y lo que
hasta ahora es cierto es que la izquierda históricamente procura el diálogo, la
participación, el convencimiento y la necesidad de discusión y análisis para
decidir.
No he decidido si votar o no hacerlo, y es que esto de que se
imponga, de que se elija por nosotros, de que se quiera aplicar aquello de la COLLOCRACIA,
es grave; no puede ser que una voz o cien voces que exijan congruencia sean
vistas como sospechosas, como culpables de lo que se ve venir. Los métodos para
elegir y tener candidatos no se parecen en nada a lo que hemos venido
defendiendo desde hace años.
Asumir la vida es siempre un acto de riesgo, cada paso es
difícil; pero desde que los seres humanos comenzamos a estar de pie, entendimos
que siempre existirán caminos que tomar y veredas que recorrer a veces solos y
a veces con multitudes.
No me importa que sea artista o deportista el candidato, lo
que me preocupa y no me agrada es la imposición de candidatos. Fuera de toda
norma democrática.
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