miércoles, 28 de agosto de 2013

¿Por cuál corrupción se grita, y por cuál se hace silencio?


Por Yuri Valecillo

Desde el Código Hammurabi  conocemos algunas normas contra la corrupción, también el viejo y nuevo testamento, y si continuamos, veremos decretos, leyes, proclamas...

Y la corrupción sigue allí cuando la lógica personal invade las necesidades del colectivo, cuando el yo puede más que el ustedes… ¡y claro! a veces el ustedes, la competencia por decir tengo más o deseo lo que tú te ganaste. Buscar ejemplos en Europa seria simplemente dramático; la propia revolución industrial financiada por el oro y la plata de sus colonias de África, Asia y América.

Lo cierto es que algunas cosas son necesarias y el seguimiento de las leyes, las declaraciones juradas de patrimonio, leyes de transparencia y la lucha contra la opacidad gubernamental, perseguir a los que se enriquecen a partir de los recursos públicos es necesario y confrontarlos y conocer sus bienes de manera absoluta al entrar y salir de cargos en la administración de los bienes que manejó.

Pero si nos quedamos en ese pedazo de la realidad nacional, la cosa se puso grave y es que va más allá la corrupción, va desde kilos de arroz que son de 900 gramos y contrabando de gasolina o la prisión a algún compañero sin fórmula de juicio sin olvidar reparaciones a algún Teatro de la Ópera o la ofensa a gritos a la diversidad sexual en pleno siglo XXI.

Habilitante o no, no imagino que la nación pueda asumir que la suerte de un combate se decide con una “ley suprema”. En gran parte hace falta poner los resortes civiles, judiciales y los instrumentos con los que cuenta la nación para combatir el flagelo. La corrupción va atada a la realidad que vivimos, los dólares que llueven como regadera, el acoso laboral, las falsas expectativas, la demagogia y la defensa de hechos, actos y obras, a sabiendas que son un desastre.

La lucha contra el olvido, el no tener un solo PEZ GORDO del caso PDVAL y el caso extraño de Lácteos Los Andes donde los trabajadores denuncian casos verdaderamente espantosos de corrupción e ineficacia gerencial o administrativa, y donde a diferencia del caso ACEITES DIANA, al Misterio -perdón, Ministro Osorio- no se le ve ni el polvo y él o la que declare puede ser sancionado o sancionada. Veamos http://www.aporrea.org/endogeno/n235033.html

Los combates son más allá que la exigencia o la declaración de que la derecha roba y la izquierda es impoluta, químicamente pura, maravillosa. La confrontación política va más allá de eso no es lo que se administra también es cómo se administra y para qué. La lucha por la comuna que más de una vez es detenida por sectores con los que se pueden compartir ideas pero no prácticas, el miedo a perder el cargo o la plaza laboral. La ofensa pública, privada o secreta a trabajadores y trabajadoras por desencuentros con el patrón.

Para los combates se requieren ejemplos y demostrar que el cumplimiento de las normas es necesario y además posible. No imagino estos combates de otra manera u otra forma. El actuar como un ser de izquierda, no es sólo el seguimiento de las leyes; siempre va un poco más allá en lo fraterno, en lo solidario, lo sincero, lo transparente.

De las cosas perversas de las revoluciones están las prácticas stalinistas del temor al jefe y el miedo al comentario público. Lo que viene es duro y la lucha que viene se trata en primer caso de darle respeto al ser humano por el hecho de serlo, por su ética y su humildad, y no por el cargo detentado.

Bien, no lo sigo en una lucha que aún no le veo comienzo, Presidente Maduro. Y cuando comience, le acompañaremos  pero para dar una apertura ¿por qué no acabamos con un caso de corrupción jurídica, informativa, legal EL CASO JULIAN CONRADO. Debería dar apertura a una lucha y sería  maravilloso que comenzara por sus propias fallas? No es un juicio, es un gesto lo que se pide. ¿O será que la lucha de que se habla tiene sus tonos y colores…?


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