Por Alan Woods
La revolución
venezolana ha inspirado a los trabajadores, campesinos y jóvenes de toda
América Latina y a escala mundial. Durante la pasada década las masas
revolucionarias han conseguido milagros, pero la revolución venezolana no está
completada. No se puede completar hasta que expropie a la oligarquía y
nacionalice la tierra, los bancos y las industrias clave que siguen en manos
privadas. Después de casi una década esta tarea no se ha cumplido y representa
una amenaza para el futuro de la revolución.
La oligarquía
venezolana se opone implacablemente a la revolución. Detrás de ella está el
poderoso imperialismo norteamericano, tarde o temprano la revolución se
enfrentará a la alternativa: o... o. E igual que la revolución cubana fue capaz
de llevar a cabo la expropiación del latifundismo y el capitalismo, la
revolución venezolana se encontrará ante la decisión necesaria de seguir el
mismo camino. Esa es realmente la única salida.
La revolución
bolivariana ahora está en la encrucijada. Ha alcanzado el punto crítico donde
se tendrán que tomar decisiones que tendrán una influencia determinante en el
destino de la revolución. El papel de la dirección es decisivo en este momento.
Pero aquí encontramos la mayor de sus debilidades. Se puede decir sin temor a
caer en la contradicción que si existiera un genuino partido marxista en
Venezuela con raíces en la clase obrera, entonces la revolución socialista se
habría completado ya hace mucho tiempo. Pero este partido no existe, mejor
dicho, sólo existe su embrión. Ese es el quid de la cuestión.
La cuestión de la
dirección
Después de todos los
discursos sobre socialismo, todavía no se han realizado las tareas
fundamentales de la revolución socialista. Hugo Chávez ha demostrado ser un
luchador antiimperialista valiente y un consistente demócrata. Pero el coraje
no es suficiente para ganar una guerra. También es necesario tener una
estrategia y táctica correctas. Y lo que es verdad para la guerra entre las
naciones también lo es para la guerra entre las clases.
Los reformistas y
estalinistas intentan argumentar que las “condiciones no están maduras” para la
revolución socialista en Venezuela. Todo lo contrario, las condiciones para el
triunfo de la revolución socialista en Venezuela hoy son infinitamente más
favorables que lo eran en Rusia en 1917. No debemos olvidar que la Rusia
zarista era un país extremadamente atrasado y semifeudal, con una clase obrera
muy pequeña, menos de diez millones de una población total de 150 millones de
personas. Tampoco debemos olvidar que en febrero de 1917 el Partido Bolchevique
tenía sólo 8.000 militantes en toda Rusia. Si se comparan con los cinco
millones de militantes del PSUV la diferencia inmediatamente salta a la vista.
La correlación de
fuerzas de clase en Venezuela es mil veces mejor a la que tenían los
bolcheviques en 1917. Pero aquí no se agota la cuestión. En la historia de la
guerra ¿cuántas veces ha sido derrotado un gran ejército por una fuerza mucho
más pequeña de profesionales entrenados dirigidos por buenos oficiales? ¡Muchas
veces! En las revoluciones como en las guerras la calidad de la dirección es en
última instancia decisiva.
Bajo la dirección de
Lenin y Trotsky, el Partido Bolchevique consiguió en un especio de tiempo muy
corto ganar a la mayoría decisiva de los trabajadores y soldados, dirigiéndoles
hacia la toma del poder. Lo consiguieron basándose en ideas marxistas claras y
métodos que combinaban la firmeza ideológica en todas las cuestiones
fundamentales con la flexibilidad táctica necesaria para ganar a las masas al
lado de la revolución.
La existencia de ese
partido y dirección en Venezuela sin duda habría facilitado mucho la tarea de
la revolución socialista. Pero este partido no existe y las masas no pueden
esperar hasta que lo hayamos creado. Los sectarios y los formalistas son
incapaces de comprender a las masas, cómo desarrollan la conciencia y se mueven
para cambiar la sociedad. Para estas personas la cuestión es muy simple:
proclamar el partido revolucionario. No hay diferencia si es un partido de dos
o de dos millones. Pero las masas no entienden a los pequeños grupos
revolucionarios y pasan sobre ellos sin ni siquiera percibirlos.
La revolución no puede
ser dirigida por pequeños grupos de revolucionarios como un director que dirige
una orquesta. Tiene una vida y lógica propias que no se corresponden con los
esquemas formalistas de los sectarios. La naturaleza aborrece el vacío. En
ausencia de una dirección proletaria revolucionaria firme armada con las ideas
científicas del marxismo, la dirección ha sido ocupada por el Movimiento
Bolivariano.
Este incluye en sus
filas a millones de trabajadores, campesinos y jóvenes revolucionarios que
luchan con todas sus energía por un cambio fundamental en la sociedad, por el
socialismo. Identifican sus aspiraciones con la persona de Hugo Chávez, el
fundador y líder indiscutible del Movimiento Bolivariano. ¡Naturalmente! Las
masas siempre son leales a las organizaciones y dirigentes que las despiertan a
la vida política, que dan una expresión organizada a sus aspiraciones y las
expresan en palabras.
Fortalezas y
debilidades del bolivarianismo.
Estas son conquistas
indudables del movimiento bolivariano. Su lado fuerte es que está enraizada en
las masas, en los millones de trabajadores, campesinos y pobres venezolanos que
antes no tenían voz y ahora la tienen. Al poner en pie a estos millones y
darles voz y esperanza, el Movimiento Bolivariano jugó un papel muy
progresista. Pero junto a sus puntos fuertes también hay muchos débiles.
La debilidad más
importante del bolivarianismo es que carece de un programa, política y
estrategia clara para realizar las aspiraciones de las masas. Este hecho es
comprensible dada la forma en que surgió el movimiento. No fue el producto de
un programa elaborado sino de las aspiraciones poderosas, aunque imprecisas, de
justicia nacional y social. Al principio esta circunstancia no fue un problema,
correspondía totalmente con la psicología de las masas, que sólo estaban
comenzando a despertar a la vida política. Una vez las masas fueron conscientes
de que era una posibilidad de luchar por el cambio, lo abrazaron con
entusiasmo. Eso creó un impulso irresistible que ha continuado durante una
década, sacudiendo los cimientos de la sociedad y la política en Venezuela y
más lejos.
Sin embargo,
dialécticamente, lo que al principio fue una fuente de fortaleza en determinado
momento se transforma en su contrario. En ausencia de un programa científico y
claro, de una ideología inequívoca, el movimiento cae bajo la presión de
fuerzas de clase contradictorias, que se reflejan en sus filas y especialmente
en su dirección. Estas contradicciones, que en el fondo reflejan
contradicciones de clase, se reflejaron en la evolución política del propio
Chávez.
El papel de Chávez
Ningún observador
imparcial puede negar que durante la pasada década Hugo Chávez haya
evolucionado de una manera sorprendente. Partiendo del programa de la
democracia revolucionaria, ha entrado en conflicto repetidamente con los
terratenientes, banqueros y capitalistas venezolanos, con la jerarquía de la
Iglesia y con el imperialismo norteamericano. En todos estos enfrentamientos se
ha basado en las masas de trabajadores, campesinos y pobres, que representan la
verdadera fuerza motriz de la revolución bolivariana, su única base real de
apoyo.
Finalmente, se ha
posicionado a favor del socialismo, que es un acontecimiento muy importante.
Aunque la naturaleza de este socialismo es tan imprecisa como el resto de la
ideología bolivariana, los trabajadores la están llenando con su propio
contenido de clase. Han procedido a ocupar las fábricas e instaurado el poder
obrero. Los campesinos luchan por ocupar las grandes haciendas y realizar la
revolución agraria desde abajo.
La fuerza fundamental
de Hugo Chávez no es la claridad de sus ideas sino el hecho de que ha expresado
las aspiraciones profundas de las masas. Cualquiera que haya estado presente en
un mitin de masas en Caracas ha presenciado la química electrizante que existe
entre el presidente y las masas. Se nutren mutuamente. Las masas ven reflejadas
sus aspiraciones en los discursos del presidente, el presidente va más a la
izquierda debido a la reacción de las bases y, a su vez, da un impulso fuerte a
estas aspiraciones.
La burguesía ha
comprendido esta “química revolucionaria” y lucha por romper el vínculo que
existe entre Chávez y las masas. Planearon asesinar al presidente, calculaban
que su desaparición fragmentaría y desintegraría el Movimiento Bolivariano. Han
organizado una conspiración en las capas superiores del Movimiento Bolivariano
para sustituirle por un candidato que sea más “moderado”, es decir, más
maleable a las presiones de la burguesía. El objetivo principal de la derrota
del referéndum constitucional no era en absoluto “impedir una dictadura”
(ninguna de las medidas incluidas en la reforma se podía interpretar en ese
sentido), sino evitar que Chávez se pudiera presentar de nuevo a la
presidencia. Si triunfaran abriría el camino para el éxito de la conspiración
que es conocida “chavismo sin Chávez”.
Es bien conocido que
la burocracia contrarrevolucionaria ha tomado medidas para aislar a Chávez de
las masas mediante la creación de un férreo círculo alrededor del Palacio de
Miraflores. La amenaza de asesinato es real y justifica una estrecha seguridad.
Pero este hecho también puede ser utilizado por los funcionarios como un
pretexto para filtrar y censurar, garantizar que sólo ciertas personas tienen
acceso al despacho del presidente mientras que otros son excluidos por motivos
políticos. Con estos métodos reducen la presión de las masas y del ala de
izquierdas, mientras que aumenta la presión de la burguesía y de los
reformistas.
Por qué se perdió el
referéndum
Una y otra vez las
masas, mostrando un instinto revolucionario infalible, han derrotado a las
fuerzas de la contrarrevolución. Este hecho engendró la ilusión peligrosa en la
dirección y en las propias masas de que la revolución era una especie de marcha
triunfal que automáticamente barrería a un lado todos los obstáculos. En lugar
de una ideología científica y una política revolucionaria consistente, en la
mente los dirigentes se instauró un especie de fatalismo revolucionario, que
todo era lo mejor en el mejor de los mundos bolivarianos. No importa los
errores que cometiera la dirección, las masas siempre responderían, los
contrarrevolucionarios serían derrotados y la revolución triunfaría.
El corolario de este
fatalismo revolucionario fue la idea de que la revolución bolivariana tiene
todo el tiempo del mundo, que socialismo finalmente llegará, incluso si tenemos
que esperar cincuenta o cien años. Es irónico que Heinz Dieterich y otros
presenten esta idea (por ser más exactos, este prejuicio) como “nueva y
original”. En realidad, procede directamente del cubo de basura del
desacreditado liberalismo del siglo XIX. La burguesía, en un momento en que aún
era capaz de jugar un papel progresista desarrollando las fuerzas productivas,
creía en la inevitabilidad del progreso, que hoy es mejor que ayer y mañana
será mejor que hoy.
Esta idea (hoy totalmente
abandonada por la burguesía y sus filósofos “posmodernos”) más tarde fue
adoptada por los dirigentes reformistas del movimiento obrero internacional, en
el período de auge capitalista previo a 1914. Los socialdemócratas decían que
la revolución ya no era necesaria, que lenta, gradual y pacíficamente, la
socialdemocracia cambiaría la sociedad, hasta que un día llegaría el socialismo
para todos y que incluso se realizaría. Estas ilusiones reformistas quedaron
destrozadas por el estallido de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa
que la siguió. Ahora son pescadas del cubo de la historia, desempolvadas y
presentadas como la última palabra del “realismo” socialista del siglo XXI.
Otro corolario más es
que la revolución bolivariana debe limitarse a los estrechos límites de las
leyes y constituciones burguesas. Es irónico cuando la burguesía venezolana ha
demostrado un desprecio absoluto por todas las leyes y constituciones. Ha
realizado un sabotaje económico y constantes conspiraciones, ha boicoteado las
elecciones y tomado las calles con violentas protestas; ha realizado un golpe
de Estado contra un gobierno elegido democráticamente y, de no haber sido por
la iniciativa revolucionaria de las masas en las calles, no habría vacilado en
asesinar al presidente e instaurar una violenta dictadura en las líneas del
Chile de Pinochet.
Todos estos
acontecimientos son bien conocidos y no necesitan explicación. En la defensa de
sus intereses de clase la burguesía ha demostrado que no tiene ningún respeto
por cualquiera de las leyes y constituciones. Se espera que las masas sigan
cada punto y coma de la legislación existente y obedezcan las “reglas del
juego”, como si fuera un juego de ajedrez o béisbol. Desgraciadamente, la lucha
de clases no es un juego y no tiene reglas ni árbitro. La única regla es que al
final una clase debe ganar y la otra perder. Y como solían decirlos romanos: ¡Vae victis! (¡Ay de los vencidos!).
Al principio estos
métodos parecían funcionar. Durante casi diez años las masas han participado
lealmente en cada referéndum y elección, han votado masivamente a Chávez, a la
revolución bolivariana y al socialismo. Realmente es asombroso que las masas puedan
permanecer en esta actividad efervescente durante tanto tiempo. No hay
precedentes de una situación revolucionaria que dure al menos diez años sin
encontrar una solución, bien sea el triunfo de la revolución o de la
contrarrevolución.
Las masas votaron por
un cambio fundamental en sus condiciones de vida. Se demostró con absoluta
claridad en las elecciones presidenciales de diciembre de 2006, cuando le
dieron el mayor número de votos de la historia de Venezuela. Pero aunque se
adoptaron algunas medidas progresistas, incluidas nacionalizaciones, el ritmo
del cambio es demasiado lento para satisfacer a las aspiraciones y
reivindicaciones de las masas.
Habría sido bastante
posible que el presidente introdujera una ley habilitante en la Asamblea
Nacional para nacionalizar la tierra, los bancos y las industrias clave bajo el
control y gestión de los trabajadores. Esto habría roto el poder de la
oligarquía venezolana. Además, se podría haber hecho de modo legal a través del
parlamento elegido democráticamente, porque en una democracia los
representantes elegidos por el pueblo se suponen que son soberanos. Dejemos a
los abogados que pleiteen sobre este o ese punto. La gente espera que el
gobierno que ellos han elegido actúe en sus intereses, y que actúe de una manera
decisiva.
En lugar de acción
decisiva contra la oligarquía, que habría entusiasmado y movilizado a las
masas, lo que presentaron fue otro referéndum constitucional. Pero ¿cuántos
referendos y elecciones son necesarios para llevar a la práctica lo que quieren
las masas? La gente está cansada de tantas elecciones, tantas votaciones,
tantos discursos vacíos sobre el socialismo que les presentan con un cuadro
maravilloso que no se corresponden con lo que ven cada día.
¿Qué ven las masas?
Después de casi una década de lucha ven que los mismos ricos y poderosos aún
poseen la tierra, los bancos, las fábricas, los periódicos y la televisión. Ven
a los corruptos en posiciones de poder: gobernadores, alcaldes, funcionarios
del estado y del Movimiento Bolivariano, y sí, también en Miraflores, que
llevan camisetas rojas y hablan del socialismo del siglo XXI, pero que son
arribistas y burócratas que no tienen nada en común con el socialismo o la
revolución.
No ven ninguna acción
contra los funcionarios corruptos que se llenan los bolsillos y socavan la
revolución desde dentro. Ven que no se actúa contra los capitalistas que
sabotean la economía y que se niegan a invertir en la producción y aumentan los
precios. Ven que no se hace contra los conspiradores que derrocaron al
presidente en abril de 2002. Ven a los terratenientes que asesinan impunemente
a activistas campesinos. Ven los precios subir en los mercados y ven a los
portavoces del gobierno negando que haya problemas. Ven todas estas cosas y se
preguntan: ¿hemos votado por esto?
El papel pernicioso
del reformismo
En toda esta situación
juegan un papel pernicioso los reformistas, estalinistas y burócratas que han
ocupado puestos clave en el Movimiento Bolivariano y que intentan poner freno a
la revolución, paralizarla desde dentro y eliminar todos los elementos de
genuino socialismo. Estos elementos le dicen constantemente a Chávez que no
vaya tan rápido, que sea “más moderado” y que no toque la propiedad privada de
la oligarquía.
Desde que Chávez por
vez primera planteó la cuestión del socialismo en Venezuela, los reformistas y
los estalinistas han concentrado todas sus energías en revertir la dirección
socialista de la revolución, alegando que la nacionalización de la tierra, los
bancos y las industrias sería un desastre, que las masas no están “maduras”
para el socialismo, que la expropiación de la oligarquía alejaría a la clase
media y así continuamente. El defensor y “teórico” más constante de esta línea
de capitulación es Heinz Dieterich.
Dieterich se opuso al
referéndum constitucional. Se puede discutir el contenido y el momento del
referéndum. En realidad, en nuestra opinión, no era necesario en absoluto
convocar un referéndum. Lo que hacía falta era utilizar la victoria electoral
para adoptar medidas decisivas contra la oligarquía y la contrarrevolución.
Pero en absoluto esta era la posición de Dieterich y los reformistas. Más bien
lo contrario, se opusieron al referéndum porque se oponían al movimiento hacia
la transformación socialista de la sociedad. Quieren frenar la revolución y que
dé marcha atrás para complacer a la oposición contrarrevolucionaria y al
imperialismo.
En víspera del
referéndum, Dieterich públicamente se alineó con el renegado Baduel. Pidió que
Chávez se uniera con Baduel, es decir, que la revolución debería unirse con la
contrarrevolución. Ese era, y aún es, el programa de Dieterich y los
reformistas. Para ellos la derrota del referéndum era como un maná caído del
cielo. Ahora pueden intensificar su presión sobre el presidente: “¿ves donde
nos ha llevado tu terquedad? ¡Deberías escucharnos! Somos realistas.
¡Comprendemos las cosas mejor que tú! No debes tener tanta prisa. Debes
abandonar todos los pensamientos sobre el socialismo y llegar a un acuerdo con
la oposición y la burguesía, o estaremos perdidos”.
Ahora la estrecha
derrota en el referéndum constitucional se está presentando como un giro hacia
el “centro”, es decir, a la derecha, como una prueba de que es necesario
conciliarse con la clase media (es decir, capitular ante la burguesía). Esta es
la línea que asiduamente están difundiendo Dieterich y los reformistas. Si
Chávez les escucha, y hay algunas pruebas que indican que es así, la revolución
se encontrará en un peligro extremo.
Estos “amigos” de la
Revolución Bolivariana nos recuerdan a los amigos de Job, que le
“reconfortaban” en su momento de necesidad con una patada en los dientes. Estos
“amigos” nos traen a la mente el viejo refrán: “De los amigos nos guarde Dios
que de los enemigos me guardo yo”.
Un movimiento
peligroso
Siguiendo el consejo
de aquellos que quieren llegar a un acuerdo con los contrarrevolucionarios,
Chávez concedió la amnistía a varios dirigentes de la oposición relacionados
con el golpe militar de abril de 2002 y el cierre patronal petrolero que
provocó unas pérdidas de 10.000 millones de dólares para la economía, y que
casi consigue aplastar la revolución.
Debemos recodar que el
“decreto Carmona” del gobierno golpista disolvió las instituciones públicas
elegidas democráticamente, como el Tribunal Supremo y la Asamblea Nacional.
Aquellos que escribieron y firmaron este infame documento serán amnistiados.
Serán liberados para que continúen con sus actividades contrarrevolucionarias.
Chávez dijo que
esperaba que el decreto de amnistía “enviara un mensaje al país de que podemos vivir
juntos a pesar de nuestras diferencias”. Evidentemente se trata de un intento
de establecer una política de “reconciliación nacional”, siguiendo las recetas
bien conocidas de Dieterich. Es un movimiento muy peligroso. Si el golpe
hubiera triunfado, qué habría hecho de no haber sido por el movimiento
revolucionario de las masas, alguien ¿puede creer que los
contrarrevolucionarios se habrían comportado de esta manera? Habrían asesinado
a Chávez y muchos de sus seguidores, y después se hubiesen ido a la cama con la
conciencia tranquila.
Según la lógica de los
reformistas, una actitud conciliadora abrirá el diálogo y obligará a la
oposición a adoptar una posición más razonable. Este argumento no tiene ninguna
base. En repetidas ocasiones en el pasado, Chávez ha intentado este tipo de
cosas. Los resultados han sido exactamente lo contrario a los que pronosticaban
los reformistas. Eso se demostró después del golpe de abril de 2002, cuando el
presidente ofreció negociar con la oposición. ¿Cuál fue el resultado? No la
reconciliación nacional sino el sabotaje de la economía. Después también Chávez
ofreció negociar. El único resultado fue un nuevo intento de derrocar al
gobierno con el referéndum revocatorio.
Pero quizá la
oposición ha aprendido la lección. Quizá ahora esté más dispuesta al
compromiso. ¿Cómo reaccionó la oposición contrarrevolucionaria ante el decreto?
¿Corrieron a abrazar al presidente? ¡No! La jerarquía reaccionaria de la
Iglesia Católica lo calificó de “discriminatorio” y exige que se amplíe a los
oficiales de la policía culpables de asesinado además de otros célebres
contrarrevolucionarios, como el líder estudiantil de la oposición de 40 años de
edad Nixon Moreno, que es buscado en relación con el intento de violación de
una oficial de policía en Mérida, Mónica Fernández, que ordenó el arresto
ilegal de ex ministro de Interior Ramón Rodríguez Chacín durante el golpe de
Estado, quieren que este elemento se beneficie del decreto. Ahora defienden que
la amnistía se amplíe para incluir a “exiliados políticos” como Carmona Estanga
y Ortega.
Estos criminales, que
nos mostraron ningún remordimiento o disposición a rectificar sus acciones,
serán liberados para seguir con sus actividades contrarrevolucionarias. Esto ha
provocado una indignación justificada en la base chavista. Manuel Rodríguez
dice que el presidente no debería haber firmado el decreto y se pregunta:
“¿Dónde estaban nuestros derechos humanos cuando ellos [la oposición]
paralizaron el país?”.
¿Debería desacelerarse
la revolución?
“Ayudado” por sus asesores reformistas, el presidente ha sacado
conclusiones incorrectas del referéndum. Durante el programa Aló Presidente del 6 de enero dijo:
“Yo estoy obligado a reducir la velocidad de marcha. He venido
imprimiéndole una velocidad a la marcha más allá de las capacidades o
posibilidades del colectivo; lo acepto, y he allí uno de mis errores (...) Las
vanguardias no pueden desprenderse de la masa. ¡Tienen que estar con la masa!
Yo estaré con ustedes, y por eso tengo que reducir mi velocidad (...)
“Para nada es un espíritu de rendición, ni de moderación ni de
conservadurismo. Es realismo. ¡Realismo! (...) Calma, paciencia, solidez
revolucionaria. Nadie debe sentirse derrotado ni desmoralizado (...)
“Yo prefiero reducir la velocidad, fortalecer las piernas, los
brazos, la mente, el cuerpo, la organización popular y el poder popular. Y
cuando estemos listos más adelante, entonces acelerar la marcha”.
Estas palabras sonarán
a música celestial en los oídos de todos esos burócratas y reformistas que llevan
camisetas rojas pero que se oponen fundamentalmente al socialismo, que luchan
por descarrilar la revolución. Estas personas siempre gritan sobre el
“realismo” y la necesidad de moverse más lentamente. Hablan sobre el socialismo
del siglo XXI pero en realidad lo que les gustaría es posponer el socialismo al
siglo XXII o XXIII, o mejor aún, de manera indefinida. El presidente
continuaba:
“Son necesarias las mejoras en nuestras estrategia de alianzas.
No podemos dejarnos descarrilar por tendencias extremistas. No somos
extremistas ni podemos serlo. ¡No! Tenemos que buscar alianzas con las clases
medias, incluida la burguesía nacional. No podemos apoyar tesis que han
fracasado en todo el mundo, como la eliminación de la propiedad privada. Esa no
es nuestra tesis”.
Hemos leído estas
declaraciones antes, en los artículos y discursos de Heinz Dieterich, el ex
marxista que se ha pasado al campo del reformismo y la burguesía. Al leer estas
palabras nos podemos hacer una idea clara de que tendencia lleva ahora la ventaja
en Miraflores. Es una tendencia que ha estado trabajando paciente y
sistemáticamente durante los últimos años, intrigando contra el socialismo y la
revolución, luchando para aislar a Chávez de las masas y del ala
revolucionaria.
¿Somos extremistas? No,
somos socialistas revolucionarios, marxistas. Sólo los latifundios, banqueros y
capitalistas pueden ver el socialismo como algo “extremo”. Pero son una pequeña
minoría de la sociedad. La aplastante mayoría de la población ve el socialismo
como algo bastante normal, y en absoluto extremo. El presidente ha dicho en más
de una ocasión que el capitalismo es esclavitud. ¿Es “extremo” desear la
abolición de la esclavitud? Sólo los esclavistas podrían decir eso.
¿Estamos a favor de
abolir toda propiedad privada? No, no estamos a favor de tocar la propiedad
privada de la aplastante mayoría de la población: los trabajadores, campesinos,
pequeños comerciantes y clase media. No nos proponemos la colectivización del
televisor, automóvil o casa del barrio, menos aún de su esposa e hijos. Estas
son mentiras ridículas que fueron utilizadas por la oposición
contrarrevolucionaria en su campaña de calumnias por el voto al “no”.
Lo que defendemos es
la expropiación de la propiedad de la oligarquía: la nacionalización de la tierra,
los bancos e industrias clave. Eso significa menos de un 2% de la población, no
la clase media sino los súper ricos especuladores y parásitos que no hacen nada
para desarrollar la economía venezolana pero que sabotean constantemente la
producción, creando escasez artificial y aumento de precios. A Dieterich y
otros reformistas les hacemos una pregunta muy sencilla: ¿Cómo es posible conseguir el
socialismo sin expropiar la propiedad de la oligarquía?
El PIB de Venezuela ha
crecido un 8,4%. Pero hay serios problemas. La inflación oficial es del 22,5%.
El aumento de los precios afecta a los sectores más pobres que a los
acomodados. Hay continuas escaseces de comida, que afecta a productos tan
básicos como la leche, las alubias y el pollo. Este hecho demuestra la total
insuficiencia de la agricultura privada en Venezuela. Una tierra potencialmente
rica y fértil tiene que importar más del 70% de su comida: una situación
escandalosa.
La escasez de
productos alimenticios básicos como resultado del sabotaje deliberado de los
agricultores capitalistas y los monopolios de la distribución, jugaron un papel
importante en la derrota del referéndum sobre la reforma constitucional. ¿Qué
medidas relevantes han adoptado los ministros? Inmediatamente después del
referéndum se anunció que se eliminaba el control del precio de la leche y se
habló de que se levantaría también el control de precios sobre toda una serie
de productos. Una vez más se trata de concesiones a la oligarquía.
Existe una solución
muy simple a los problemas de escasez de comida: la expropiación de todas las
empresas e individuos que participan en el sabotaje de la cadena de
distribución alimenticia. Esta medida, que es perfectamente democrática, se
podría haber introducido hace mucho tiempo, pero en particular después de la
aprobación hace un año del decreto sobre acumulación y sabotaje. Toda la tierra
expropiada, las instalaciones y equipamiento deberían ser puertos bajo el
control democrático de comités formados por representantes de los trabajadores
y campesinos, para garantizar la distribución de comida a las masas. Además, se
deberían crear comités de aprovisionamiento en todos los barrios pobres y
obreros para ejercer una vigilancia revolucionaria sobre la distribución de
comida y emprender la lucha contra la acumulación, el sabotaje, la corrupción,
crimen organizado, etc.,
Estos hechos
demuestran que la economía de mercado está fracasando en Venezuela. Los
terratenientes y los capitalistas no pueden ni tampoco resolverán los problemas
básicos de la economía. La única forma de poner fin al sabotaje y garantizar
que el enorme potencial económico de Venezuela se utiliza en beneficio de su
pueblo es nacionalizar la propiedad de la oligarquía y crear una economía
socialista planificada gestionada democráticamente por la clase obrera.
El consejo de
Lukashenko
¡Qué suerte para
Venezuela tener tantos asesores! Tiene baldes de consejos, llegan toneladas de
consejos por carretera y por tren. Si cada uno de los consejos valiera un
bolívar, cada ciudadano de Venezuela sería millonario. Parece que Lukashenko,
el presidente de Bielorrusia, también ha dado un consejo a Chávez.
Pero antes de dar un
consejo a alguien debería examinar primero sus propias credenciales. Después de
todo, no aceptaríamos consejos de los efectos nocivos de la bebida de un
alcohólico crónico, o de los puntos de sutura de la intervención cerebral por
un carnicero. Lukashenko nos habla como “testigo del colapso de la Unión
Soviética”. Sí, no sólo fue testigo, sino también en parte responsable de ello.
La URSS fue destruida desde dentro por una casta parasitaria de burócratas que
absorbía una gran parte de la plusvalía producida por los trabajadores
soviéticos.
Esta casta burocrática
en la URSS socavó las conquistas de la economía nacionalizada planificada a
través del robo, la mala gestión y la corrupción. Es decir, actuaron de un modo
similar a la burocracia contrarrevolucionario en Venezuela que estrangula la
revolución incluso antes de su nacimiento. Lukashenko era un miembro de esta
casta burocrática privilegiada en la vieja Unión Soviética.
En aquellos días
solían autodenominarse “comunistas” y se presentaban en la tribuna del Primero
de Mayo haciendo discursos sobre el socialismo. Ahora se han convertido en los
juguetes del capitalismo y la economía mercado. Se han convertido en
empresarios y conseguido fortunas. En Venezuela el mismo tiempo de burócratas
llevan camisetas rojas y también se suben a las tribunas a hablar sobre
socialismo. Tienen tanto en común con el socialismo como Lukashenko.
¡Qué suerte de
consejo! Y qué suerte que todos los consejos vayan dirigidos en el mismo
sentido: “¡No seas loco Chávez! ¡No vayas tan rápido! ¡Olvida el socialismo! No
escuches a los trabajadores y campesinos. ¡Están locos! ¡Escucha a los chicos
con dinero! Convénceles para que sean buenos patriotas e inviertan en
Venezuela. ¡Si lo haces todo irá bien!”.
Lukashenko, según
parece, le dijo a Chávez: “Los empresarios, esta burguesía nacional, debes
hacer que tengan una buena impresión nacional, que amen su Nación y Patria,
incluso si son empresarios y tienen dinero. ¡Ellos deben invertir en el país!”.
Si las implicaciones
no fueran tan serias estas palabras serían bastante divertidas. No sabemos qué
burguesía nacional existe en Bielorrusia. Pero sabemos que la burguesía
venezolana no invierte en Venezuela. Sabemos que hay huida de capital.
Conocemos que hay sabotaje económico. Que existe una especulación que está
vaciando las estanterías de productos básicos y disparando los precios. Sabemos
que las fábricas se cierran y que los trabajadores son echados a la calle. Eso
es lo que sabemos. Y también quién es el responsable y por qué.
¿Qué propone el
presidente de Bielorrusia? Propone
que pidamos a los capitalistas venezolanos que se comporten, que cesen su
sabotaje y sean patriotas. Es exigir peras al olmo. Los capitalistas no se
impresionarán con discursos sobre el patriotismo. Siempre actúan de acuerdo con
sus intereses de clase. ¿Tienen interés en apoyar la revolución bolivariana?
Hemos visto cual ha sido su actitud durante los últimos diez años. Sólo un
ciego no comprendería que la burguesía es implacablemente hostil a la
revolución y a todo lo que significa.
No es posible
reconciliar los intereses del proletariado y los de la burguesía. O se apoyan
los intereses de la clase obrera, que es la gran mayoría de la sociedad, o se
apoyan los intereses de la minoría de parásitos adinerados, los banqueros,
terratenientes y capitalistas. Pero no se puede apoyar a ambos. Si se intentan
reconciliar intereses de clase, los reformistas terminarán apoyando
inevitablemente a la clase dominante contra la clase obrera.
La cuestión del Estado
Chávez ha anunciado
una “reestructuración profunda” de su gobierno, incluido el nombramiento de un
nuevo vicepresidente y cambiado a 13 de los 27 ministros. Ha habido muchos
cambios en los últimos diez años. Se cambian ministros a una velocidad
vertiginosa, pero no resuelve nada. Lo que hace falta no es la remodelación
constante por arriba sino la implantación de una política socialista.
El presidente desea
afrontar la corrupción, que correctamente dice es uno de los enemigos más
peligrosos de la revolución. Realmente lo es. Pero es imposible resolver el
problema de la burocracia con métodos burocráticos. La única manera de
erradicar la corrupción y la burocracia a mediante la implantación general del
control y administración obrera, la limitación de los salarios de los
funcionarios al nivel de un trabajo cualificado y la revocación inmediata de
cualquier funcionario, ministro, gobernador o alcalde que no ponga en práctica
la voluntad del pueblo.
Diez años después del
inicio de la revolución, el viejo aparato del estado heredado de la Cuarta
República sigue existiendo. ¡Ese es el problema! Toda la historia demuestra que
es imposible llevar a cabo una revolución sin liquidar el viejo aparato del estado,
que permanecerá como una fuente constante de corrupción, burocracia y opresión.
Pero los reformistas no escucharán esto. Dicen que las masas son incapaces de
gobernar. Pero quiénes son las personas mejor preparadas para administrar la
sociedad bajo el socialismo: ¿los burócratas y arribistas o los propios
trabajadores?
En Inveval, que desde
hace unos años está ocupada y es administrada por los trabajadores, hay control
obrero y todos, desde las limpiadoras al director, reciben el mismo salario. No
hace mucho Chávez dijo que éste era el modelo a seguir, y así es. No queremos
repetir la experiencia de la caricatura totalitaria burocrática de “socialismo”
que colapsó en la URSS. Lo que hace falta es regresar al programa democrático
planteado por Lenin y Trotsky, el programa de la democracia obrera.
Cómo perder las
elecciones…
La revolución sufrió
un revés en el referéndum constitucional. Pero de ninguna manera significa una
derrota decisiva. Muchos factores pueden intervenir para transformar la situación
incluso en los próximos meses. En 2008 habrá elecciones en todo el país a
gobernadores y alcaldes. Está claro que la oposición contrarrevolucionaria,
animada por el resultado del referéndum, movilizará todas sus fuerzas para
recuperar posiciones en estas elecciones. La pregunta es: ¿pueden los
bolivarianos movilizar a las masas para derrotar a la oposición?
Chávez insiste en que
deben garantizar no perder nada de terreno frente a la contrarrevolución:
“Debemos estar preparados, porque a finales de año habrá
elecciones” dijo Chávez. “La contrarrevolución no descansará un segundo
intentando recuperar espacio. Imaginad por un segundo si eso ocurriera” avisó.
El presidente urgió a la consolidación del nuevo Partido Socialista Unido de
Venezuela (PSUV). Anunció que el congreso fundacional del nuevo partido se
celebraría el 12 de enero y que el anterior vicepresidente, Jorge Rodríguez,
estará ahora a la cabeza del Comité Promotor Nacional del PSUV. Jorge Rodríguez
es visto como el ala de izquierdas.
“Pido a todos que pongan la energía y la voluntad porque el nuevo
partido que necesitamos se consolide pronto”. El congreso se espera que dure
que dure un mes y decidirá el programa político, estructura y estatutos del
nuevo partido.
La fundación del PSUV
fue un paso muy importante, pero sólo puede triunfar si defiende con firmeza el
socialismo. Chávez mencionó los cinco “motores” de la revolución, su plan para
mover el país hacia el llamado socialismo del siglo XXI, e insistió en que su
gobierno continuaría avanzando con el plan, pero lamentó que no se puedan hacer
muchos cambios debido al fracaso de la reforma constitucional. “No podemos
avanzar en ellas porque dependían de la reforma constitucional”.
¿Pero por qué la
revolución permitiría a la oposición dictar lo que puede y no puede hacer
cuando ha ganado el referéndum por un margen estrecho? ¿Por qué debería ser la
cola la que mueva al perro? Esa una manera segura de desencantar a las masas
que ya están desilusionadas con el ritmo lento del cambio. Eso creará un
ambiente de apatía y más abstenciones en las elecciones. Eso es lo que quiere
la oposición.
Chávez ha defendido
una alianza de “fuerzas patrióticas” en la próxima cita electoral a
gobernadores y alcaldes que se celebrará en octubre de este año, en la que
participará el PSUV, el Polo Patriótico (PPT) y el Partido Comunista de
Venezuela. El PSUV es un partido de masas con millones de militantes y
seguidores que quieren luchar por el socialismo. ¿Por qué necesita aliarse con
el PPT que es un partido muy pequeño con una política oportunista? Se podría
decir que uno más uno es igual a dos, pero dos hombres en un barco remando en
direcciones contrarias es igual a parálisis.
Los marxistas
venezolanos apoyarán al PSUV y lucharán en el congreso por un programa y
política socialistas. Nos oponemos a las alianzas con partidos y organizaciones
que no luchan enérgicamente por el socialismo. Nos oponemos a alianzas y
bloques con la burguesía. Avisamos que esa política defendida por los reformistas
de conciliación con las fuerzas de la reacción no llevará a la reconciliación
nacional y la paz. Todo lo contrario, la política de colaboración de clase
desmotivará y desencantará a los activistas del Movimiento Bolivariano, que son
las tropas de choque de la revolución. Animará a las fuerzas
contrarrevolucionarias, que con cada paso atrás exigirá diez más. Esa es la
manera segura de perder las elecciones.
… Y cómo ganarlas
El presidente también
dijo: “debemos encontrar alianzas para fortalecer el nuevo bloque histórico,
como solía denominarlo Gramsci. Sólo hace un año que ganamos las elecciones con
un 63% de los votos, más de siete millones de votantes. Tenemos una base muy
fuerte”.
Sí, hace un año más de
siete millones votaron a Chávez y realmente es una base muy fuerte. Pero la
pregunta es la siguiente: ¿por
qué casi tres millones de personas no votaron en el referéndum constitucional? Dieterich dice: porque Chávez ha ido
demasiado lejos, demasiado rápido y por tanto debe desacelerar el ritmo. Pero
este argumento es falso de cabo a rabo.
La oposición no ganó
el referéndum constitucional: lo perdieron los bolivarianos. Después de esfuerzos
sobrehumanos, la oposición sólo consiguió aumentar los votos en aproximadamente
200.000, mientras que el voto chavista cayó en unos tres millones. Eso no
demuestra que se haya producido un giro hacia el “centro” sino lo contrario,
que existe una gran y creciente polarización entre las clases. También
demuestra que hay elementos de cansancio y desilusión en las masas que son la
base del movimiento bolivariano.
La derrota del
referéndum constitucional fue una advertencia de que las masas se comienzan a
cansar de una situación en la que se habla interminablemente sobre socialismo y
revolución pero que no ha producido un cambio fundamental el sus condiciones de
vida. Las masas ha sido muy pacientes, pero su paciencia se agota. La idea de
que siempre seguirán a los dirigentes, esa idea falsa y peligrosa del fatalismo
revolucionario, ha demostrado ser totalmente falsa.
¡Todo lo contrario! Es
el ritmo lento de la revolución lo que está provocando desilusión entre una
capa creciente de las masas. Para ellas, el problemas no es que haya ido
demasiado lejos y rápido, sino que ha ido demasiado lenta y no lo suficiente
lejos. Si esta desilusión continúa, llevará a la apatía y la desesperación.
Preparará la contraofensiva de las fuerzas de la reacción que puede minar la
revolución y preparar una derrota seria. Ha llegado el momento de cambiar las
palabras por la acción, de tomar medidas decisivas para desarmar a la contrarrevolución
y expropiar a la oligarquía.
¡El único camino, el
socialismo!
¿Es inevitable la
derrota? No, por supuesto que no. La revolución puede triunfar, pero sólo con
la condición de que el ala estalinista-reformista Dieterich sea desenmascarada
y derrotada políticamente. Hay que purgar el movimiento de burócratas,
arribistas y elementos burgueses, defender con firmeza un programa socialista.
Sólo triunfará con esa condición, de cualquier otra manera no.
Cuando Simón Bolívar
levantó por primera vez la bandera de la rebelión contra el poderoso Imperio
español, para muchos parecía algo totalmente imposible. Sin duda si Heinz
Dieterich hubiera vivido en aquella época habría despreciado al Libertador,
como hace con los marxistas. Bolívar, comenzó con un pequeño puñado de
seguidores, pero finalmente triunfó, igual que Chávez, cuya causa al principio
parecía inútil, pero triunfó porque movilizó a las masas por la lucha contra la
oligarquía. La batalla no se ha terminado y la victoria no está garantizada.
Nunca es así. Pero una cosa está clara, la única manera de triunfar es
despertar a las masas a la lucha revolucionaria.
O la mayor de las
victorias o la más terrible de las derrotas: estas son las únicas dos
alternativas que hay ante la revolución bolivariana. Aquellos que prometen un
camino fácil, el camino del compromiso de clase, en realidad juegan un papel
reaccionario, creando falsas esperanzas e ilusiones, desarmando a las masas
frente a las fuerzas contrarrevolucionarias que no tienen tales ilusiones y se preparan
para derrocar a Chávez tan pronto como lo permitan las condiciones. La única
manera de evitar este proceso es liquidando el poder económico de la
oligarquía, expropiando a los terratenientes, banqueros y capitalistas,
introduciendo un plan socialista de producción.
Dieterich y los
reformistas dicen que actuar de esta manera sería provocar a los imperialistas
y reaccionarios. Eso es absurdo. Los imperialistas y reaccionarios han
demostrado con sus acciones que no necesitan ninguna provocación para actuar.
Están continuamente actuando para destruir la revolución. La idea de que
cesarán sus actos contrarrevolucionarios si “demostramos moderación” y
conciliar con los reaccionarios es una locura y muy peligrosa. Todo lo
contrario, este comportamiento sólo servirá para envalentonarles y animarles.
Por supuesto, aislada,
la revolución venezolana en última instancia no puede triunfar. Pero no estaría
aislada mucho tiempo. Una Venezuela revolucionaria debería hacer un llamamiento
a los trabajadores y campesinos del resto de América Latina para que sigan su
dirección. Dadas las condiciones que existen en todo el continente, este
llamamiento no caería en oídos sordos. El ejemplo de un estado obrero
democrático en Venezuela tendría un impacto mayor que la Rusia de 1917.
Dada la enorme fuerza
de la clase obrera y el callejón sin salida del capitalismo en todas partes,
los regímenes burgueses de América Latina caerían rápidamente, creando las
bases para la Federación Socialista de América Latina y, finalmente, el socialismo
mundial. Sobre la base de un plan común de producción y la nacionalización de
los bancos y monopolios bajo el control y gestión democrática de los
trabajadores, sería posible realmente unir las fuerzas productivas de todo el
continente, movilizando de este modo una fuerza productiva colosal. El
desempleo y la pobreza serían cosas del pasado.
La jornada laboral se
podría reducir inmediatamente a 30 horas semanales sin reducción salarial. Como
una reforma para demostrar la superioridad de los métodos socialistas, tendría
consecuencias inmensas en todo el mundo. Pero lo que es incluso más importante,
como explicaba Lenin, es que daría el tiempo necesario a toda la clase obrera
para dirigir la industria y el Estado. Después un plan socialista de producción,
controlado de arriba abajo por la clase obrera, llevaría a un aumento inmenso
de la producción, a pesar de la reducción de horas. La ciencia y la técnica,
liberadas de las cadenas del beneficio privado las desarrollaría a un nivel
jamás visto.
La democracia ya no
tendría su actual carácter restrictivo sino que se expresaría en la
administración democrática de la sociedad por parte de toda la población.
Sentaría las bases para un enorme florecimiento del arte, la ciencia y la
cultura, acercaría toda la rica herencia cultural de los pueblos de todo el
continente. Eso es lo que Engels denominó el salto de la humanidad del reino de
la necesidad al reino de la libertad. Ese es el genuino socialismo del siglo
XXI: la única alternativa para la revolución venezolana.
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