Suena la guarura en el litoral oeste de La Habana...
Por Víctor Andrés Gómez Rodríguez
"...socialismo
tiene que significar socialización del poder y socialización de la propiedad.
O, para decirlo en un orden de prioridad: socialización de la propiedad y
socialización del poder."
Jorge Luis
Acanda González.
A pesar de Fúrsov[1] no hay vuelta atrás;
desde hace tres décadas el acopio de plusvalía capitalista es parasitario. Y
deja a las mayorías como dios las trajo al mundo.
Venezuela siempre tuvo
petróleo, sólo que a partir de la lógica de esa acumulación (parafraseando a
Evo Morales), de la boca del pozo hacia adentro ese recurso natural era del
pueblo. De la boca del pozo hacia fuera era de las transnacionales
imperialistas’; con algunas sobras para la oligarquía local. El “puntofijismo”
fue un entuerto de la dominación política venezolana con que legitimar la
ratificación esa parasitofilia; al rentismo improductivo que enalteció
los esfuerzos en la aplicación del neoliberalismo a través de otro entuerto
“académico”: la economía neoclásica que se autopromueve como al margen de la
política. Sobre todo al margen de la lucha de clases. No importaban los
muertos, las masacres, la represión, la hambruna; los “sueños” de la gente
humilde contemplando con una roña que provoca la incertidumbre, la emulsión
negra fluir de las torres hacia los barcos en el puerto. Era, el espectáculo
inconmensurablemente rapaz de la operatividad de ese acopio parasitario de
plusvalía.
La primera rebelión
contra el neoliberalismo fue encabezada por Hugo Rafael Chávez Frías y su
movimiento, el 4F. ¿La consecuencia? Una Revolución Bolivariana que le erizó
todos los pelos a esa acumulación imperialista. ¿Recursos del pueblo? Solo de
la boca de esa acumulación para “abajo”. El suyismo histórico, no podía
permitir que expropiasen a la oligarquía cancerbera del acopio al servicio de
la hegemonía angloestadounidense; al “pecado” que manifiesta el cambio social
radical. Es decir, el asalto masivo a la propiedad privada burguesa, que se protege
en un derecho liberal a la cañona. Debe observarse con minuciosidad, que dicha
acumulación hacia el rentismo improductivo no se expresa, precisamente, en la
recolección de “cosas” como el petróleo, auto, calzoncillos, pantalla plana o
aspirinas; sino en el “derecho” por parte de la dominación imperialista a una
plusvalía a costas del trabajo ajeno. A vivir del sudor del lomo del otro o los
otros.
¿En qué trabaja, de qué
vive la ultraderecha? De gestionar y mantener la garantía a su rentismo
improductivo. ¿La malversación, ocultar la comida o los artículos como el aseo,
la venta a sobreprecio de los autos, las “protestas” que atentan contra la paz
social, los chismorreos subversivos con el gobierno angloestadounidense para
conspirar contra Venezuela y contra la integración, en soberanía, latinoamericana;
joder la pava sin compromiso social ni ética? No son sino gestiones con que
recuperar a la operatividad de esa acumulación parasitaria de todo lo que sea o
pueda llegar a ser capital.
No importa que le
hagamos homenajes a los héroes de nuestros procesos emancipatorios, les tiene
sin cuidado que nos consideremos los más honestos del planeta en medio de una
hambruna feroz y explotados, que llevemos a debate la situación insoportable
que provocan sus crisis. Pero, ojo, que nada de eso roce a la operatividad de
esa acumulación parasitaria de capital. Y,
ojo; da la casualidad de que el trabajo, la corrupción, la dominación, y hasta
las armas son modos de relación social que el capitalismo ha controlado y
manipulado mediante variantes de su dominación. En el caso de Venezuela
Bolivariana, trastornando a la economía interna y a la paz social. En el caso
de Cuba, sometiéndola a una guerra política integral que incluye a un bloqueo
terrible por más de medio siglo; ese es el oficio al que se dedica la
ultraderecha global bajo la hegemonía cultural y militar angloestadounidense, a
partir de que sus graves trastornos económicos le provocaron una hemorroide
sistémica que le hace perder supremacía económica.
Todo lo acumulado por el
capitalismo en su expansión histórica ha sido fruto del rentismo improductivo
que implica el acopio de capital a costilla de quienes históricamente
–generación tras generación- son mantenidos en taparrabos. La cultura del
capitalismo descansa en ese acopio; las manifestaciones del espíritu creador
–la creación artística, de los oficios, las religiones, las cotidianidades
tradicionales, la sabiduría acumulada durante siglos, de amarse entre las
personas en su diversidad-, son desechadas (borradas del mapa) o aprovechadas
(extraídas hacia su centro mediante una sórdida metamorfosis) en función de que
sirvan a esa operatividad de su acopio parasitario de capital (asere, dinero). Que todo el
mundo cante y baile pero que nadie les toque un centavo de lo robado. De ahí
que la corrupción sea una herramienta eficaz con que reapropiarse de lo que por
actos legítimos de justicia social, le fue decomisado. ¿Esto es muela cansona?
Hagamos un experimento
sencillo. Entre en un supermercado privado o deténgase delante de la vidriera
de una tienda ídem, observe lo que está en exhibición y calcule ¿cuánto de lo
que hay ahí –no importa la proporción- es resultado de su trabajo, puede usted
llevárselo gratis, calcular su precio justo, o rebajarle el porciento que
corresponde a su aporte? El palazo del policía y las patadas en el cóccix de
los custodios no se lo quitarán de encima ninguna fe de bautismo ¿por qué?
Porque todo eso tiene dueño; es propiedad privada, y si usted lo quiere
consumir tiene que pagar el porciento de renta parasitaria que le “toca” al
propietario de esos féferes. Cuando ese cálculo se hace a nivel de gobierno
revolucionario, bolivariano, chavista, corresponde un golpe de estado o un
magnicidio. Tenga en cuenta que el “dueño(s)” no gastó ni una uña de su
esfuerzo personal, su trabajo, en producirlo. Sencillamente le “toca” por
lógica de la explotación capitalista.
Imagen, qué clase de
chiveta se armaría si todo el mundo en el planeta se diese “cuenta” de algo tan
sencillo. Y comenzasen a estallar procesos de cambio social radical
anticapitalistas. No hablemos de manifestaciones o protestas contra Wall Street
para que aflojen la tensión de la soga que nos tienen alrededor del pescuezo,
ni de los gritos griegos contra la euro-austeridad; ni de la situación hispana,
insostenible, donde la corona juanesca se dedica a secuestrar aviones
presidenciales de parte de Obama, en vez de salir zancando y darle paso a una
república democrática.
Nos referimos a que se
arme una Revolución como la venezolana con inspiración bolivariana, martiana, y
chavista por anticapitalista (fíjense que aún no hemos utilizado la palabra
socialista, para que algunas personas burgo-sensibles no sufran una sirimba);
pero sí, socialista para el empoderamiento de la mayoría en democracia.
Pero esa acumulación
parasitaria de plusvalía es una tradición secular dentro de la cultura del
capitalismo. Y las tradiciones son, en no pocas ocasiones, difíciles de
reajustar o desmantelar. Lo nuevo llega, por muy justo que sea, como un parto
de trillizos en sobrepeso. La gente puede acostumbrarse a ser vapuleada, y
“flipar” con ello. Puede ser una estupidez que uno se acostumbre a que lo que
le pertenece por derecho humano sea ajeno por ventrecha de la alienación, la
explotación; por obra bendita del abuso. Si mi estado de salud es mío, no puedo
ir a salvarme la vista en la Misión Milagro, porque la “tradición” impone que
deba pagarle a un burgués, o resignarme a quedar ciego. Uno se puede quedar
ciego, sin piernas, sin brazos, ni orejas, ni cabeza, sin un ápice de
vergüenza; pero la porción de plusvalía improductiva es sagrada.
Todas las pugnas, las
contradicciones, los chismes, los inventos, la desfachatez por falta de ética,
la insolidaridad burguesa ultraderechista; las vicisitudes de la población, los
errores y tensiones insoportables de la dirigencia política bolivariana
chavista. Todos los sufrimientos y hemorragias “caprilescos” o “mardocinos” no
son más, en principio, que resultados de la ardua lucha de clases que se
experimenta en la sociedad venezolana actual ante el desmantelamiento
escandaloso de la operatividad de esa acumulación parasitaria de capital. La
ultraderecha va a la Iglesia y reza; pero la real religión que profesa es la
del dinero en su expresión ostentosa de rentismo improductivo.
El socialismo se
manifiesta en el poder –del pueblo-, de
socializar la propiedad privada en democracia. Es decir: socialización de la propiedad y socialización del poder. Aunque caigan rayos imperialistas
de punta.
En diciembre, a la hora
de votar, es preciso liberar los ojos de las vidrieras y del sometimiento al
rentismo y a la cultura del capitalismo. Es decir, del taparrabos.
Desde
el litoral oeste de La Habana, revolucionaria, chavista y bolivariana.
08/08/2013
[1]
Fúrsov, Andrei. Desmontaje del capitalismo y el fin la Época de las
Pirámides. Traducido del ruso para Rebelión por Arturo Marián Llanos. Rebelión.org 26/04/2013, desde http://www.rebelion.org/noticia.php?id=167278
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