Por: Boaventura de Sousa Santos.
Los estudios que he realizado a lo largo de los años sobre
el papel de los tribunales en Portugal y otros países muestran que, desde la
década de los 90, el protagonismo social y político de los tribunales ha
tendido a aumentar en todos los sentidos. Este protagonismo es particularmente
visible en el caso de los tribunales constitucionales y de los supremos con
competencia constitucional. Las causas varían según el contexto, pero es
posible agruparlas en tres grandes grupos: las transiciones políticas; la crisis
de legitimidad de los otros órganos de soberanía (el poder legislativo y el
ejecutivo); y la mayor conciencia de los derechos y de la violación de los
mismos por parte de los ciudadanos, combinada con el mayor acceso al Derecho y
a los tribunales.
Las transiciones políticas que determinaron el protagonismo
de los tribunales fueron, obviamente, las transiciones de los gobiernos
autoritarios a gobiernos democráticos y comenzaron mucho antes de 1990. A lo
largo del siglo XX, se fue diseminando la idea -adelantada en Europa por el
pionero Hans Kelsen en la Constitución de Austria de 1920- de que los gobiernos
democráticos deben estar vinculados a la constitución por la vía del control
jurisdiccional. Las transiciones democráticas más significativas fueron las que
pusieron fin al nazismo alemán y al fascismo italiano, entre 1945 y 1949; al
fascismo en Portugal y España, en 1974 y 1976, respectivamente; a las
dictaduras militares en la América Latina de 1980; al comunismo de Europa
Central y del Este, a partir de 1989; y al apartheid de Sudáfrica, entre 1993 y
1996.
La función de los tribunales en el control constitucional
posterior a todas estas transiciones fue desigual. La inestabilidad política de
algunas de ellas hizo que, por ejemplo, en Rusia, Boris Yeltsin suspendiese el
TC por decreto en 1993 y que, en Argentina, Carlos Menem aumentase de 5 a 9 el
número de jueces del tribunal supremo con el fin de garantizar una mayoría de
magistrados cautelosos. En muchos otros casos, la función del tribunal constitucional
contribuyó de forma importante a la consolidación de los regímenes
democráticos. En la década de los 90, el Constitucional de Hungría era el
órgano del Estado más respetado por los ciudadanos por haber garantizado la
irreversibilidad de la transición a la democracia. En Sudáfrica, los líderes
políticos Mandela y De Klerk que negociaron el fin del apartheid dejaron sin
resolver, intencionadamente, algunas cuestiones políticas para que fuesen
asumidas por el Tribunal Constitucional y, en la mayoría de los casos, el
tribunal no se opuso a tal tarea.
El otro conjunto de factores que han dado un mayor
protagonismo y visibilidad a los tribunales superiores tiene que ver con la
omisión política o la crisis de legitimidad de los otros órganos soberanos: el poder
legislativo y el ejecutivo. La omisión política puede resultar de callejones
sin salida? para el Gobierno o la oposición, o de la falta de prioridades
atribuida por ambas fuerzas a ciertas materias importantes para los ciudadanos
reflejadas en la Constitución. Fue esta omisión la que llevó al Constitucional
de Colombia, creado por la Constitución de 1991, a protagonizar una brillante
jurisprudencia intercultural sobre los derechos de los pueblos indígenas que
sirve hoy de modelo para toda América Latina.
La crisis de legitimidad de los otros órganos de soberanía
puede estar asociada a la corrupción o a la creciente distancia entre líderes
políticos y ciudadanos de la que nacen decisiones políticas irracionales e
injustas, en lo que constituye una patente violación de los preceptos
constitucionales. De una de esas crisis emergieron los tribunales italianos en
la escena pública, en la década de los 90, cuando protagonizaron la mayor
investigación criminal contra la clase política y empresarial de la Europa de
posguerra. El proceso, conocido como Operación Manos Limpias, afectó
a cientos de personalidades del país.
Y el tercer factor del mayor protagonismo de los tribunales
hace referencia al creciente conocimiento, por parte de los ciudadanos, de los
derechos civiles, políticos, económicos y sociales; un saber que conlleva la
idea asociada de que las violaciones de los derechos son injustas y deben ser
penadas y reparadas. Para que estos dos conceptos impliquen una mayor
visibilidad de los tribunales, deben producirse -aún- las siguientes
circunstancias: 1) Que los tribunales sean independientes y que el Derecho procesal
facilite el acceso a los mismos. 2) Que se corrijan las asimetrías en el acceso
a los tribunales, ya que en nuestras sociedades tiene menos acceso a ellos
quien más lo necesita. 3) Que un número significativo de magistrados sienta la
pasión racional de contribuir a la democracia haciendo valer los derechos,
aunque para ello tenga que correr algunos riesgos. Enumero todas estas
condiciones para mostrar que, por esta vía, el protagonismo de los tribunales
no es fácil. Pero lo cierto es que tal protagonismo se está exigiendo
cada vez con mayor insistencia por parte de la sociedad. Y las razones de ello
son complejas.
Primero, las agencias internacionales y ONG de ayuda al
desarrollo nunca han promovido la lucha de los derechos para las clases
populares por miedo a que esa lucha despertara los instintos socialistas que el
“comunismo internacional” acabaría aprovechando. Sólo después de la caída del
Muro de Berlín se produjo la transformación del acceso al Derecho y la
financiación del sistema judicial en prioridad internacional. Terminado el
peligro del “uso político” del acceso al Derecho, era preciso hacer de los
tribunales una herramienta para satisfacer las necesidades de la economía de
mercado.
Segundo, el giro neoliberal hizo que los gobiernos protagonizaran
violaciones, cada vez más graves, del Derecho y de los derechos. Pero siempre
que los tribunales han sido accesibles, los ciudadanos no han perdido su
oportunidad. El ejemplo más notable de ello fue el el tribunal superior de la
India, que ha ocupado un lugar privilegiado en las expectativas de los más
vulnerables, aunque no siempre haya sabido responder a ellas. Recientemente,
los tribunales brasileños también han tenido un papel importante en la
efectividad de algunas políticas sociales, por ejemplo, en las sanitarias.
Y el tercer factor -tal vez, el más decisivo para los
próximos años- es el inconformismo de los ciudadanos ante la eliminación de los
derechos sociales y económicos mientras los medios de comunicación les cuentan
todos los días cómo los ricos no dejan de acumular riqueza, incluso en época de
crisis. La violación de los derechos pasa a ser vista, entonces, como el otro
lado del secuestro de la democracia y los tribunales , y los tribunales como
las instancias del penúltimo recurso antes de la explosión social.
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