viernes, 23 de agosto de 2013

Irreverencia y lealtad



 Por Toby Valderrama y Antonio Aponte

La consigna no pierde vigencia. Cada minuto adquiere carácter de vida o muerte. Es así, Revolución que descuide este mandato está condenada. En los últimos meses se ha tomado un camino que amerita insistir en la urgencia de la "irreverencia y lealtad".

Las señales son ahora claras: al principio se ubicaron en la sensibilidad de algunos, o que eran necesidades aisladas de los medios. Con los días el goteo se transformó en política: salió Mario, las alarmas sonaron, salió Vladimir Acosta, se buscaron excusas, salió El Grano, pescaron a Nolia, sale Nicmer Evans… Ya está definido, es una conducta de persecución a la irreverencia, nace de una debilidad ideológica. Veamos.

La irreverencia y la lealtad no son una concesión o un obsequio que los gobernantes hacen, no es una indulgencia, se trata de un fundamento de la salud de una Revolución. Sin este complejo de "Irreverencia y Lealtad" la Revolución muere por falta de ideas.

Las dos deben ir juntas, forman parte de una conducta, de una ética. Si la irreverencia no va acompañada de la lealtad pierde su razón constructiva, se transforma en ataque, es malsana. Si la lealtad camina sola, sin la compañía de la irreverencia, se transforma en adulación, es sumisión. Y aunque aparentemente los adulantes, los lamedores, son cómodos, aprueban todo, a todo dicen si, en realidad están contribuyendo a la sequía de ideas, a la muerte por pérdida del rumbo. Sólo las ideas pueden abrir caminos, dar objetivos claros. Sin ideas la Revolución sólo puede hacer practicismo y éste irremediablemente conduce a la derrota frente a las ideas burguesas.

En estos días tan difíciles la discusión es imprescindible y la irreverencia y lealtad son base para esa discusión. Lamentablemente la conducta de la Revolución no es revolucionaria, es pequeño burguesa, marginal, considera a la irreverencia agresión, exige sumisión más que lealtad. Frente a la discordancia toma el camino del "gatillo alegre" dispara a mansalva, los argumentos del cierre de programas, destituciones, chismes, grabaciones, han sustituido a las ideas. Así entramos en el territorio del cretinismo donde el recurso de borrar al contrario sustituye a la discusión, en ese terreno brota el fascismo. Cerrar un programa es lo mismo que quemar un libro o llevar a alguien a la hoguera acusado de brujo.

Podemos concluir diciendo que la calidad de unos gobernantes, de un gobierno, se mide por la cantidad de irreverencia que es capaz de soportar, los peores gobiernos son aquellos con la piel irritable en exceso.

Ojalá todo esto que está pasando no sea más que exceso de adulancia de algunos funcionarios subalternos, esperemos que los arcontes que nos dejó Chávez corrijan los entuertos, y se haga una campaña de respeto a la irreverencia, que se considere como un preciado tesoro de la Revolución, de su ética.


¡Sospéchese del adulante! ¡Sospéchese de la falta de crítica! Ese es el camino al barranco.

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