Tomado de Rebelión
“Cuando la lucha es a
muerte, el fiel resiste, el indeciso renuncia,
el cobarde
traiciona..., el burgués se desespera, y el héroe combate”.
Julius Fucik
La sangre inocente derramada por la
acción criminal del Estado se pretende vender como un hecho del pasado. Dejar
la responsabilidad en manos del ex presidente Álvaro Uribe Vélez, como si se
tratase de un periodo ajeno a la historia y presente del país, es política del
actual Gobierno.
La pretensión de exhibir un país ajeno a
la realidad, sin crímenes de Estado y amante de la paz, –la llegada de la luz
después de las sombras–, es la Colombia virtual que se quiere imponer. La
imagen del “Presidente de los Diálogos de Paz”, y no la figura de Juan Manuel
Santos como ex ministro de Defensa de los Falsos Positivos, aparece hoy en la
escena de la farándula política de los mejores lentes de la prensa mundial que
cubren la primicia de los diálogos entre Gobierno y FARC que se adelantan en La
Habana.
Pero el derramamiento de sangre
provocado por el terrorismo de Estado no llegó ni se marchó con Uribe. El ex presidente
solo fue la continuidad histórica de una política sanguinaria, la figura clave
de quienes educan verdugos para sostenerse en el poder, y evitar tocarla la
sangre con las manos que la provocan.
La sangre sigue
derramándose
Muerte y manejo de la imagen
caracterizan al actual Gobierno. Mientras habla de paz ante los micrófonos de
la comunidad internacional, en el Catatumbo emplea tácticas de guerra contra la
población civil: asesina
campesinos , les reprime, tilda de guerrilleros, y obliga a
buscar refugio en otro país, y como cualquier dictadura, también agrede y amenaza a los medios de comunicación
alternativos y al periodismo responsable. Es una práctica de ablandamiento militar
para obligar al “enemigo” (el campesinado desarmado) a sentarse a negociar la
rendición con el vencedor (el Gobierno que dispara).
Pero la táctica falla. Los campesinos
del Catatumbo no retroceden, resisten sin doblegarse ante el tirano, y
reivindican a todos sus muertos al calor de una lucha de casi dos meses que hoy
es ejemplo de valor y dignidad.
Las resistencias campesinas empiezan a
unirse; el Gobierno a repensar la manera de actuar; y los cobardes, y público
despistado en general, a observar atentos el televisor.
Rumores de un Paro Agrario llegan a
oídos de Juan Manuel Santos. La táctica se rediseña; ahora es necesario
exhibirse ante la comunidad internacional como un Gobierno que dialoga y
responde a las necesidades del campesinado. La misión la asume el vicepresidente
Angelino Garzón, “un sobreviviente de la Unión Patriótica” (UP), –frase
favorita de presentación que emplea para confundir y descrestar, al igual que
la remembranza de sus días de dirigente sindical–. La fórmula es siniestra.
Incluir en las filas del Gobierno a un ex sindicalista y sobreviviente del
terrorismo de Estado tiene una finalidad muy simple, posicionar la imagen de un
Gobierno que presume ser de participación amplia e incluyente, y, sobre todo,
amigo de la paz.
Pero los hombres son pasado y presente,
y los sueños que luchan por realizar. Y el presente infame de quienes entregan
los sueños al mejor postor, anuncia que estamos anteel más frío de los
monstruos fríos. Lo afirmamos sin temor a equivocarnos, –y con la ayuda de
Nietzsche–, porque “el Estado miente en todas las lenguas del bien y del
mal. Cuánto dice es mentira, y cuanto tiene es porque lo ha robado”.
Y con el rostro del Vicepresidente
Angelino Garzón miente al pueblo colombiano. Voz pausada y tono conciliador es
su modo de operar. Y ocultar las manos ensangrentadas de este Gobierno, la
tarea a cumplir.
La mesa de diálogo en
el Catatumbo
El levamiento del Paro de los campesinos
del Catatumbo requiere de una lectura que vaya más allá del triunfo de la
movilización y resistencia que obligó al Gobierno colombiano a sentarse a
dialogar en serio. Los diálogos establecidos, aunque son un logro de la lucha
campesina, también deben entenderse como la ficha que juega el Estado
colombiano para tratar de mitigar los efectos que tendrá el Paro Agrario del 19
de agosto.
El giro momentáneo del Gobierno de pasar
de la represión al diálogo, es decir, pasar del ablandamiento militar
a la intensificación del ablandamiento psicológico,
evidencia dos objetivos puntuales.
El primero, ya lo hemos
comentado, cumple la tarea de vender la imagen de un Gobierno que dialoga y
busca soluciones a las necesidades del campesinado. Los efectos a provocar en
la opinión pública son claros: presentar el Paro Agrario como algo innecesario
que debe ser sustituido por las “vías civilizadas” del diálogo con un Gobierno
que está “dando muestras” de escuchar al campesinado.
El segundo
objetivo , mucho más táctico, es dejar al movimiento campesino
del Catatumbo en una encrucijada, en tanto que su participación activa dentro
del Paro comprometería su credibilidad por ser violatorio de los acuerdos de la
mesa de diálogo, y cuyas peticiones presentadas al Gobierno, para el 19 de
agosto, no estarán resueltas a plenitud; es difícil que ello suceda, puesto que
las discusiones tendrán dilataciones propias de un proceso que se establece
entre contrarios (el Gobierno contra el Pueblo).
Lejano entonces se encuentra la mesa de
diálogo en el Catatumbo de ser un “proyecto piloto de paz”, lo es para el
campesinado del Norte de Santander que lucha por la paz con justicia social,
pero para el Gobierno es solo un laboratorio de guerra: hoy reprime; mañana
dialoga de manera táctica para enfrentar el Paro Agrario que se avecina, y
mejorar su imagen ante la comunidad internacional.
El Paro Agrario del 19 de agosto es un
momento histórico para el pueblo colombiano. Corresponde a los distintos
sectores sociales responder a la altura del mismo. Abandonar el oportunismo
reivindicativo particular, y sumarse a la lucha colectiva para transformar la
sociedad, se vislumbra en estos momentos donde el inconformismo y la protesta
afloran dramáticamente en todos los rincones de Colombia. No debemos temer
salir el 19 de agosto con el objetivo de transformar nuestro país, de este Paro
saldrán acuerdos y avances organizativos que nos acercarán a pasos agigantados
hacia el objetivo de construir una Colombia con justicia social. Los campesinos
del Catatumbo han demostrado de lo que son capaces por sí solos, ahora es
momento de demostrar de lo que es capaz la dignidad de un pueblo que decide
confrontar a sus verdugos.
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