“el capitalismo, [...] no es
partidario de que haya seres humanos en todas partes ni de que los seres
humanos lo sean durante toda su vida [...] cada vez que los seres humanos
encuentran una solución, resulta ser un problema para la economía […]
capitalista [que] respira ya de una manera demasiado aparatosa, […] complicada
y problemática, como para que los seres humanos vengan encima a traerle más
problemas. [...] El mercado ha declarado revocable al hombre y debemos asumirlo
como una avanzadísima innovación […] (porque la mejor respuesta a una pregunta
sigue siendo una paliza o un misil)[1]
Santiago
Alba Rico.
La mundialización de la cultura capitalista expresa sus
crisis a través de una pugna violenta entre el espíritu, el estómago y el
bolsillo, que hasta el momento va liderando el último. ¿La razón? El modo más
eficaz de dominar a los individuos es creando un vínculo entre esos tres
elementos, pero controlado por la acumulación parasitaria de capital; es decir,
por el bolsillo. Insisto, no en el acopio de “cosas” (simbólicas) u objetos,
sino en el de todo lo que pueda parecer pertinente echar al bolsillo.
El objetivo de esa fórmula-entuerto es el control y la
actualización del poder sobre los demás; y la sacralización del principio del
éxito posible mediante esa fórmula, insolidaria e individualista que legitime
el despojo masivo hacia la plusvalía parasitaria como esencia misma de esa
cultura. Se expolian derechos, actos de justicia social, todo tipo de cosas
materiales y simbólicas incluyendo a la misma cotidianidad de las mayorías
obligadas a vivir sometidas al interés y el plus valor ajenos. Se expolian los
sueños, la comida y los resultados del trabajo.
Se expolian las ideas; se devastan las ideologías en
función de mantener vacías, sin conexiones sinápticas posibles a la cabeza de
los sometidos, o a someter. La industria imperialista del entretenimiento es la
gangrena del pensamiento. Quizás porque esto sea insuficiente, se está
promoviendo la trans-humanización biotecnológica con vistas a diseñar (bajo la
égida de esa cultura mundializada) al prototipo humanoide que jamás esté
interesado en “salirse” de las normas impuestas a esa pugna antes mencionada.
No basta con que la cultura del capitalismo haya creado
tradiciones que manipulen a la cotidianidad hasta el punto de que existan
acciones sociales en marcha que en vez de trazarse estrategias para el
desmantelamiento del sistema burgués, le “exijan” el aumento de acceso al
mismo; una “democratización” que es ilusoria porque la equidad entre los
ciudadanos es impensable dentro del orden capitalista, sin hacer implotar al
principio básico del modelo angloestadounidense, hoy globalizado, de libertad
en la desigualdad. Sin acopio parasitario de plusvalía, no hay sociedad
capitalista viable. Y lo primero que sobra en el capitalismo es gente con
problemas de bolsillo y de estómago que trastornan al espíritu al separarlo del
pensamiento crítico (la cabeza). En el capitalismo está prohibido pensar; por
eso la gente humilde puede llegar a dudar del cambio radical bolivariano,
anticapitalista; y votar en contra de los movimiento sociales y de la praxis
política que los sostiene; ignorar a quien le enseña a pescar, adorando al
quien le lanza un pescado ciguato, al tiempo que ve ciguatarse, con pasividad,
a la ineludible interacción entre el estómago y el espíritu a través del
pensamiento crítico, que es la única manera coherentemente humana de pensar.
Esa ciguatera se extiende al bolsillo propio para beneficio absoluto del
bolsillo ajeno.
No hay que asombrarse, esa disfuncionalidad puede
manifestarse dentro del mismo espacio socialista, antiimperialista cuando, ante
ciertas dificultades por las que todo proceso atraviesa, los individuos
comienzan a perder su memoria a largo plazo (memoria histórica) y se agarran a
un clavo ardiente de esa fórmula-entuerto. A partir de ahí, la amnesia que
resulta hace que uno comience a discernir a los actos de justicia social
efectivos por su “posible” valor de cambio: el poder bolivariano, chavista y
socialista le asigne una vivienda que después usted revenda al acopio
parasitario de plusvalía capitalista de dos maneras básicas (hay otras): a
cambio de dinero que no alcanzará para salvarnos de la vergüenza ética, ni del
desamparo; o votando por la ultraderecha mientras desguaza como un cromañón
urbano la casa, el apartamento recibido. No hay preocupación con el espíritu,
luego de haberse uno quedado nuevamente en la calle con el estómago vacío y sin
bolsillos el pensamiento se irá también por el tragante del inodoro.
Renunciar al poder y a la dignificación mediante hegemonía
pertinente que lo democratice, con tal de vivir del lado de afuera de la
auto-seclusión burguesa disfrutando la tranquilidad del silencio del dominado,
también ayuda a lograr la paz del espíritu a la hora de la misa.
Todo depende del prelado que dirija la ceremonia.
Siempre (al menos por ahora) habrá una Iglesia para la
actualización y el mantenimiento del poder de los “propietarios” (la
ultraderecha y sus conexos) y otra Iglesia para la materialización de la
justicia social en la Tierra. No confundirse porque en realidad, dios no está
en todos lados.
Los lugares bombardeados por los drones
angloestadounidenses (Obama está una semanita de vacaciones con Michelle en una
“isla de dios” pagada con el dinero para la comida de nuestros estómagos); los
hijos del dios aislados en el infierno centroafricano de Ngoma, las personas
asesinadas por la arrechera ultraderechista venezolana; los indígenas víctimas
de la reacción latifundista; los niños con cáncer en los hospitales cubanos
impedidos de acceder a los medicamentos por obra y gracia del bloqueo angloestadounidense
a Cuba socialista; los mercados populares que se enfrentan a la malversación
burguesa o pseudorevolucionaria; el ejército de desempleados que ha provocado
la crisis capitalista en Europa; la biosfera a medio desguazar por la
depredación del industrialismo imperialista. Los niños por nacer en medio de la
indigencia que esa crisis ha disparado en la cantidad de homeless dentro
de los propios Estados Unidos. Las mujeres vapuleadas por el feminicidio, el
mercado sexual, las drogas y la violencia machista; quizás nada tengan que ver
con la atención de dios (digo el del poder). El apoliticismo de los cultos
populares y la sumisión al poder despolitizándolo es uno de los crímenes más
horrendos perpetrados por la expansión de la cultura del capitalismo.
Y como lo anterior no es suficiente, se actualiza la
tensión de esa pugna entre el espíritu, el estómago y el bolsillo, a favor de
la mundialización capitalista. Hay que reconocer la dificultad de poner a
funcionar el moropo (pensar críticamente) cuando por generaciones los
individuos han sido acostumbrados a la obediencia de las tradiciones de la
cultura capitalista; que propician el enriquecimiento espiritual con el avance
tecnológico de féferes prescindibles en no pocas ocasiones, las grandes fotos a
color de suculentas hamburguesas (con sus papas fritas) confeccionadas, quizás
con algo de carne de rata; el sueño con el auto con que pasear la ciudad
pasándoles por encima a los vendedores ambulantes y a los infelices de a pie. Y
sobre todo, satanizando hasta la idiotez cualquier síntoma de cambio radical
que desmantele al sistema capitalista.
Mientras el bolsillo siga prensando al espíritu contra el
estómago hasta achatar a la cabeza, esa pugna seguirá a favor del bolsillo de
la ultraderecha. La actual globalización capitalista es ultraderechista, Dentro
de dicha pugna, cada vez que usted se mueva le seguirá el aparato que guía al
lanzamiento de las bombas de los drones. Por primera vez en la historia de las
civilizaciones uno pude estar vaciado de sueños, con una sequía brutal en el
espíritu, con el estómago pegado al espinazo y los bolsillos llenos de huecos,
observando con “felicidad” a un avioncito sin piloto que parece la versión
aumentada de un juguete cazándole la pelea para donde quiera que uno se vire. Y
seguir sobreviviendo hasta que le propinen un misilazo.
La economía neoclásica capitalista es muy complicada. Y
más importante que los seres humanos.
Desde el litoral oeste
de La Habana revolucionaria, bolivariana y chavista…
13/08/2013
[1] Santiago
Alba Rico. El placer de ser tan desgraciado como tú. Rebelión. 12/04/2012. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=147834
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