Por: Roland Denis.
¿Para qué sirve le pensamiento crítico?. Para demarcar una
realidad y obligarla a retratarse a ella misma. La crítica se hace desde el
mismo lugar del hecho criticado, solo que lo delimita y lo obliga a
manifestarse como parte de una circunstancia y no el todo de la misma. Pero la
crítica tiene una debilidad intrínseca: necesita que el hecho criticado se
ponga a la altura de ella ya que ella misma no puede ser otra cosa que una
mirada desde afuera que busca develar al mundo criticado, hasta el punto y de
acuerdo a la profundidad de la misma, de reconstruirlo en pedazos y hacer ver
su verdadera naturaleza (lo concreto en sus múltiples determinaciones como
decía Marx). Estamos entonces ante un procedimiento polémico que no busca ni
empate ni consenso sino simplemente manifestar posiciones ante el hecho y
esperar que ese mismo hecho produzca su respuesta para delinear el camino
subsiguiente del procedimiento crítico. Por ello no en vano del pensamiento crítico
han surgido extraordinarias y maravillosas obras del pensamiento humano, pero
es también una costumbre libertaria del pensamiento que no se olvida jamás de
su papel fundamental como la necesidad de encontrar nuevos horizontes para ella
misma.
Estemos conscientes entonces de que la actividad crítica
necesita de un ambiente particular para no morir, para no perder su sentido o
en el peor de los casos desaparecer aplastada entre todas las maldades humanas
posibles. Y el ambiente primario, no encontrándonos bajo el horror del
despotismo, es que ella se despliegue, produzca o profundice el debate
imprescindible y luego reciba la respuesta de la víctima de la critica y allí
veremos. ¿Qué viene pasando, cosa que por cierto se percibe con mucho mas
ahínco con la desaparición oficial y física de Chávez?. Que el hecho critico
sencillamente ya no es contestado, es simplemente obviado y en algunos casos
silenciado. Estamos entrando desde ese punto de vista dentro de una tierra
insípida donde existen infinidad de problemas sociales y productivos que vienen
desencadenando verdaderas confrontaciones locales entre el aparato de gobierno
y el pueblo en lucha y que luego son denunciados por la crítica tradicional de
la palabra escrita, vista y oída, pero que no obtienen la más mínima respuesta
oficial. El aparato de mando oficial simplemente obvia la realidad en sus
dimensiones conflictivas y se convierte a sí mismo en una palabrería hueca,
propagandística como nunca, politiquera (su única discusión es con su par tan o
más vaciado de la oposición) que en varios casos deja ver su arrogancia con
toda prestancia como es la inauguración de una institución de “altos estudios
Hugo Chávez” cuyo papel entre otros es direccionar y “dasanarquizar” la crítica
en palabras del mismo Nicolás (eso no lo lograron ni los faraones de Egipto,
pregúntele al profeta Moisés. Mucho más difícil que lo logre nuestro nuevo
presidente).
Muere entonces el sentido, despliegue y terreno fértil de la
actividad crítica y autocrítica, bastante difícil y criminalizada bajo los
tiempos de Chávez pero sin duda viva y llena de sentido. ¿Cuál es el siguiente
paso entonces en esta “dialéctica de la crítica”?. No estamos sugiriendo ningún
otro estilo o estrategia en particular al pensamiento crítico como tal, muchos
menos a la simple denuncia a los agentes del poder constituido. El siguiente
paso no es intelectual propio del sujeto que sistematiza la crítica, por el
contrario hay que verlo en la realidad y en el choque de clases como tal. Es
importante detectar de qué manera la actividad crítica como práctica de lucha
se desliza hacia un nuevo escenario político y colectivo dándole vida a su
evolución conflictiva y dialéctica, esa necesidad negarse para buscar allí su
propia reafirmación.
El paso que se constata tiende mas bien a ser una
confirmación de la tendencia inexorable a una agudización del conflicto de
clase que en este caso se expresa a través de la ventana de la palabra. Viene
sucediendo en cada rincón del país que por un lado “la asamblea del pueblo”, es
decir, el lugar más inmediato de manifestación del decir colectivo, ya no
esconde su disconformidad y la rabia aumentada frente a su polo más inmediato
de confrontación que es la burocracia. Los viejos miedos aunque aún presentes
empiezan a disiparse y la asamblea tiende a convertirse en un verdadero lugar
de insubordinación de multitudes. Todavía los dineros inorgánicos que los
pagamos con una inflación desatada (mecanismo jamás admitido) alguna capacidad
tienen de callar y corromper individuos. Es el aplauso tonto que reciben los
gobernantes cada vez que anuncian el traslado de determinada cantidad de
millones ante una reunión de obedientes militantes que fueron allí para eso;
postración de la cual no sale gran parte del movimiento popular. Pero este ciclo
del silencio por dinero ya se acaba, se alza la asamblea, retoma su condición
política y de clase, y poco a poco la critica imposible de fluir en el debate
llano y abierto pasa a convertirse en acción directa y denuncia utilizando
todavía lo mecanismos que el estado de derecho permite formalmente. Es la
critica de la insubordinación a unos poderes que definitivamente ni administran
ni socializan, no sirven a ninguna otra revolución que nos sea la que ellos
mismos propagandizan.
Casos como la denuncia a la contaminación de las salinas de
Araya efectuada a paso a paso por los trabajadores en función de hacer ver la
pobredumbre de las gerencias de una cosa llamada “PDVSA industrial”, o con
mucha mas virulencia el alzamiento de los trabajadores de “Aceites Diana”
frente a la imposición de gerentes salidos directico de la corrupción privada y
oficial, la confrontación el campesinado y el INTI en Lara y pare de contar,
nos dan a ver un salto de la crítica hacia la acción y la utilización de la
denuncia legalizada como último mecanismo pacífico posible. Se acabaron los
foros de debate, los artículos y declaraciones como mecanismo reales de
presión, el poder obvia y calla, cuando mucho acusa. La crítica por ahora se
juega en el mismo estado de derecho que nos toca reconocer por ahora y
paralelamente a la acción directa, en función de forzar la mesa de negociación.
Esta es la crítica del insubordinado y el salto dialéctico que vivimos dentro
de ella misma.
Ahora bien, ¿será posible aguantar las cosas hasta allí?. Demasiadas
cosas están en juego, lo que sí es cierto que visto hasta desde un punto de
vista “nacionalista” la única salida que tiene este país es el de la revolución
social, estando completamente superada la etapa de “revolución democrática” que
garantizamos en menos de un año en el año 99 con la constituyente. No hay otra
salida al desfalco de recursos, el saqueo de la tierra y la completa
improductividad, a lo cual nos tiene sometidos el “estado petrolero y
corporativo” que una verdadera revolución social. Si el gobierno-estado toma
conciencia de ello entenderá que esta fase dura de la crítica que empieza a
nacer tiene que ser respondida positivamente de poder a poder. Su arrogancia
parece decirnos que será todo lo contrario y no queda mucho tiempo para rectificar.
De hecho, la situación nos anuncia de un desgaste por medio de la cual la gran
burguesía en cualquier momento puede acabar con esta historia, contando con la
complicidad de inmensas franjas más que descompuestas del chavismo gobernante,
que ya son sus socios de negocio. El contexto de “estanflación” (inflación y
decrecimiento) es el detonante justificatorio y la ira colectiva el escenario.
La crítica por tanto tiene toda la razón de endurecerse sin piedad ni
complicidades estúpidas o ilusorias en una paz condicionada a la respuesta. ¿Y
si no?...No hay otra, antes de que “Ellos”, los “hijos de puta” en lenguaje de
Pancho Villa, quieran finiquitar esta historia que ya pasa de los veinte años
de crisis revolucionaria, a sangre y fuego, utilizando hasta el magnicidio como
vía de provocación de la guerra bajo su control, nacerá entre el “Nosotros” la
última crítica posible que el “la crítica de las armas”, la critica efectiva
del pueblo insubordinado y armado. Cuando la palabra del buen y productivo debate
le matan su propio terreno, cuando ni siquiera la palabra formal y legal es
respondida con respeto y de forma progresiva, y además todo el contexto
económico-político tiende a realzar la “razón burguesa” como salida a los
“caos” que tanto les gusta, no hay otra compañeros.
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