Por: Carlos Carcione,
Stalin Pérez, Juan García, Zuleika Matamoros, Gonzalo Gómez, Alexander Marín
Marea Socialista, Venezuela
Desde el 21 de agosto pasado Siria ha vuelto a la primera
plana de la prensa mundial. El asesinato de más de 1400 personas con armas
químicas dio la excusa a Obama para lanzar una amenaza de intervención criminal
de Estados Unidos contra ese ya castigado país del Medio Oriente. Amenaza en la
que ha quedado atrapado y que por eso mismo es mucho más peligrosa.
Cien mil muertos, medio millón de heridos y lisiados, más de
un millón (si contamos solo los menores de 18 años) de desplazados son las
víctimas cobradas desde marzo de 2011 por la dictadura de Bashar Al Assad y
hacen del conflicto sirio el más trágico de lo que lo que va del Siglo XXI.
Estos son datos recogidos por informes
de ACNUR y que hasta el día de hoy nadie cuestiona.
La intervención militar de Estados Unidos vendría a sumar a
esta tragedia una cuota extraordinaria de barbarie y la probabilidad cierta de
un estallido de alcance regional de consecuencias incalculables.
Para los que miramos desde fuera, sin sentir en carne propia
la angustia de la violencia cotidiana,
el dolor y el odio por la pérdida diaria de familiares, amigos o
compañeros, la desolación por la destrucción del que en otros tiempos pudo
conocerse como “el país de la canela”, el debate desata la pasión y la urgencia
por el peligro que para la humanidad encierra la agresión imperial.
¿Cómo podemos ayudar a que se detenga la masacre interior?
¿Qué hacer para impedir la intervención imperialista que provocará un nuevo y
extraordinario salto en la espiral de violencia que sufrirán en primer lugar
los pueblos sirio y de la región? ¿Qué hacer para ayudar a que ese pueblo, que
se alzó contra décadas de opresión consiga su objetivo? Las respuestas a estas
y otras preguntas cruzan los agrios debates que se están desarrollando en la
llamada “izquierda” mundial.
La crisis de dominación del sistema del capital,
desatada a partir de la crisis
financiera de 2007, ha abierto un nuevo período de rebeliones. Un periodo de luchas y manifestaciones, que
han desatado procesos revolucionarios contra gobiernos y regímenes en distintos
países del mundo y que colocan en cuestionamiento las organizaciones políticas
tradicionales y las propias
instituciones de la gobernabilidad capitalista. Pero también de contrarrevoluciones
y guerras que pretenden aplastar un proceso de ascenso inusitado de las luchas
de los pueblos y su inherente disposición de cambio.
En esta nueva etapa mundial, la Primavera Árabe, es decir, el
proceso de revoluciones democráticas y anticapitalistas que liquidó el viejo
Status Quo de más de cinco décadas en el Cercano y Medio Oriente, es el primer
laboratorio regional del enfrentamiento entre Revolución y Contrarrevolución.
El costo en vidas humanas que está teniendo esta barbarie impulsada por
dictadores, monarcas, el estado nazi de Israel y jefes del imperialismo mundial
será inútil si no aprendemos de las amargas lecciones que estos procesos nos
dejan.
En nuestra opinión estamos frente a la presencia de un
proceso de larga duración que tendrá en su desarrollo avances y retrocesos. Un
proceso que con sus particularidades, ritmos diferentes y tiempos distintos se
seguirá extendiendo como una mancha de aceite. Por eso, lo que la intervención
militar directa que el imperialismo norteamericano prepara para Siria contiene
entre otros objetivos, darle un golpe a un proceso revolucionario regional cuyo
antecedente hay que buscarlo en la crisis estructural del capitalismo
evidenciada y abierta a partir del 2007.
Identificar las causas de fondo del conflicto actual. Definir
a los sectores en disputa y el papel de
cada fuerza actuante. Entender la dinámica interna de las fuerzas desatadas.
Construir una solidaridad activa para apoyar a los revolucionarios que allí
luchan son parte de las asignaturas del debate que debemos enfrentar para despejar la oscuridad provocada a través
de los grandes medios de propaganda
imperialista y la de la dictadura
hereditaria siria y sus aliados. El aporte que aspiramos a realizar con este
texto, corriendo el riesgo de ser unilaterales, debe ser tomado desde la
ubicación que tenemos en la Venezuela Bolivariana y de nuestra lucha en defensa
de las conquistas del proceso revolucionario en nuestro país.
Siria: Capítulo
nacional de la revolución árabe
El estallido en marzo de 2011 de las primeras manifestaciones
populares en Siria siguió, con sus particularidades, el modelo y los objetivos
de las rebeliones de Túnez y Egipto. Movilizaciones populares que se convierten
en rebeliones masivas exigiendo libertades, reclamos sociales y dignidad.
Para ese momento la onda expansiva de lo que se llamó
Primavera Árabe abarcaba varios países de la región: Yemen, Marruecos, Bahréin,
Libia, además de los ya citados Túnez y Egipto. Nadie se atrevía a hablar
entonces, en el caso Sirio, de una intervención extranjera, exceptuando la de
la participación de Rusia que apoya desde siempre militarmente al régimen de
Damasco. Mientras tanto, en el primer mes de movilizaciones la represión
desatada por el gobierno sirio alcanzó la cifra de 3000 asesinados entre los
manifestantes.
La oposición semi
legal, tolerada por el gobierno de la familia Assad, acudió en su auxilio y planificaron en común
una relativa y manipulada apertura que derivaría en una nueva Constitución
consensuada para maquillar el régimen.
Esto no impidió el incremento de una desproporcionada y cruel represión que acumulaba víctimas por
centenares semana a semana, tampoco detuvo la rebelión que había tomado cuerpo
y que fue creciendo en número y combatividad. A medida que se desarrollan los
acontecimientos, las supuestas reformas que habían sido acordadas con esa
oposición pusilánime son consideradas innecesarias por Assad, con el argumento
cínico de que el pueblo sirio no las pide.
La intervención criminal de la OTAN en Libia, la reabsorción
brutal de
l proceso en Yemen, las reformas cosméticas en Marruecos, el
aplastamiento por parte de las fuerzas de Arabia Saudita en Bahréin, el
crescendo cruel de violencia en Siria, y el Golpe de Estado en Egipto, no han
detenido hasta hoy la rebelión que había
derrocado a Ben Alí y a Mubarak, ni han “estabilizado” la región.
Por el contrario a meses de haberse desatado, ese proceso
liquidó el viejo status quo construido trabajosamente en la región por Estados
Unidos, sus aliados occidentales, Israel y las monarquías y dictaduras que
gobiernan ese espacio en los últimos cincuenta años. Status Quo que desde sus
inicios apoyó la hoy desaparecida URSS. Status Quo que se resquebrajó desde la
Revolución Iraní contra el Sha de Persia, y que volvió a intentar restablecer
Bush hijo, con la invasión contra Irak, donde fracasó. Entre enero y junio de
2011, en apenas seis meses, este tablero maltrecho pero sostenido por décadas,
que aseguraba al imperialismo el control de una región estratégica por sus
recursos naturales y su ubicación geográfica, voló por los aires.
Este es el marco en el que la Revolución Siria se transforma
en guerra civil o conflicto armado y se convierte en terreno para la
intervención trágica de potencias mundiales y regionales. En primer lugar y
desde el momento mismo del estallido de la revolución, el apoyo con armas y
pertrechos por parte de la Federación Rusa a un gobierno supuestamente
“legitimo” para el “derecho
internacional”, pero que ha demostrado a
lo largo de casi tres años y a los ojos de los que lo quieran ver, su carácter de régimen genocida. Mientras
tanto el círculo del horror se completa con la amenaza estadounidense de
destrucción masiva actual.
Una guerra civil
atípica
La guerra civil en Estados Unidos a finales del siglo XIX, la
Rusa después de la Revolución Bolchevique o la Española entre republicanos y
franquistas, por mencionar algunos ejemplos, contaban por cada uno de los
sectores en disputa con centros políticos y centros de mando militar
relativamente concentrados. No es esta la situación del campo rebelde en la
guerra civil en Siria.
La evolución de la Revolución Siria, siguió el patrón de la
Primavera Árabe. Movilizaciones multitudinarias se extendieron desde las
ciudades donde se inició la rebelión hacia el resto del país. El carácter
pacífico de las manifestaciones fue defendido desde los Comités de Coordinación Locales hasta que
la represión pasó de los francotiradores y los asesinatos en las calles a la
intervención directa de las fuerzas armadas del régimen como ejército de
ocupación en su propio país, utilizando todo el armamento del que dispone uno
de los ejércitos mejor armados de la región. Las manifestaciones pacíficas
dieron paso a la defensa armada por parte de la población que intentó e intenta
resistir en el interior. Pero esta defensa
es atomizada, local y extremadamente defensiva.
Las deserciones en las fuerzas armadas del régimen toman
impulso en repudio a las primeras masacres, un centro militar del Ejército
Sirio Libre (ESL) se instaló en Turquía y comenzó el intento de organización de
una fuerza de defensa de la revolución.
Sin embargo las brigadas del ESL, que actúan en el interior, lo hacen de
acuerdo al criterio de las necesidades locales de defensa sin responder a un
plan general y un comando único que por otra parte no existe.
Sin un centro nacional único de la rebelión en el país, con
la dirección política en el exterior paralizada por diferencias políticas y
tácticas insalvables, con sus fuerzas militares actuando sin conexión y sin
mando central, en esta situación, la participación de las milicias extranjeras
sectarias y extremistas responden a los que las financian, arman y conducen
política e ideológicamente, siguiendo sus propios intereses. Estas fuerzas extremistas takfiries, que son
financiadas por Qatar y Arabia Saudí, como las milicias que en occidente son
conocidas como Al Qaida, actúan de acuerdo a los intereses de esas monarquías,
tratando de orientar la guerra de acuerdo a ellos, pero sus objetivos y
concepción son rechazados por el pueblo Sirio.
De hecho el pueblo revolucionario sirio sin haber podido
construir una dirección política centralizada
ni un mando militar único, fue empujado a cambiar el carácter pacífico
de sus movilizaciones por una defensa armada de la revolución para enfrentar la
brutalidad del régimen. Más que en presencia de una guerra civil clásica
estamos frente a la defensa armada de una revolución atacada ferozmente con
toda la fuerza de destrucción que sostiene al Estado.
Rechazamos la
intervención imperialista porque va en contra de la revolución
Al contrario de lo que sostiene Assad, el objetivo principal
de la intervención militar que está planificando Estados Unidos, no es el
derrocamiento del régimen sirio. Obama afirma que lo que busca es una acción de
castigo sobre Damasco, aunque en realidad no hay por qué creerle. Por el
contrario la caída de Assad podría ser considerada por el imperialismo como un daño colateral, si es
que se llega a producir como consecuencia de su intervención militar.
La preocupación principal del viejo y debilitado imperialismo
aún dominante en el mundo, es la incertidumbre que planea sobre esa región, la
actuación de tantas fuerzas con intereses propios: Rusia, China, Irán, Israel,
Hizbullah, Arabia Saudí, Al Qaida, etcétera.
Ninguna de las cuales, excepto Israel, según la lógica imperialista
norteamericana, debe imponerse sobre las otras, a riesgo de cuestionar el
dominio mundial gringo.
Por otra parte, como principal fuerza contrarrevolucionaria
que es, Estados Unidos no puede permitir que el proceso de rebelión regional se
desarrolle. Por eso justifica y trata amistosamente al gobierno surgido del
Golpe Militar de Egipto, acompaña la experiencia de las variantes musulmanas
subordinadas al capital, como en el caso de Túnez o antes Mursi también en
Egipto. Facilitó la represión en Yemen y alentó a Arabia Saudí a intervenir
militarmente en Bahréin.
No es el supuesto y ya rancio “antiimperialismo” de la
dictadura de Damasco lo que preocupa a Obama. Ni el falso socialismo que lleva
en el nombre el partido estado que gobierna Siria, un país que antes de
iniciado el conflicto tenía más del 40% de su población debajo de la línea de
pobreza. Tampoco un plan programado, paso a paso, para dominar la región. Sino
la certeza de que la prolongación de la rebelión iniciada en Túnez a finales
del 2010 y que se extendió por esa zona proverbialmente explosiva del planeta,
puede acabar con los regímenes totalitarios o títeres que oprimen a esos
pueblos abriendo paso al cuestionamiento a la existencia misma del criminal
Estado de Israel.
Por eso, porque apoyamos esos pueblos y ese proceso
revolucionario que Obama también castigará con su intervención en el cuerpo del
hoy sufrido y heroico pueblo rebelde sirio, es que rechazamos contundentemente
la intervención imperialista.
La equivocada
argumentación de los camaradas que confían en Bashar Al Assad
Para los camaradas que ven como imperialista y genocida
solamente a Estados Unidos, el mundo es un lugar sencillo y predecible y la
historia se repite como una rueda sin fin. Ven la realidad internacional como
en una fotografía blanco y negro entre las intenciones, deseos y políticas de
Obama o quien fuese el presidente yanqui y por otro lado el resto de la
humanidad. No se han enterado aún de la caída de la URSS. El fin de la Guerra
Fría. Ni de la restauración capitalista en Rusia y China. Ni de la crisis
mundial que estalló en 2007 y que es la más grave de los últimos cien años.
Cierran sus ojos a un proceso de rebelión regional que lleva ya más de dos años
y medio. Y cuando hablan de él lo hacen argumentando que es solo un plan
pensado meticulosamente por Estados Unidos cuyo poder presentan como omnímodo,
despreciando así las rebeliones populares.
La argumentación de estos sectores se basa fundamentalmente
en negar los hechos de la realidad. Para ellos, no hay guerra civil en Siria, sin embargo publican fotografías de
“rebeldes asesinando soldados sirios”. No hubo armas químicas, pero en todo
caso afirman que: “solo pudieron haberlas lanzado los “rebeldes””. Identifican como iguales a las brigadas de
fuerzas fundamentalistas extranjeras que operan al margen de los objetivos
revolucionarios y al pueblo sirio rebelado y por eso justifican la represión de
Assad contra el pueblo sirio.
Afirman que si no se defiende a Bashar al Assad se está
necesariamente del lado de la intervención imperialista. Sostienen que no hay
un sector masivo del pueblo sirio que rechace al régimen y como prueba de ello
dicen que Assad sigue en el gobierno, pero ocultan que el régimen se
mantiene sobre la base de un genocidio,
contra un pueblo mal armado y sobre la destrucción de gran parte del país.
No hablan de los datos aportados por las instancias de la ONU
como la ACNUR, que cuentan a las víctimas en más de cien mil muertos, dos
millones de desplazados y medio millón de heridos. Pero le piden a la ONU el
informe de sus inspectores sobre las armas químicas y una solución política al
conflicto. Conflicto que por cierto niegan.
Y aquellos a los que no les da el estómago para negar el
carácter dictatorial del régimen de la república hereditaria, justifican su
defensa como el “mal menor”.
Esta visión conspirativa y superficial de la historia, es al
mismo tiempo intolerante con quienes desde el mismo campo de rechazo a la
intervención imperialista pensamos distinto y no aceptamos defender a la
familia Assad. Y cuando sus argumentos son desbordados recurren a la
descalificación, la denuncia infundada y la criminalización de las opiniones
diferentes.
La necesidad de hacer
escuchar la voz de la izquierda radical
No pretendemos, y creemos que sería un error y una falta de respeto hacia los que luchan
en la región, entrar en debates tácticos. Creemos que debemos respetar las
posiciones de los que desde los procesos, defienden las propuestas
revolucionarias. Por eso llamamos a difundir
la declaración que se puede ver siguiendo el link. http://www.aporrea.org/internacionales/a172918.html.
Es un texto que firman varias organizaciones de diversos países de la región,
entre ellos Siria,
Sin embargo no podemos quedarnos limitados a dar muestras de
rechazo contra la intervención imperialista y de solidaridad con el pueblo
sirio en lucha. Somos muchos en el mundo los que desde el principio de la
Primera Árabe apoyamos incondicionalmente esas rebeliones. Pero lo venimos
haciendo de manera aislada y cada uno de
nosotros desde los países en los que hacemos vida.
El rescate de la tradición internacionalista de los que
luchamos contra el capital es una tarea fundamental para enfrentar los nuevos
tiempos que se están desarrollando. Un primer paso para rescatar esa tradición
es la necesidad de intentar crear espacios de debate y acción solidaria comunes
y de impacto internacional.
Si no actuamos, la posición que hoy sostienen sectores de la
izquierda mundial de apoyo al régimen sirio será una deuda que el movimiento de
masas pretenderá cobrar sin distinciones a todos los que nos proclamamos de
izquierda.
Es una necesidad que la voz de la izquierda radical sea
escuchada con la verdadera potencia que tiene. Para que los pueblos que luchan
en el mundo vean que hay una izquierda distinta: plural, democrática,
anticapitalista. Verdaderamente comprometida contra la brutalidad imperialista
y toda forma de barbarie.
Detrás de la nube tóxica que hoy cubre la vida y la muerte
cotidiana del pueblo sirio rebelde, nuestro deber es dar pasos hacia un
reagrupamiento internacional de la izquierda radical que actué de amplificación
del grito de libertad y dignidad que se levanta desde lo más profundo de la
memoria colectiva de los pueblos que luchan.
Una aclaración
necesaria sobre la descalificación de Santiago Alba Rico
Lamentablemente desde el interior de nuestro Proceso
Bolivariano se han levantado voces que atacan a Santiago Alba Rico.
Distorsionando sus posiciones, las utilizan para la descalificación y como
supuestas pruebas de una postura pro imperialista. Son los mismos que al
agotarse sus argumentos descalifican al que piensa distinto y pretenden sembrar la duda sobre su honestidad intelectual y
política, dejándolo al borde de la acusación de agente imperialista.
Santiago Alba Rico, vive en Túnez, es escritor, filósofo y
militante de la Primavera Árabe. Amigo de la Revolución Bolivariana y estuvo en
varias oportunidades en el país invitado por el gobierno del presidente Chávez
para participar como jurado del Premio Libertador al Pensamiento Crítico. Hizo
parte del comité organizador del último del Foro Contra la Deuda de los Países
del Mediterráneo realizado en Túnez.
Integrante de la Flotilla de la Libertad de solidaridad activa con
Palestina. Es amigo de la Revolución Cubana y de los procesos que enfrentaron
al neoliberalismo en América Latina. En
un artículo reciente, Atilio Borón, Premio Libertador al Pensamiento Crítico
2013, aunque no coincide con su posición defendió su integridad de militante de
izquierda.
Marea Socialista, que cuenta a Santiago entre uno de sus
amigos en el ámbito internacional, quiere expresar hacia él su solidaridad. Al mismo
tiempo que rechaza todo tipo de descalificación en el debate de ideas, igual la
intención de supresión del
internacionalismo crítico y la pretendida instalación de un pensamiento
único basado en ilusiones dogmáticas y
no en los hechos de la realidad honestamente investigados y comprobados.
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