miércoles, 4 de septiembre de 2013

De la “otra” dominación.

  Desde el litoral oeste de La Habana revolucionaria, socialista, martiana y chavista... Una lectura sobre el Control Obrero y la situación gerencial de la Empresa Aceites Diana
                  
                                            Por Víctor Andrés Gómez Rodríguez


“la transición es una revolución social en la que los trabajadores conquistan una vida política democrática basada tanto en formas de organización política como en formas de organización económica propias o, de otro modo, es un tránsito hacia otra dominación."

                                                                                        Julio César Guanche.

“No se trata de Capitalismo de Estado. Y ustedes tienen un papel vital que jugar allí en el tema del Control Obrero, la auto-gestión obrera, la co-gestión obrera socialista en las empresas, no deben ser del Estado, sino empresas del pueblo. Manejadas por los trabajadores del pueblo. No del Estado. Trabajadores del pueblo que tienen que rendirle cuentas al pueblo. Control Obrero es Control Obrero”

                                                                                      Hugo Rafael Chávez Frías.



No se trata de la diosa helénica de la caza. Sino de una empresa venezolana integrada por trabajadores revolucionarios, bolivarianos y chavistas que se proponen de común hacerse cargo de la misma nombrando –de entre ellos- a su propia gerencia; ser ellos mismos quienes directamente controlen y mantengan la “defensa del esquema de Control Obrero, luego de rechazar la destitución, por parte del Ministro, del gerente de empresa, el cual había sido nombrado por los propios trabajadores […] argumentan que las decisiones en dicha empresa deben ser consultadas con ellos.”[i]

El capitalismo, Ministro, domina desde el acopio parasitario de capital que se manifiesta en su sacerdocio. La suntuosidad de ese acopio es un culto que implica a una convocatoria a través de la pacificación mental.[ii]

Bojeemos al fundamento de la actual hegemonía imperialista. Si el capitalismo es un culto, que convoca a la fe o fide[iii] de otro u otros; acopia confirmaciones de "asistencia" a esa convocatoria.[iv] Es discernible como culto cuyo dios es el dinero (banco=Iglesia); y fundamento en el que descansa la su convocatoria. Aun cuando se le asume a regañadientes o se le objeta en la res-pública; sin la disposición política de desmantelarlo como sistema y como culto.

La auto-satanización del sujeto social dominado (colectivo) –los trabajadores-, mediante referencias que de él impone el dominador (ídem), negocia fantasías del culto al dólar, de sobrevivir a una crisis interna, desde el sentido burgués que dificulte, aún más, la transición socialista con la praxis política pertinente. Lo que negocia, en realidad, es el desmantelamiento de la cotidianidad local y regional (la integración). Sería ingenuo ignorar que una parte de la gente “migra” con terquedad fantasiosa hacia un “centro” capitalista que promueven sus referentes. La pugna entre el calendario capitalista y el tiempo libre de los individuos se atempera hasta lo amorfo cuando el dominado comienza a manifestarse en dicha pugna, ubicado en un punto que no moleste demasiado a la dominación –es decir, cuando somete todo el control y la propiedad de su trabajo al dominador: se esté o no de acuerdo con lo que él comunica, en virtud del tiempo que (uno le) entrega. En la manifestación del culto, el peligro está en que tales acciones invoquen al derecho a la plusvalía sin vínculo con el trabajo propio (rentismo Improductivo) que justifique la existencia alienante de relaciones sociales de producción capitalista. El ahínco por acopiar plusvalía del trabajo ajeno es uno de los objetivos fundamentales que persiguen el culto capitalista al dólar angloestadounidense, su acopio de capital, su obsesión por la propiedad privada y las relaciones de producción capitalista.

Si el ministro que atiende la esfera social a la que pertenece la empresa Diana, entiende que por razones de seguridad no deben ser los mismos trabajadores quienes controlen su centro de producción, con todo el respeto, es un infiltrado de la ultraderecha o recién llegó de criar canguros en la selva australiana. En Cuba sabemos de las nefastas consecuencias que trae el que Estado sea el “dueño” de los medios y modos de producción –con bloqueo criminal yanqui de por medio. En la Venezuela bolivariana y chavista nos iremos montando en el carro del socialismo (en tanto transición) cuando se convierta en algo común por ineludible que los propios trabajadores se asocien en comunas o cooperativas para hacerse cargo ellos mismos de su trabajo y del destino de su producción, en consenso con la administración estatal de la sociedad socialista. De lo contrario, lamentablemente, el Estado será otro explotador. La otra dominación.

No creo que deba existir temor a que el trabajador adquiera todo lo que pueda con el resultado de su trabajo. No creo que el problema sea alcanzar su sueño o su “pesadilla” personal por ciudadano libre, con el fruto de su esfuerzo honesto, personal en la reproducción de la decencia durante la socialización productiva indispensable al proyecto del socialismo bolivariano; el problema será tratar de vivir a costas del sudor del lomo ajeno, de una renta improductiva que evada los compromisos sociales. Más que en el acopio de objetos, la dominación imperialista descansa en la convocatoria a un rentismo que disperse a la socialización productiva necesaria al socialismo; es decir que equivalga:

a construir […] en cada instancia productiva la imposibilidad de la explotación […]: «la propiedad capitalista significa no el derecho de disponer de objetos, sino el derecho a un ingreso sin trabajo, a una plusvalía», «la supresión de la explotación, la supresión de este derecho [a la plusvalía improductiva], es […] la supresión del valor capitalista, la confiscación del capital», «si el proletariado mejora tanto sus condiciones de trabajo que las compañías ya no proporcionan una ganancia sobre el capital, su valor capitalista caerá a cero; las fábricas pueden ser útiles para la sociedad, pero habrán perdido su valor para los capitalistas», «ésta es la expropiación que Marx contemplaba»”[v]

Señor Ministro del Poder Popular para Alimentación, Félix Osorio, el patrimonio no es del Estado, sino del pueblo (el soberano); no puede ser manejado, custodiado, como en el caso de Diana, sino  por el colectivo de trabajadores que labora allí, pagando los impuestos que sean legalmente necesarios, y en consenso con la administración del Estado. Convirtiendo a ese centro en un espacio para la socialización productiva que exige el socialismo del siglo XXI (no es un concepto tan vago como algunos dicen por ahí). Claro, siempre que no se caiga en la convocatoria del culto capitalista al dinero. La revolución no la hacen los Estados sino el pueblo revolucionario, políticamente organizado; nada de decir “la masa” que es algo vulgar y suena a entuerto del liberalismo.







[i] Ver: (VIDEO) Ministro Osorio a trabajadores de Diana: "el patrimonio del Estado no puede ser manejado por trabajadores". Aporrea.org. 13/08/13 - http://www.aporrea.org/trabajadores/n234442.html
[ii] “el capitalismo no es sólo, como afirma Weber, una secularización de la fe protestante, sino que él mismo es esencialmente un fenómeno religioso, que se desarrolla como parásito a partir del cristianismo. Como […] religión de la modernidad, se define por […] [ser] una religión de culto. […] Todo en ella tiene significado sólo con referencia al cumplimiento de un culto, no con un dogma o una idea. […] Es un culto permanente […]. No es posible aquí distinguir entre días festivos y días laborables, sólo hay un único e ininterrumpido día de fiesta-trabajo en el que el trabajo coincide con la celebración del culto; [calendario impuesto contra el tiempo libre de los individuos] […] El culto capitalista […], [es una] monstruosa conciencia culpable que no conoce la redención [y] se convierte en culto, no para expiar en éste su culpa sino para hacerla universal... y para atrapar al final a Dios mismo en la culpa... […] el capitalismo como religión no tiende a la transformación del mundo sino a su destrucción” Giorgio Agamben. Walter Benjamin y el capitalismo como religión. lostraniero.net. Traducido por S. Seguí. http://www.lostraniero.net/archivio-2013/152-maggio-2013-n-155/803-un-commento-oggi.html .
[iii] Giorgio Agamben. Ibidem.
[iv] Fundamento del secuestro, la “fe” [pistis] no es más que el crédito de que gozamos ante Dios y del que la palabra de Dios goza en nosotros desde el momento en que creemos en él […] “la fe es la sustancia de las cosas esperadas”: […] da credibilidad a la realidad y a lo que no existe todavía, pero en lo que creemos y tenemos fe, en lo que hemos puesto en juego nuestro crédito y nuestra palabra. Creditum es el participio pasado del verbo latino credere: es aquello en lo que creemos, en lo que ponemos nuestra fe, cuando establecemos una relación de confianza con alguien tomándolo bajo nuestra protección o prestándoles dinero, confiándonos a su protección o tomando dinero prestado […]; la antiquísima institución indoeuropea que Benveniste ha reconstruido, la “fidelidad personal”: “El que detiene la fides puesta en él por un hombre tiene en su poder a este hombre ... En su forma primitiva, esta relación implica una reciprocidad: poner nuestra fides en alguien procuraba, a su vez, su garantía y su ayuda […] [Entonces, el capitalismo es:] una religión basada enteramente en la fe, una religión cuyos seguidores viven sola fide (sólo por medio de la fe) […] desde el punto de vista de la fe, el capitalismo no tiene objeto: cree en el hecho puro de creer, en el puro crédito (believes in pure belief), es decir: en el dinero. El capitalismo es, por ello, una religión en la cual la fe –el crédito– ha sustituido a Dios […] en tanto que la forma pura del crédito es dinero, es una religión cuyo dios es el dinero [… ] el banco, que no es más que una máquina de fabricar y manejar crédito, ha tomado el lugar de la iglesia y, mediante la regulación del crédito, manipula y administra la fe –la escasa e incierta confianza– que nuestro tiempo todavía tiene en sí mismo.” Giorgio Agamben. Ibidem.
[v] Julio César Guanche: Todo lo que existe merece perecer (o una pregunta distinta sobre la democracia). En: RUTH. CUADERNOS DE PENSAMIENTO CRÍTICO. No. 1/2008. Pág. 232.  

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