Por Emilio Farrera
Hoy el proceso revolucionario requiere de
un reimpulso emocional y las acciones a emprender deben estar conscientemente
diseñadas y aplicadas.
Una cantidad de planes bienintencionados no
han logrado calar en la población ni han tenido la eficiencia necesaria para
producir cambios en la situación económica y social del país, bien por el
contrario, la sensación de abandono que siente el pueblo en las garras de
comerciantes e industriales inescrupulosos y especuladores, es cada vez mayor.
La escasez de productos junto a altos precios, crea un ambiente de choque
emocional que está llevando al pueblo a una ruptura emocional con el proceso
político que hasta ahora ha apoyado.
Ese estado de desasosiego y frustración
debe ser exorcizado con campañas
propagandísticas basadas en elementos emocionales positivos, de esperanza y
fortalecimiento de la credibilidad en el proceso revolucionario y el socialismo
Bolivariano. Al mismo tiempo que se emprenden acciones hacia el control de la
distribución de productos de primera necesidad y su producción nacional, sobre
todo el control de la distribución, que es donde radica la mayor debilidad del
estado y la fortaleza de los
acaparadores; nada se haría ampliando la producción y dejar la
distribución en manos del capital comercial, ambas deben ir por lo menos a la
par. Pero estas políticas deben estar acompañadas por un amplio despliegue
propagandístico a todos los niveles –la gran falla que hemos arrastrado a lo
largo de estos 14 años.
El Presidente Maduro ha venido haciendo propuestas
que no logran despertar el entusiasmo de las multitudes, a pesar de que tienen
un signo positivo, propuestas como: El desarme, Patria segura, Barrio Nuevo
Barrio Tricolor y tantas otras, pero que no consiguen incidir en la
emocionalidad negativa que se ha ido gestando en la gente como producto de la
inseguridad, escasez de productos, altos precios y desmejora en los servicios
de las misiones sociales. Unos como fruto de la desestabilización de la
oposición y otras por la ineficacia de un gobierno que se encuentra entrampado
en su incapacidad de generar acciones que conlleven a la superación de los
problemas.
Este entrampamiento lo determina en buena
parte la dualidad ideológica que caracteriza al gobierno,
en las que las lógicas del capital comulgan con el discurso revolucionario. Así
vemos como por ejemplo, desde el Ministerio de la Alimentación se promueven
políticas que fortalecen el aparato productivo capitalista y se mantiene hacia
la población de bajos recursos, políticas asistencialistas desde lógicas
cuartarepublicanas que no promueven estructuras capaces de sostener un nuevo
sistema social de distribución y producción que tienda hacia el socialismo.
La mayoría de las políticas ministeriales
están planteadas para no romper el orden establecido, ninguna de ellas promueve
la construcción de una estructura social diferente, entrando en contradicción
con las propuestas de construcción de comunas, las que se quedan colgadas porque
construir comunas sin romper las lógicas capitalistas en las acciones de
gobierno es como querer volar dejándose caer al precipicio.
Cuando las
políticas se niegan entre sí lo que se obtiene, en el mejor de los casos, es
una parálisis estructural.
Por ahora, es conveniente realizar una gran
campaña propagandística promoviendo los valores socialistas del bien común, la
paz social mundial, la fraternidad, solidaridad, etc. Capaz de crear una
emocionalidad positiva a través de la cual se reimpulse el entusiasmo de la
gente hacia el proceso, mientras se trabaja en la superación de los entuertos
económicos, sociales e ideológicos de la población. Para ello proponemos la
realización de actividades muralísticas, literarias, fotográficas,
escenográficas basadas en estos tópicos. Así como foros, simposios y congresos
culturales en todo el país, junto a una gran campaña propagandística por radio,
cine, televisión y publicidad vial.
El tiempo de la construcción de la patria
socialista no espera y anda movida en una gran fuerza emocional positiva que se
hace conciencia revolucionaria con la militancia. Sin emoción no hay
revolución, sin comunicación ambas mueren.
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