Por Yuri Valecillo
Las cosas marchan a veces y otras, no tanto. Y a veces
parecen olvidadas. Este último caso es lo que ocurre con Julián Conrado, ese
cantor colombiano detenido en Venezuela después de un “romance operativo” entre
los gobierno neogranadino y el venezolano (¡Así como se escribe, entre el
gobierno que reprime y desconoce la luchas de su pueblo y el nuestro, que dice
defender las conquistas de este mismo pueblo).
Algo como el pacto Molotov, Ribbentrop el primero
representante de la URSS y el otro representante de La Alemania Nazi país que
luego invadiría a la URSS causando más de 20 millones de muertos. El gobierno
de Colombia es un gobierno si bien no con perfiles nazis, sí con perfiles
fascistas y enemigo jurado del proceso venezolano.
Sería muy difícil negar esto después de decenas de muestras
cotidianas de su accionar en contra de las leyes y el gobierno dirigido por
Hugo Chávez: apoyo a los golpistas, vista gorda en el caso de los paramilitares
de la finca Daktari, constante acoso en el plano internacional, reconocimiento
de hecho del gobierno de Carmona…
Nada nos acerca. Pero aunque no fuera sólo por diferencias políticas,
el hecho jurídico está tan opaco que la transparencia en el sentido legal del
caso Conrado, sigue en el mismo punto desde que fue detenido. Dos años después
no hay condena, no hay juicio no hay respuesta. El gobierno se vuelve mudo,
sordo y ciego, y las amenazas siguen lloviendo contra el que se atreva a
levantar la voz.
La palabra sólo se utiliza para confrontar o enfrentar −no al
enemigo− y sí al que exige la libertad
de compañero Conrado y no para sus perseguidores, que son los mismos que
criminalizan la protesta social y política en Colombia. Hace algunas semanas se
intentó hacer lo mismo con los trabajadores y trabajadoras de DIANA y sólo su
movilización, el apoyo de medios comunitarios sectores políticos progresistas; y
en el ámbito de partidos políticos, sólo el Partido Comunista participó de
manera noble y digna con opiniones a favor de estos compañeros en su justa y
digna lucha.
Los demás partidos y miembros de gobiernos municipales dieron
por sentada la intervención de un desafortunado ministro en contra de hombres y
mujeres cuyo único delito es hacer que la Venezuela V República se
autoabastezca de grasas comestibles y sus derivados. Poco faltó para que algún
diputado diera el pláceme a una intervención en contra de los que alguna eran
puestos como ejemplo de eficiencia y de lucha.
No podemos esperar a que a Maduro −al compañero Maduro− se le
ocurra decretar la libertad a Julián Conrado, tenemos que arrancar de las manos
de un conjunto de actos que rayan en la perversión, tenemos que arrancar por
medio de la movilización constante a Conrado de la cárcel, de la crujía, del
pabellón, del calabozo donde se encuentra encerrado sin derecho alguno a
defenderse.
Ya después de dos años el secuestro contra el cantor parece
suficiente y ya la palabra de más de un “genio de la autoridad” raya en lo
ridículo y en lo soez. La palabra para defender lo que ocurre parece vulgar y
el silencio parece ofensivo y va más allá de lo vulgar.
Protestamos contra la ilegalidad de las acciones de Obama
frente a los débiles. Tratemos de no reflejarnos en ese espejo frente a un
hombre, que sin conocer las razones de su encierro se mantiene y lo mantienen
tras las rejas, y cuya única razón para que se le dé la libertad, es que se
aplique la ley.
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