Por: Javier Biardeau
|Fuente: Aporrea.org
Es casi obvia la polémica sobre el llamado “legado de Chávez”
en las páginas de Aporrea y en otros medios de difusión y comunicación. La polémica es en parte derivada por puntos
de vista disimiles, como por el uso de evidencia contradictoria: textos,
discursos, entrevistas, decisiones e intervenciones del propio Chávez a lo
largo de 22 años de entrada en la escena política desde la rebelión militar del
4 de febrero de 1992.
Con la salida física de Chávez de la escena política el 5 de
marzo de 2013, quedan las diferentes interpretaciones de su legado político y
los efectos materiales y textuales de su pensamiento y acción.
La revolución bolivariana, y lo que ahora llaman “chavismo”,
se debate en la inmanencia de estas interpretaciones, en sus conflictos y
acuerdos básicos.
El problema que se presenta con esta situación, es que son
pocos y cada vez menos los espacios para dilucidar con rigor de pensamiento y
un mínimo de ética política, tales interpretaciones y posicionamientos. Y si a
esto se agregan dispositivos de censura y de monopolio del pensamiento
autorizado de Chávez, el cuadro se complica gravemente.
En este marco, escuché hace algunas semanas atentamente al Ministro Merentes conversando con José Vicente Rangel, y la impresión final es que por “pragmatismo” debemos comprender la convivencia necesaria entre el capital privado y el Estado en función del “desarrollo nacional”, así como concebir una “economía mixta” que presente al “socialismo” como “distribución de la riqueza” sin afectar el cuadro de reglas básicas de la economía capitalista de mercado.
Es evidente que tales planteamientos son funcionales a una
izquierda reblandecida, al reformismo de siempre, a la socialdemocracia y al
desarrollismo del que viven los políticos y economistas “pragmáticos” y
“realistas” de todos los pelajes.
No hace falta ser un especialista en análisis del discurso o
de contenido para comprender que la audiencia objetivo de esa entrevista eran
fundamentalmente los sectores empresariales y algunos sectores de las capas
medias del país.
Asociar a Merentes con la resolución de los “cuellos de
botella” de la economía y con la concertación de políticas entre Estado y
sector privado es parte de un mensaje continuado que aparece en toda la
orquestación mediática (oficial o no).
La narrativa de Merentes “el bueno” y Giordani “el malo”, es otro de los cuentos mediáticos que se
tragan las audiencias pasivas.
Por mi parte, observo estas narrativas como los efectos de
las contradicciones de fondo sobre la clarificación de las ideas socialistas
del gobierno de Maduro.
Probablemente, sin la
cobertura política e ideológica de la presencia de Chávez, del árbol sólo
quedará decir: “por sus frutos los conoceréis”. El carisma de Chávez
articuló no sólo a un pueblo
desencantado y desilusionado por el fracaso de la llamada cuarta República para
abordar con éxito la “cuestión social”, la canalización de las luchas
anti-neoliberales que ponían en riesgo la existencia misma de centros
nacionales de decisión y las demandas de mayor democratización de las esferas
de poder, sino que también también amalgamó con éxito un lamentable
archipiélago de izquierdas, micro-fracciones y
algunos notables “independientes” cuyo mínimo común se había difuminado
por otro legado: la derrota estrepitosa de la izquierda revolucionaria desde
los años 60, y su debilidad electoral orgánica hasta la llegada de Chávez al
gobierno.
Ese archipiélago de agrupamientos “arrimado” a Chávez bajo la
tesis de que a “el que a buen árbol se arriba, buena sombra lo protege”, debe
ahora enfrentarse desde sus propias fuerzas y capacidades a sus propias sombras
y encandilamientos ideológicos.
Por cierto, si algo deben valorar de Chávez todos esos
partidos, individualidades y organizaciones de izquierda es la de haberles dado
la oportunidad de reposicionar ideas, prácticas y valores asociadas al
antiimperialismo y al socialismo, en un cuadro de profundización de la
democracia en la dirección del ejercicio directo de la soberanía popular. Ese
guion estaba hecho trizas en los años 80 y 90. Sólo el llamado a una
constituyente puso de nuevo sobre el tapete la combinación entre realismo
político y fantasía utópica, sin la cual la política es sólo arte pragmático de
lo posible para negociar una arena de intereses entre factores de poder.
Hugo Chávez, ya en un cuadro de complicación de su salud,
llamó en el mes de diciembre del año 2012 a la unidad nacional y revolucionaria
bajo el entendimiento de la probabilidad de ocurrencia de los peores
escenarios. Y ocurrió lo peor.
Ya Hugo Chávez no está presente físicamente para intervenir
directamente en el manejo de las contradicciones internas. En este contexto, ¿habrá madurado el
archipiélago de las izquierdas y de grupos aparentemente nacionalistas (que de
izquierda parecieran tener poco), sobre cómo entender el manejo de las
contradicciones en su seno, y en el seno del pueblo, tal como señaló en alguna
oportunidad Mao?
La viabilidad de una era post-Chávez depende de la resolución
de esa interrogante.
Por otra parte leí con
atención escritos de Carlos Lanz quien
insistía en los textos del “Programa de la Patria” y en el “Golpe de Timón”
sobre dos objetivos centrales de lo que se sintetiza el llamado a “traspasar la
barrera del no retorno” (es decir, bloquear cualquier intento de restauración
del punto-fijismo y de la hegemonía del capitalismo): a) desmontar el Estado
Burgués, b) romper definitivamente con la lógica del Capital.
Es claro que tomar la primera vía esbozada por Merentes en la
entrevista con JVR, se convierte en algún momento y circunstancia precisa en
una contravía para la interpretación de Carlos Lanz (entre otros que opinamos
que en algún momento habrá que resolver la ecuación de poder que haga viable
ese propósito; es decir, con cuales relaciones de fuerzas se supera el
capitalismo y el Capital que por cierto no son exactamente lo mismo). Al parecer aquí hay sectores que se han
reconvertido en minimalistas y concertadores, y otros en maximalistas sin
mediaciones con las relaciones de fuerzas concretas que presiden una situación.
Ciertamente, la “conciliación de clases” es un enunciado
ausente de las consecuencias de seguir con coherencia una clara política
revolucionaria de no retorno elaborada por Chávez. La posibilidad del socialismo, como
transición anticapitalista, se juega en el cuadro de los conflictos políticos
de clase; y como señaló Gramsci en su clásico escrito sobre “El análisis de
situaciones. Relaciones de fuerzas”
(http://www.gramsci.org.ar/tomo4/065_analisis_situc.htm, existirán
repercusiones incluso en el ámbito internacional y militar. ¿Quiénes pueden
señalar que luego de los resultados electorales de abril, la correlación de
fuerzas es ampliamente favorable para un acelerado tránsito a medidas
radicalmente socialistas? ¿Quiénes están trabajando en función del fortalecimiento
de este aspecto electoral de la correlación de fuerzas, y en otros aspectos
organizativos, de movilización, políticos y militares de la correlación de
fuerzas? ¿Quiénes están trabajando efectivamente en la unidad, articulación,
acumulación de fuerzas revolucionarias?
Los documentos más recientes de “Marea
Socialista”(http://www.rebelion.org/noticia.php?id=168369;
http://www.rebelion.org/docs/172887.pdf), por su claridad de ideas, advierten
sobre la perdida de rumbo de la revolución bolivariana ante el actual cuadro de
política económica y sus indefiniciones sobre cuáles serían las medidas a tomar
para clarificar el rumbo de la transición al socialismo y defender las
conquistas de la revolución bolivariana. Sin embargo, el tema sustantivo sigue
siendo cómo ir más allá del diagnóstico y pasar a la agregación de una voluntad
colectiva nacional-popular que haga posible superar el actual cuadro de
política.
Cabe reconocer que estas ideas no encuentran amplias
resonancias en el chavismo popular, que sigue siendo un mar de orientaciones
disimiles, de aspiraciones redistributivas, de consuelos reivindicativos, de
agrupaciones con fuertes dosis de narcisismo cobijadas en el cuento de que dos
singularidades son un “movimiento social”.
No hay partido alguno en el GPP que abandere sin mezquindades la unidad
de propósitos a la que llamó Chávez en diciembre del 2012. Desde el más
grandote al más chiquitico se observan signos de debilidad electoralista y
sectarismos. Los mariscales de la derrota se hacen pasar por imitadores del
gran estratega Chávez.
Además de corrientes como “marea socialista”, hay que
reconocer un variopinto y numeroso conjunto de colectivos, fuerzas políticas,
organizaciones y movimientos que son mucho más que un “saco de gatos”, que
apuntan a mostrar su inconformidad frente a una opción que implique abandonar
el “legado revolucionario” de Chávez en la actual coyuntura y que aspiran que
existan reales espacios de debate y manejo colectivo de políticas y decisiones.
Se le critica a la alta dirección del PSUV y del Gobierno que
no contribuya a construir una dirección colectiva del proceso, y se cuestiona
que esta idea sea un mareo para que sea el mismo cogollo de siempre el que tome
las determinaciones finales.
Por otra parte, gente que piensa evidentemente distinto en
ciertos temas fundamentales, como Vladimir Acosta, Toby Valderrama o Nicmer
Evans advierten sobre el extravío ideológico y político con relación al “legado
de Chávez”; y paradójicamente tienen en rasgo común el que fueron sometidos al
implacable tribunal de la censura por no acatar la línea política tácita y
correcta del “oficialismo”; es decir, por criticar las acciones, discursos o
decisiones del gobierno de Maduro pasaron a formar parte de una “desviación
ideológica” que tiene evidentes consecuencias en su permanencia como voceros de
opinión en espacios oficiales de la revolución.
Por cierto, el lenguaje de las “desviaciones ideológicas” se
institucionalizó en la URSS en 1928 aproximadamente en un periplo que paso
desde la liquidación de la “oposición obrera” a la liquidación de la
“plataforma de oposición de izquierda”, para abiertos objetivos de control
vertical de opiniones (desde ese momento “disidentes”) desde el aparato
político (del Estado y del partido-único), disolviendo así el caldo de cultivo
de la lucha entre tendencias, pues si toda opinión contraria al dictat del
aparato es desviación, toda desviación es el preámbulo de la división y la
traición. En fin, de allí al delito de “enemigos del pueblo” había una lógica circular e implacable. Se pueden hacer
algunas analogías con conductas de los funcionarios del aparato en Venezuela.
De manera, que la unidad anhelada por Chávez pareciera estar
siendo echada por tierra desde arriba y desde las mezquindades también presentes
desde abajo. Si no se constituyen mecanismos y espacios efectivos de debate
entre opiniones y tendencias en función de la unidad de propósitos (encontrar
el mínimo común de todas las fuerzas sociales y políticas que apoyan la
revolución bolivariana), entonces los viejos errores del archipiélago de las
izquierdas aparecerán con su sello de fábrica, y las consecuencias serán harto
desastrosas.
Por otra parte, si no se parte del reconocimiento de las
propias opiniones contradictorias de Chávez a lo largo de 22 años de
trayectoria en la escena política, el legado revolucionario de Chávez
enfatizará no la unidad de propósitos en función del cambio estructural de la
sociedad venezolana, sino todas las fuerzas centrifugas que podrían explotarse
para mostrar que “del árbol caído se hace leña”, utilizar a Chávez para
justificar los propósitos propios de cada micro-fracción (aunque se llame
PSUV); es decir, el “narcisismo de las pequeñas diferencias”. No por pura casualidad, un anterior aliado,
luego radical opositor llamo a la revolución bolivariana un “Minestrón
ideológico” (Miquelena dixit)
Finalmente se respira un problema en el ambiente. Sobre si Chávez era socialdemócrata o
marxista, para poner un ejemplo que
pareciera estar en la palestra, podrían hacerse numerosas pesquisas, siempre
que se clarifiquen los términos que se usan.
Esto último lo digo porque no era lo mismo ser
socialdemócrata en 1905, por ejemplo, Rosa Luxemburgo y Lenin lo eran, que
serlo en la actualidad, lo cual significa simple y llanamente “liberalismo
social” y claro “reformismo”; es decir, administrar la gestión del capitalismo
sin modificar sus estructuras.
Igual ocurre con el término marxismo: ¿Qué significar hoy
definirse como “marxista”? ¿A cuál marxismo de todos los marxismos realmente
existentes se hace referencia? Lamentablemente Chávez no está para que diga lo
que piensa sobre estos temas.
De manera que hay situarse adecuadamente en circunstancias de
tiempo, modo y lugar para desentrañar cómo cada actor utiliza sus marcos de interpretación,
sus guiones ideológicos, como diría Umberto Eco, sus diccionarios y
enciclopedias.
Sobre este último punto, siempre me llamaron la atención las
líneas escritas de la entrevista de Sean Penn a Chávez en el año 2008
(http://www.prensadefrente.org/pdfb2/index.php/a/2008/11/30/p4232), como las
declaraciones de Chávez en el año 2010 autodefiniéndose como cristiano y
marxista
(http://www.noticias24.com/actualidad/noticia/137694/chavez-ratifica-que-es-marxista-pero-ademas-dice-que-es-cristiano/).
En la primera entrevista es posible
leer:
“Hitchens está sentado en silencio, tomando notas durante
toda la conversación. Chávez reconoce un brillo escéptico en sus ojos.
–CRÍS-a-fer, hazme una pregunta. Hazme la pregunta más difícil. Ambos comparten
una sonrisa. Hitchens le pregunta: –¿Cuál es la diferencia entre usted y
Fidel?”. Chávez dice: –Fidel es
comunista, yo no. Yo soy socialdemócrata.
Fidel es marxista-leninista. Yo
no. Fidel es ateo. Yo no.
Un día discutimos sobre Dios y Cristo. Le dije a Castro: “Yo soy
cristiano. Creo en los Evangelios
Sociales de Cristo". Él no. Simplemente no cree. Más de una vez Castro me
ha dicho que Venezuela no es Cuba, que no estamos en los años sesenta. –Ya ve –dice Chávez–. Venezuela tiene que
tener un socialismo democrático. Castro ha sido un profesor para mí. Un
maestro. No en ideología, sino en
estrategia.”
En el segundo documento (audiovisual), Chávez, plantea en el
marco de una particular interpretación de la metáfora del despegue económico
(¿Rostow dixit?) en el marco de la crisis del capitalismo que: “Yo soy marxista
y soy cristiano, y creo que el marxismo y el cristianismo pueden ir agarrados
de la mano por el camino del hombre, del ser humano, de la dignidad de los
pueblos”.
De manera que es muy difícil no darse cuenta que es posible
explotar estas opiniones de Chávez para fines particulares que apoyen o la
tesis de la socialdemocracia en Chávez o la tesis del marxismo revolucionario,
incluso de no ser enemigo de la revolución comunista aunque en estos momentos
eso no este planteado como señaló en otras entrevistas (¿O es que caso Marx no
era básicamente un pensador comunista?).
El asunto principal, sin embargo, no es sólo este, sino
clarificar las intencionalidades políticas que se están moviendo tras la escena
en función de fortalecer o no la unidad de propósitos para continuar el legado
revolucionario de Chávez; o quienes realizan una operación de distorsión
deliberada de la dirección, contenido y alcance dado a la revolución
bolivariana de acuerdo a la coherencia del mensaje de campaña de Chávez para
conquistar su última victoria en octubre de 2012. ¿O es que acaso no hay
diferencias ostensibles entre la campaña del 2012 y la campaña del 2013? He allí el asunto.
Por tanto no me hablen del “legado de Chávez” como fórmula
imprecisa, con criterio de mescolanza ideológica, sino del legado
revolucionario de Chávez como orientación final hacia la Democracia socialista
y hacia una economía de transición caracterizada como mixta pero con carácter
socialista (con predominio de la propiedad social directa e indirecta sobre el
gran capital y sobre sus fracciones especulativas, por ejemplo), no de carácter
predominantemente capitalista como la que se apuntala con el cuadro de política
económica, desarrollismo y reformismo que patéticamente aparece en la praxis
efectiva de la política pública del presente.
No me enreden las palabras, por favor. Como tampoco nos hagamos los locos celebrando
que nos presten 5 mil millones de dólares Chinos (por cierto, una China
socialista que puede apoyar la revolución bolivariana como no hacerlo, como
hicieron con Allende y luego apoyar a Pinochet, no olvidemos) para correr la
arruga, cuando no sabemos aún a quienes
les dimos 20.000 millones dólares en el SITME en el año 2012 y donde están los
reales beneficios de esta masiva transferencia de divisas.
Lo demás son cuentos, imaginarios, simulacros y espectáculos
de la orquestación mediática que ya todos conocemos (¿O acaso Chávez no incito
a decodificar críticamente los medios, incluso los medios oficiales?). Tampoco
manoseen tanto a Chávez para fines de legitimación de una secta, un grupúsculo
o fracción que se enarbola como la auténtica voz revolucionaria. Eso es síntoma
de naftalina revolucionaria, un síntoma de no haber metabolizado la derrota de
los años 60.
En fin de cuentas y de cuentos, no creo que el legado
revolucionario de Chávez pueda tramitarse como un vulgar “Pote de Humo”. ¿Están contribuyendo a la unidad y
acumulación de fuerzas?
Ojalá rectifiquen todos, pues sin rectificación habrá razones
de sobra para tomar distancia del
previsible descalabro. Y no busquen
chivos expiatorios. Saquen del baúl las
tres R, las seis R o sólo una R: Revolución, no rapiña sobre los recursos públicos
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