Por Diosdado Rojas Ferro
Ha muerto Nelson Mandela, es un
acontecimiento triste, pero también es hora de hacer recuento.
La figura de Mandela hay que verla en su
conjunto (única marera de ser dialécticos), no sólo antes de su
excarcelamiento, esto es sobre todo en
la retrospectiva que nos lleva a mirar casi dos décadas atrás. Y no queda más
remedio que ser también consecuente con nuestra manera de ver el mundo en el
que vivimos, de nuestro compromiso con las mejores causas del mundo, con los
oprimidos de la tierra sean quiénes sean, vivan donde vivan y tengan el color
de la piel que tengan.
Mandela es sin duda un símbolo, inspiró
a muchos, su ejemplo aún preso irradió dentro de Sudáfrica, en el continente
africano y en el mundo. Los mismos que lo encerraron 27 años, en 1993 le
concedieron el Premio Nobel de la Paz, y no es que no lo merecía, sino que
quienes se lo adjudicaron se lo otorgaron en igualdad de condiciones con
Frederik de Klerk, quien además del presidente sudafricano de turno con quien
alcanzó la libertad Mandela, también fue su corresponsable carcelero, pues
desde fines de los años 70 era ministro de los diferentes gobiernos del
apartheid, su foto recogiendo el premio junto a su verdugo en realidad no es
muy elegante, ni creo tampoco que haya sido un gesto que haya sellado la
reconciliación, por cuanto los antiguos dueños de Sudáfrica, los creadores de
aquella bárbara segregación racial, los mismos para los cuales ya Mandela no
era un peligro (y por eso lo liberaron), los mismos hasta para los que ya el
propio régimen del apartheid resultaba un obstáculo para la eficiente
explotación del país, siguieron después y siguen siendo hoy los verdaderos
dueños de Sudáfrica.
Es sintomático también el hecho de que en
mayo de 2004, ya con 85 años y enfermo de cáncer de próstata, compartió en
Madrid en la boda del Príncipe de Asturias y Letizia Ortiz, con muchos de los
mismos que durante su prolongado encarcelamiento jamás se acordaron de él, muy
al contrario, eran amigos y legitimizaban al régimen oprobioso que lo mantenía
encarcelado.
No debe olvidarse que cuando los dueños
del mundo (y digo mundo porque esa es la verdadera unidad de análisis, si no
queremos perder la orientación correcta en el mismo) se les ha hecho imposible
explotar a los pueblos y/o a determinada región, han hecho invariablemente
concesiones, siempre y cuando estas sean compatibles y no pongan en peligro el
objetivo supremo que mueve al sistema, la incesante acumulación de capital, por
eso, no era muy extraño ver como lo liberaron en 1990 y dado el precedente que
su colonia de lujo (Namibia), ya le habían concedido la independencia desde
1989 (en lo que sin duda fue clave la participación internacionalista de tropas
cubanas en Angola), y ahora tenían en la misma como “administrador” incluso el
hasta entonces líder de la más importante formación guerrillera del país la
SWAPO Sam Nujoma, menos sorprendente era la liberación del también líder del
Congreso Nacional Africano (CNA), organización que desde que se implantó la
“democracia” en Sudáfrica en 1994 siempre ha sido el partido de gobierno (¡y
previsiblemente siempre lo será!) porque los negros son mayoría en Sudáfrica
casi el 80 % de la población y pese a ser el porcentaje más bajo de toda el
África subsahariana.
¿Por qué narro todo esto?, porque ¿quién mejor que unos
pocos elegidos dentro de la propia raza negra para mantener dentro del “orden”
al resto de la “plebe” sudafricana?, ¿quién mejor que Mandela en Sudáfrica y
Nujoma en Namibia, verdaderos ídolos dentro de sus conciudadanos, para realizar
esa “sucia” tarea para los genuinos y auténticos amos y dueños de Sudáfrica y
Namibia?.
Esto no quita todos los restantes méritos
a la figura de Mandela, pero la historia nos obliga a analizarla en todas sus
aristas, porque hace algo más de 1 año la policía del gobierno de Sudáfrica
asesinó a más de 40 mineros que estaban en huelga, heridos a más de 78 y
encarcelado 259 que serán condenados en virtud de una ley de 1959, elaborada en
el contexto del régimen del ‘Apartheid’ impuesto por la minoría blanca y que
Mandela, no pudo, no supo o no quiso (lo dejo para los investigadores) abolir.
Hay que cuestionar la transición en
Sudáfrica y al hacerlo hay que hablar de la figura de Nelson Mandela, de cuando
se firmó el pacto de transición garantizando al capital blanco la protección de
todas sus riquezas y todas sus desigualdades, sólo compartidas con la exigua
oligarquía negra, esa transición pactada por Mandela ha sido un gran fracaso.
Pero como Nelson Mandela pasó 28 años en
la cárcel, era un hombre simpático, preso político, nadie cuestionó la
profundidad de la transición, de los pactos que firmó con sus ex verdugos, se
podría haber pensado que era sólo cuestión de táctica, pero no fue táctica, fue
un compromiso de la burguesía emergente negra con la oligarquía blanca, el
pueblo negro de Sudáfrica fue olvidado.
Debemos decir que fue un pacto de
transición con defectos profundos, y Mandela transó la libertad, por ser el
Primer Ministro, presidente, pero las grandes desigualdades se mantienen. Las
peores desigualdades de África están en Sudáfrica. Los negros más ricos de
África, están metidos en colaboración con el capital inglés-norteamericano-israelita
explotando al pueblo negro, esa es la realidad, no por gusto la primera letra de
Sudáfrica es la quinta de los “flamantes” BRICS al que se unió en 2011.
No ha cambiado tras casi 20 años de
mando africano. El problema no es racial el problema es de clase. Y la lucha de
clases determina a los burgueses negros actuando como en cualquier otro país
capitalista matando obreros para defender el capital, que en el caso de
Sudáfrica es el del platino. Debemos enfatizar una y otra vez en el hecho de que
la lucha de clases es lo central de la historia y no simplemente cambiar la
piel de los oligarcas.
La oligarquía negra que estuvo en el
poder con Mandela es multimillonaria, los que dirigen al partido del CNA, al
sindicato afiliado con el partido, todos son burgueses, todos son miembros de country clubs exclusivos de los blancos,
tienen 3 o 4 casas, 5 o 6 mujeres (idiosincrasia y cultura aparte); y las
principales compañías mineras están en manos del capital inglés y con socios
minoritarios de esta burguesía negra corrupta y represiva del Congreso Nacional
Africano.
Pedimos disculpas porque todo esto se diga en estas fechas, pero
creo que para ser justo con el pueblo negro excluido e ignorado de Sudáfrica,
al hablar de la figura de Mandela, no sólo debemos valorar su personalidad
antes de 1990 (cuando fue liberado) o de 1994 (cuando fue elegido presidente de
Sudáfrica) sino también después de esta fecha. ¡Y ojalá otros líderes del mundo
que tanto nos han inspirado a todos, no nos desilusionen al final de su vida!,
cediendo o acatando, cumpliendo o satisfaciendo las exigencias de los poderosos
del mundo, algo que se ve venir y está de hecho ocurriendo en otras partes del
mundo donde gobierna la “izquierda”.
Termino parafraseando a Martí, con algo
pensado por el prócer cubano para lo que para él sería “Nuestra América”, pero
que hoy puede decirse que es válido para todo el mundo, y para el pueblo negro
de la Sudáfrica de Mandela sin duda alguna: “Así esta Bolívar en el cielo del
mundo, vigilante y ceñudo, calzadas aún sus botas de campaña, porque lo que él
no dejó hecho sin hacer está hasta hoy, porque Bolívar tiene que hacer por los
pobres del mundo aún mucho todavía”.
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