miércoles, 4 de diciembre de 2013

El "legado lingüístico" del chavismo o el camino de la Otra Comunicación


Por Gladys Emilia Guevara

Una y otra vez hemos insistido en la necesidad de hacer revisión de la retórica discursiva imperante en el escenario político venezolano, como un mecanismo para hacer transparentes ciertas relaciones de poder, que agazapadas subrepticiamente en el pensamiento promedio de quienes ejercen el control político en Venezuela, terminan construyendo en sus prácticas una situación adversa a la consolidación de esa Otra Política, la cual muchos aspiramos por lo menos ver nacer en la Venezuela revolucionaria de este siglo que apenas comienza.

A lo largo de este año 2013 que culmina, estas experiencias de análisis pragmático de las arengas institucionalistas con las cuales abundan nuestros gobernantes y sus medios públicos de información, nos han llevado a identificar enunciados que intentan deliberada o inconscientemente manipular el pensamiento de las mayorías, ocultando, trivializando o tergiversando información relevante para la formación de un pueblo con pensamiento crítico, hábil para identificar y diferenciar ideas y opiniones, establecer relaciones adecuadas entre conceptos, y organizar en fin, su propia y particular perspectiva desde la cual observar y juzgar la sociedad en la cual le tocó vivir, para finalmente actuar en consonancia y con mecanismos de acción verdaderamente transformadores.

Con base en lo antes expuesto, nos atrevemos a formularnos las siguientes preguntas: ¿Cuáles son las causas para que las expresiones verbales de los políticos (llámense de izquierda o de derecha) pretendan sostenida y permanentemente "hacer lo que dicen, diciendo que lo hacen"? Nos dijeron, por ejemplo, que transitábamos por un proceso de "emancipación" alimentaria, que nunca más íbamos a ser presa de sabotajes ni guarimbas en materia de electricidad porque ya el Estado estaba tomando las medidas y correctivos necesarios, anunciaron que tal o cual período era el de la consolidación del socialismo bolivariano…

¿Es imprescindible para el ejercicio de la política, la construcción de una retórica encubridora y/o distorsionadora de la realidad? ¿Se trata de una condición natural e intrínseca al ejercicio político, la falta de sinceridad discursiva? ¿Es el contexto estructural desde el cual se gerencia el que imposibilita que los actos que se enuncian, se cumplan efectivamente? ¿O es quizás –tal y como se ha pretendido últimamente hacernos creer− la ausencia de leyes efectivas las que impiden el éxito del desarrollo productivo y social de nuestro pueblo?

Comencemos −para intentar dar respuesta a algunas de estas interrogantes− por colocar en el tapete de la discusión una de las palabras más manidas y vapuleadas de la arenga chavista de este año: el término legado. Según la definición del Diccionario de la Real Academia Española, el término proviene del latín legâtum, y es "una disposición que en su testamento o codicilo hace un testador a favor de una o varias personas naturales o jurídicas".

De acuerdo a esta definición formal, inferimos que un legado es una disposición de transmisión que ejerce alguien (envestido de poder político y jurisprudencia para ello) sobre un bien material o inmaterial hacia unos beneficiarios o receptores necesariamente pasivos de la herencia en mención. Un legado es, en consecuencia, un beneficio adquirido sin esfuerzo, merced a la benevolencia, gracia o consanguinidad personalista de quien lo ejerce.

Del empleo indiscriminado y altamente ideológico de este término, y en el contexto situacional de la muerte del Presidente Chávez, a quien le correspondió antes de abandonar sus funciones presidenciales y emprender el viaje para ser sometido a su última y fatal operación, dirigirse a la nación para nombrar un sucesor en sus funciones ejecutivas (en este caso, al actual Presidente Nicolás Maduro Moros, quien para entonces ejercía el cargo de vicepresidente de la República) se derivan una serie de expresiones pretendidamente legitimadoras de acciones posteriores, tales como: los herederos políticos del Líder Eterno, fidelidad absoluta, disciplina y unidad al legado presidencial, los hijos de Chávez, unidad, batalla y victoria, los candidatos de la patria, el plan de la patria como el legado fundamental de Chávez…

La mención del "pueblo despierto" como legado cultural del testamentario, (mérito que dista mucho de ser prerrogativa exclusiva de un hombre que entró en el escenario de lucha del pueblo venezolano a finales del siglo pasado y comienzos del presente siglo) sólo cobra fuerza en ocasión de "combatir" al enemigo, a quien se le identifica con el opositor al gobierno "revolucionario", con palabras-choque incitativas y maniqueas del calibre de: derecha fascista, burguesía apátrida, cachorros del imperio…

Se oculta asimismo en las arengas politiqueras del chavismo institucional, la confesión de que la actual crisis económica por la cual atravesamos, podría ser considerada también consecuencia lógica del llamado "legado" de Chávez; es decir, de esa suerte de personalismo, más allá de la tumba, con que los "herederos políticos" de Chávez pretenden ejercer el control de la emotividad del pueblo venezolano, en desmedro de su capacidad reflexiva y de su necesaria problematización en torno a la eficiencia de unas estructuras institucionales diseñadas desde el capitalismo corporativo de Estado y sobre las cuales se ejecutan medidas económicas de corte reformistas que no terminan de solventar los grandes males por los que se desangra nuestro territorio.

Esa política discursiva de poca transparencia es el sustento para que el ciudadano promedio venezolano ignore las diversas causas que hacen posible el desabastecimiento interno en rubros vitales de nuestra economía, desconozca los mecanismos a través de los cuales operan los procesos inflacionarios en las sociedades capitalistas, así como las razones que hacen posible el empeoramiento progresivo de las empresas productivas, industriales y agrícolas del país y las consecuencias del terco sostenimiento de un régimen cambiario discrecional que favorece la importación y la activación de mafias corruptas, convirtiéndose en terreno fértil para la ocurrencia del tan anunciado fenómeno de hiperinflación.

El término "legado", en este sentido ideológico en el cual lo observamos, parte de la creación de referentes ideológicos ocultadores de la realidad, castradores del pensamiento racional, enmarcados en esquemas de pensamiento que nada tienen que ver con el concepto de democracia participativa y protagónica enunciado por nuestro marco constitucional; y su empleo nos aproxima más a conceptos emparentados con regímenes monárquicos y pensamiento mágico-religioso ya superados con casi dos siglos de historia nacional.

De igual manera que se emplea este término como palabra institucional legitimadora de acciones torpes, contradictorias y diseñadas desde las bases mismas de un Estado rentista controlado por una dirigencia con una escasa o nula formación ética y transformadora, el lenguaje chavista ha servido para desmovilizar y golpear fuertemente las bases de organizaciones populares que pudieran ejercer la crítica necesaria sobre el enorme abismo creado entre el discurso y la praxis gubernamental. Todo aquel que no apoye, por ejemplo, a los candidatos psuvistas a alcaldes, elegidos por cooptación, son traidores a Chávez y están condenados a desaparecer del mapa político venezolano.

¿Puede  existir y difundirse comunicacionalmente un referente objetivo que movilice a los colectivos y les impida entramparse en la piñata institucionalista de prebendas y beneficios coyunturales que alimenten la visión fragmentada del contexto socio-político de una nación? ¿Cómo liberarnos de los códigos oficiales que nos impone el llamado sistema nacional bolivariano de medios públicos, el cual subsume la voluntad de los otrora medios alternativos nacidos al calor de la lucha revolucionaria contra la burguesía venezolana de principios de siglo, y se muestra complaciente con la nueva burguesía roja, rojita?

Desde el esfuerzo en la conformación de un Sistema Comunicacional Libre y Militante, creemos que sólo desde la palabra del pueblo en lucha puede ser posible un nuevo ciclo de comunicación rebelde y permanentemente transformadora que insistimos en reivindicar con la hermosa metáfora de la guarura inquieta, ese caracol ancestral que va y viene del mar para ser portador de la Otra Comunicación, aquella que no impide el libre y racional pensamiento de los pueblos, que no se dosifica ni silencia a partir de su inserción en un Estado, sino que conspira todos los días para que éste desaparezca y dé paso al fin a otras formas de relaciones sociales entre los seres humanos, experiencias nuevas que nos aproximen cada vez más a nuestra verdadera esencia gregaria, cooperativa y solidaria.

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