Por: Roland Denis
El “Pueblo en Lucha” es
una caracterización concreta del oprimido que se levanta contra su propia
condición de sumisión a lo cual lo condenan determinadas relaciones de poder.
Es una ética que se origina desde la propia condición del oprimido, entendiendo
que ella nada tiene que ver con la moralidad del “bueno” sino en el deseo del
“alzado” que convierte una necesidad que nace en el interior de su sentir deseoso
en una “ética”, es decir, en un
principio de vida y por tanto en una forma de conciencia y una característica
de la acción personal y colectiva. Por ello poco a poco el “pueblo en lucha” se
nos ha convertido en una realidad y al mismo tiempo en una categoría política
muy propia de estos tiempos. Una realidad porque hay alzados y en una categoría
porque esos mismos alzados de pronto han hecho de su actitud un principio que
ordena la forma en que han de ubicarse ante la realidad que los aplasta.
Los burgueses europeos que
hace más de dos siglos liderizaron grandes revoluciones, se asumieron como “ciudadanos”
(los que se definían ajenos y contrarios al mundo tradicional de la
nobleza), convirtieron dicha condición
en una categoría política ordenadora del mundo y de los humanos que ellos
habrían de gobernar. En nuestro caso, convertidos los ciudadanos de ayer o en
marionetas legalizadas suscritas a las necesidades de compra y venta en las que
se sostiene el sistema-mundo capitalista de hoy, aparecen los pueblos que han
hecho de su lucha −y de la lucha emancipadora en general− un principio ético y
vital.
Es una categoría que luego
podrá ir tomando otros signos, eso está en la vida de las verdaderas categorías
del pensamiento revolucionario. Siempre se renuevan y vuelan más lejos, pero
que en todo caso nace entre nosotros por una razón muy sencilla: lo que era “el
pueblo o movimiento- bolivariano” que sirvió de espacio de unidad para quebrar
los cimientos constitucionales y partidistas de la cuarta república, el pobre,
poco a poco lo fueron convirtiendo en soporte de candidatos y dirigentes
“rojitos” Y ahora además de ser bolivariano es chavista, cristiano, socialista,
revolucionario, patriota, etc, en un ciclo más o menos previsible de
atrapamiento burocrático de toda la simbología rebelde original. Pero esos son
lenguajes de la captura que solo se dan en el mundo virtual, en la demagogia
del verbo en la cual el acomodado en los asientos de un poder cada vez más temeroso de revolucionar al menos en
algo el orden de desigualdad y sus características y estructuras propias, busca
perdurar allí mimetizándose con el imaginario libertario que dio origen a esta
maltratadísima revolución.
Frente a esta
circunstancia, el lenguaje apasionado de toda revuelta histórica se raya y “designifica”
cada vez más, y al final ¿qué es lo que queda?... Se dirá, ”defíneme como te dé
la gana, mañana si quieres seremos divinos y encarnados… supremos, como ahora
se le dice a Chávez, pero en definitiva lo que aquí realmente perdura es que
hay suficiente pueblo que sigue en lucha;
hay Pueblo en Lucha, y esto ya es un principio de vida, una
circunstancia que se destaca en el pueblo que nada tiene que ver con los
recintos del Estado y su crisis interminable que tanto te preocupan, más bien
los odia”.
Lo cierto es que estamos
involucrados dentro de un momento histórico totalmente único en el cual las
estructuras de gobierno, por la propia crudeza de la discusión de fondo, poco a
poco se retiran de ella, y simplemente actúan como un animal desesperado no queriendo
reconocer otra cosa que la “cosa” esta fea. Es allí donde ese pueblo en lucha
lo ve y le pide respuesta inteligente, crítica y autocrítica. Que se pare y
accione desde la perspectiva del palabrero revolucionario que promueve. Pero
no, esto es un imposible y ese pueblo en lucha lo sabe, los candidatos
oficiales a alcaldes en su inmensa mayoría lo reflejan. Ahora resulta que de
nuevo estamos metidos en una nueva conspiración que le sirve de argumento para
justificar lo injustificable llevando a una masa importante de la población
adscrita a las bases de la burocracia y del PSUV, a promover movilizaciones
realmente humillantes a cualquier pueblo que se vea con conciencia.
Movilizaciones como la que
acabamos de ver de centenares de personas ondeando banderas chavistas marchando
hacia Fedecámaras para llamarlos golpistas porque hambrean al pueblo, desatan
la guerra económica contra él, promueven el desabastecimiento y así
sucesivamente. “¿Cómo puede ser compañeros que lleguemos a la indignación de ir
donde el amo a reclamarle que no nos da la comida prometida después de haberle
regalado los millardos de dólares que el gobierno les dio? ¿Es que no se dan
cuenta que esta es la actitud del esclavo que va donde el amo a reclamarle
porque no lo provee del alimento que le prometió? ¿Cierto que al decir: si no
nos alimentas te denuncio, es el perfecto contrario del pueblo que confrontó el
saboteo petrolero del 2002, es de hecho una actitud propia del esclavo, ni
siquiera del asalariado? ¿Por qué no invertimos el marcha y vamos directamente
al BCV y el Ministerio de Finanzas, y que nos den las razones del por qué se le
dio a ese basurero empresarial una masa tan gigantesca de dinero? ¿Por qué no
nos alegramos de ese saboteo y así al fin
los metemos a todos presos? ¿Dónde está el negocio de todo esto, conspiración
incluida?...
Preguntas sobraron. Las
respuestas, muy pocas… cuando mucho: “porque están conspirando”. Una perfecta
tautología metida en la cabeza de miles en la cual el problema es que los
conspiradores parece que de nuevo están conspirando y vamos a reclamarle que
están conspirando de nuevo. Ese no es el Pueblo en Lucha, así somos unos pobres
diablos defendiendo la majestad de los poderosos y reclamándoles falta de
misericordia con sus súbditos.
Lo que es evidente es que
sí hay un movimiento conspirativo ya generalizado. ¿Contra el gobierno? No, es
contra la revolución, contra el Pueblo en Lucha que no participa de marchas de
autohumillación, ni de odios fascistas, ni se queda entrampado con un argumento
que más bien reconoce lo inútil que ha sido quitarle espacios a la burguesía
para luego dárselos a una burocracia que en sus mandos principales se hará ella
misma burguesa y acelerará superando picos inauditos en la historia continental
los niveles de enriquecimiento y monopolización de la burguesía bancaria e
importadora tradicional.
Semejante movimiento ha
creado un caos, no una revolución. Es una rotativa negociante y archilucrativa
que se delata ella misma al decir a estas alturas después de casi 11 años de
haberse anunciado la creación de sistemas de abastecimiento estatales,
paralelos a los monopolios de distribución privados, que estos todavía guardan
todo el poder para paralizar los sistemas básicos de abastecimiento
alimentario. ¡Qué gobierno pa' corrupto y cobarde, carajo! ¿No es eso es lo que
dicen hasta los más chavistas?
Efectivamente hay
segmentos dentro y fuera del gobierno que pueden estar interesados en tumbar el
gobierno. Es muy seguro, circunstancias como estas facilitan el despliegue de
cualquier cantidad de ambiciones de poder que están muy bien instaladas en las
cúpulas civiles y militares de este país, sean “socialistas” o derechistas.
Todas las agencias imperiales de desestabilización necesaria estarán
balanceando esta circunstancia. Pero
ninguno de ellos reclamará a nadie lo que realmente está pasando y es que no
hay paso adelante que el movimiento obrero, campesino o urbano de en función de
quebrarle el espinazo a los órdenes de poder y propiedad en este país para que
en nombre de “la revolución” o los “intereses del país democrático” −dirán los otros− se reprima, se amenace,
se encarcele, a ese pueblo que sí está en lucha, que no cree en el poder de
ninguna conspiración frente a un pueblo movilizado y dispuesto a tomar poder.
Eso ya lo sabemos y lo vivimos, no son ilusiones huecas. Ya haremos un balance
de lo que está sucediendo, pero en la medida en que nos acercamos más a las
zonas de conflicto es más evidente este retroceso, cosa que sí constituye una
verdadera conspiración contra el proceso revolucionario.
Ahora bien, es de
reconocer entonces que estamos ante un caos con más de cincuenta por ciento de
inflación, sin desarrollo alguno de la producción, con la multiplicación en
todas las regiones del país de unos de niveles de contrabando y corrupción civiles
y militares bestiales, con un problema terrible de abastecimiento, con una
devaluación de hecho que quiebra todo salario, viendo como se reintroducen por
todos lados los mismos personeros de la
cuarta república en los mandos de gobierno (medalla que se merece el fabuloso
Arias Cárdenas y su congénere Rangel Gómez entre otros), cómo se abandonan
inversiones espectaculares de maquinaria e infraestructura. Y sin embargo, todo
el modelo corporativo-burocrático en su línea fundamental −que no es otra cosa que el
poder absoluto sobre la inversión, distribución y regalía de la renta petrolera
en absoluto secreto e impunidad− no parece ceder ni un
ápice. Súmese todos los elementos de bloqueo a la socialización de los pocos
medios de producción que se han podido recuperar en más de una década . Esto
quiere decir que este caos continuará y agudizará sus consecuencias políticas
en la medida en que tanto a escuálidos como la burocracia de gobierno se
seguirán confrontando con sus argumentos de conveniencia, mientras la
indignación crezca y el fantasma del golpe se haga más latente llegando a una
situación muy parecida a la del postperonismo (1973-1976) que efectivamente
terminó en un golpe atroz que ya conocemos.
Es entonces cuando podemos
entender con mucha más razón que el “Pueblo en Lucha” −el sustrato social
dispuesto a la pelea y que ha aumentado su hegemonía y poder constituyente en
estos años− es el centro de todo el panorama
político en adelante. No es la conspiración del ambicioso, no es la agitación
del fascista, no es el chantaje humillante de la burocracia, no es el candidato
triunfante. Es ese pueblo en lucha.
No hay política posible a
estas alturas (si realmente entendemos por política la acción conjunta sobre el
devenir colectivo, y no una carrera mercantil por pedazos de poder) que no pase
por buscar a como dé lugar los lugares síntesis de ese pueblo en lucha donde se
encuentra: constituyendo comunas libres y reales, promoviendo el control obrero
y el desarrollo productivo, aumentando la capacidad de defensa propia,
multiplicando las fortalezas culturales y comunicacionales, liberando el
conocimiento. Por muy debilitado que esté, como siempre hemos reconocido, su
constitución como fuerza dirigente de la revolución por encima de cualquier
gobierno, Estado o conspiración que pretenda acabarlo, es la única salvación
que tenemos. Ese poder es superior a cualquier constitución, ley u orden
institucional, está de hecho sentido así por quien asume esta condición.
Esto no quiere decir
“anarquía” en su peor y deliberada interpretación, es por el contrario saltar
de la manipulación conspirativista y ubicarse en el lugar que estamos que nos
es otro que de la revolución social indispensable. El Estado rentista llegó a
los bordes de su crisis. Esto es todo lo que está pasando, y eso nos debe
alegrar. Pero ahora nos toca a nosotros, hacer lo que ha debido hacerse años
atrás cuando efectivamente estaba montada una conspiración triunfante por momentos
destrozada luego por ese Pueblo en Lucha.
Por eso hablamos de una
categoría política en gestación que cambia por completo la interpretación del
momento y la ubica donde ella debe estar: en una encrucijada en la cual tendremos
que decidir si estamos dispuestos a la revolución o no, si estamos dispuestos
como ayer, pero en órdenes superiores de reorganización de la sociedad y sus
fuerzas productivas, a confrontar de lleno la conspiración contra ese Pueblo en
Lucha que no terminará nunca en la medida en que dejemos existir a los sujetos
de poder, a la carroña burocrática y burguesa que sobrevive... La crítica se
acabó.
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