Por Aquarela Padilla
Todo comienza en una casa. Y el
dato que lo hace particular es que esa casa también es una bloquera. Y esa
bloquera es una excusa para la conspiración. Sí, la conspiración de un grupo de
mujeres no mayores de 38 años a las que les llaman “las peleonas”. Dicen que todo lo que se hace bajo el sol se
multiplica, se expande como una marejada de cosa viva y verde; algo así pasa en
Santa Bárbara, donde el astro luminoso nunca falta, resiste por las noches en
la piel de la jornada.
Juana, con la soltura que sólo
tienen las mujeres habladoras, mueve las manos en el aire, reconstruye
historias en ese vaivén, su cuerpo es una danza, un tambor –sonido constante- que nunca se ha
detenido, y desde entonces Juana habla cimarrona, huida, libre albedrío y
desmesura, todo eso la hace una mujer hermosa, fuera del catálogo, cerca de la
dignidad. Juana nos habla de los partos, comparte una sonrisa que puede llegar
a tragarse el mundo entero, arrasar en trueno la dureza del tiempo, la traición
de un pueblo ciego que vota por su enemigo histórico, el agua que colmó un día
al pueblo y dejó al pobre sin techo, las horas de andar con el barro hasta la
cintura, el hambre, el silencio.
Alegría… “las peleonas” caminan
las calles de Santa Bárbara con el tino de quien conoce, de quien ha corrido
cielo abierto para recobrar la esperanza, y la alegría es la huella que
perdura; así, más de 20 mujeres se han puesto a la tarea de construir hogares
dignos para su comunidad, a través del
Consejo Federal de Gobierno le fueron aprobadas la construcción de 22
viviendas, pero como las acompaña la terquedad, estas mujeres lograron con los
mismos recursos construir las casas, hacer una bloquera, una herrería y una
cooperativa para elaboración de muebles.
Si uno quiere darle rostro a los
logros de la revolución, sólo debe escuchar, de repente en la conversa sale a
relucir el nombre de alguna Misión; los sordos entenderían esto como un derecho
de la población que ha sido garantizado desde las políticas de Estado, un oído atento
(el que escucha con el alma) entendería que la transformación de una sociedad
como la venezolana toca dimensiones más profundas, inabarcables para la
ciencia, irreverentemente humanas. A Santa Bárbara llegó la Misión Ribas, y
desde ahí “las peleonas” empezaron a darle leña al fuego, luego lograron la Casa
de Alimentación, y un primer Simoncito; ellas (Milagros, Antonia, Thaly,
Yuleidy, Juana) lo dicen con orgullo, se les infla el pecho de algún aire que
recuerda, donde nada es imposible. Pero antes, cuando no andaba el Coman por
estos lares haciendo de las suyas, estas mujeres inventaban las treguas para el
aguante de la dura realidad, nos las
pasábamos tocando tambor, en todos lados nosotras tocando…y la burra la bailaba
Talhy Itriago y nosotras íbamos por todo el pueblo alegrando a la gente,
hacíamos la fiesta de Santa Bárbara.
A finales de los noventa la
represa El Guapo colmó a este pueblo de agua, llevándose las casas, la siembra
y la gente. En el proceso de reconstrucción también nacieron los Consejos
Comunales, figura que empezó a configurar a una población con las marcas de la
conciencia, en un estado con una fuerte tradición adeca, ese moreno “mal
habla’o” era defendido en las asambleas, en la calle, en los centros
electorales; con el tiempo han ido creciendo los Consejos Comunales
Bolivarianos, y a pesar de la política discriminante de los gobernantes de
oposición, aquí el pueblo chavista no se vendió, nos cuentan que “en el 2010 el
Radonski vino para acá dando certificados y construyendo ranchos…nosotros
llorábamos porque nos tocó a nuestra gente y nosotros no teníamos como darle
respuestas –esas no son casas dignas ¿tú crees que ese rancho es un beneficio?
¿usted quiere que la revolución la haga su casa?-, y así hicimos, tumbamos esos
ranchos y construimos unas casas dignas, después vinieron y que a tomarle unas
fotos a nuestras casas como si fuera gestión de ellos, de aquí los corrimos”.
La autoconstrucción, la bloquera y la herrería
se convirtieron en punto de honor para el Consejo Comunal Santa Bárbara, quien
forma parte del equipo promotor de la Comuna, este proceso de integración de la
comunidad no sólo ha permitido la mejora de la calidad de vida de sus
habitantes, sino el inicio de una mirada
más amplia, que llega a la idea de hacer de este territorio un campo recuperado
de los terratenientes del cacao, una fuente de producción de alimentos
autogestionada, y en eso andan…Así fuimos a parar a Caño La Palma, caminamos en
fila monte adentro el maizal de Yuleidy, quien con su esposo y sus siete hijos
le da nacimiento a unas enormes plantas de maíz amarillo y altanero en dos
hectáreas de terreno, este es un maíz muy
serio, nos dice, porque para
sembrarlo uno no puede reírse porque sale malo; y a nosotros nos suena como
la creencia del hilito rojo en la frente de los niños con hipo. A punta de
picadas de jejenes también supimos el cuento de las cartas agrarias, y los
evidentes obstáculos que implican su aprobación para el beneficio de los y las
campesinas. El gobierno se destaca en
darle a personas que ya tienen (beneficios, créditos, dinero), o a personas que
no te siembran pero que son las que tienen carta agraria; y el campesino que es
el que siembra, que es el que cosecha como no tiene carta agraria no lo toman
en cuenta. Una finca privada llamado Hato Grande que resalta por sus
dimensiones lo deja claro, los vecinos de Yuleidy trabajan ahí, y en épocas
electorales son obligados a votar en contra de su clase para no perder el
empleo, ese patrón tiene carta agraria y
crédito aprobado por el Estado; Yuleidy y su familia, como decenas de
agricultores de la zona, lleva años solicitándola y nada.
*
Lo colectivo es la fuerza
Volvemos a la bloquera con Thaly,
sentados bajo el sol, maquinas apagadas, cámara encendida y rebotador en la
mano, ella nos da una clase de economía socialista, maneja los costos del
mercado privado y los compara con la producción autogestionada, no nos
sorprende de “las peleonas” que la integración de los jóvenes de la comunidad en
el trabajo de la Comuna sea un elemento fundamental de garantizar esta
economía, así la producción sea menor en número, lo que les importa finalmente es que los muchachos lleven su dinerito al
final de la semana para la comida de sus hijos, que se sientan aquí valorados y
tomados en cuenta; y que con estos bloques que hacen como arte de magia en
el patio de esta casa, sumados, sean la materia prima de la participación en
las Brigadas de autoconstrucción. Aquel
que compra una casa gracias a dios que tiene la oportunidad de hacerlo, pero no
la valora tanto como aquel que participa dentro de la construcción de su propia
vivienda, el respeto es aún más grande.
**
En los ojos llevan el sol, los
conquistadores de ayer no pudieron con ellas, que supieron resguardar la
semilla en sus cabellos, supieron parir los hijos, tomar las armas, abrir
caminos… es mucha la bonitura de una mujer alzada y terca; los sifrinos de
ahora tampoco les marcan el paso, porque en su alegría va una revuelta
indescifrable, mirada encima.
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