Por Yuri Valecillo
Con estos de las nuevas leyes,
decretos, fórmulas legales acerca de la prensa, se me siguen armando ciertos
interrogantes que ahora se prohíba la posibilidad de aparecer en las páginas de
los periódicos −hechos ya de por sí comunes−
como asesinatos o muertos por causa del hampa o por cualquier otra.
¿Cómo se pudieron haber desenvuelto los militantes comunistas?
para exponer ante la opinión publica el alevoso, terrible y horrible asesinato
cometido por parte de los cuerpos de seguridad del estado Digepol, SIFA entre
otros. Las fotografías del rescate del cadáver del veterano militante
revolucionario y el libro Expediente Negro de José Vicente Rangel levantaron en la sociedad una gran
indignación y la tribuna del congreso se convirtió en un punto donde una
minoría muy reducida tomaba ese espacio para denunciar la suerte de una
generación en manos de organismos del estado que estarían para defendernos,
pero nos asesinaban lo más granado de la juventud.
Y con esto no quiero recurrir a
la idea de que los muertos en las cárceles o en los calabozos de algún
organismo de seguridad del estado y hablo de cualquier nación haya cambiado,
basta ver el trato a batazos que se le da algunos detenidos en Aragua o el caos
carcelario que nos toca conocer a diario.
La foto de sucesos o la crónica
roja y la fotografía de la mismo color se elevaron a documento artístico desde
hace años basta con conocer el trabajo de Weegee seudónimo usado por Arthur H. Fellig nacido en un fotógrafo y
reportero gráfico ucraniano conocido por sus impactantes tomas fotográficas en
blanco y negro nacido en el hoy territorio de Ucrania emigro a los Estados
Unidos en 1909 y muerto en 1968.
Este fotógrafo desarrolla y
transforma la imagen hasta ese momento vista como una fotografía de espanto y
no como una pieza brillantemente construida y si bien el morbo seguramente
hacía de las suyas en la cabeza de miles de lectores al día siguiente es
imposible negar el magistral manejo de luces y sombras en la obra de este
personaje.
Volviendo a lo dramático de las
reglas que se prohíben, impiden o piden mesura frente a lo que acontece tendría
que decir que la fotografía es solo un reflejo de la realidad y que son cientos
los casos donde los hechos pueden ser enfrentados a partir de imágenes que
denuncien y hagan conocer la magnitud de lo que ocurre en cualquier país o
espacio geográfico que nos toque ver o vivir. Es de sobra conocida la imagen de
la chica vietnamita que huye desnuda del bombardeo por parte de la aviación
norteamericana a una aldea del país asiático.
Kim Phuc solo tenía 9 años cuando un nave del Ejército
survietnamita bombardeó su pequeño pueblo de Trang Bang, proximo dela
ciudad Ho Chi Minh (entonces Saigón), en
un ataque coordinado con el mando de Estados Unidos que intentaba de cortar el
abastecimiento por carretera entre Camboya y Vietnam, sin importarles el costo
en vidas humanas o la muerte de civiles hombres mujeres o niños.
Phuc corrió a la carretera
desnuda, consumida por el dolor -«¡muy caliente, muy caliente!», exclamaba-,
con el rostro en descompuesto, igual que todos los habitantes de esa aldea. Un
instante que inmortalizó el fotógrafo vietnamita Nick Ut quien cubría la Guerra
de Vietnam para la agencia Associated Press.
Esa fotografía realizada el 8 de
junio de 1972 dio al mundo una mirada
que se requería para mostrar los
horrores del conflicto a la sociedad internacional los crímenes cometidos por la
aviación de Estados Unidos y fue decisiva para darle el punto final a los enfrentamientos
y a las masacres cometidas con la anuencia del hoy disminuido coloso del norte.
Lo cierto es que para los
editores el problema no estuvo en la fotografía y si en enfrentar al gobierno
de Estados Unidos ya que era contra la ley publicar desnudos en las páginas de
medios de comunicación que podían ser adquiridos por cualquiera.
La censura a la fotografía de
sucesos es un hecho que no tiene mis simpatías y que si bien no podemos
imprimirla nuestro deber como fotógrafos es exponer nuestro trabajo y exponerlo
a la mirada del otro, decretos, reglamentos, formulas sobraran que traten de
impedir que se publique algo que no convenga a un estado o a quien detente el
poder puede ser de derecha o izquierda, de centro o de lo más ligero
políticamente hablando pero ser o prestarnos en nombre de lo políticamente
correcto al juego de los que asumen la tijera y el corrector y al censor como
estilo, simplemente es miedo.
Los hechos están ahí, el
fotógrafo los registra y aunque no lo hagan, los hechos ocurrieron claro en
cualquier régimen EL MINISTERIO DE LA VERDAD navega en medio de las sombras.
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