Por Yuri Valecillo
Impactado quedo con esta declaración de Ameliach: “Como valenciano de nacimiento, criado aquí mismo, conocedor de nuestras costumbres, estoy dispuesto a luchar por rescatar nuestros íconos, los íconos de la valencianidad, todos los que me conocen saben cuánto amo y quiero a esta ciudad, así como a Carabobo, por ello sé con propiedad cómo los valencianos quieren que sus tradiciones religiosas y culturales sean preservadas”.
Impactado quedo con esta declaración de Ameliach: “Como valenciano de nacimiento, criado aquí mismo, conocedor de nuestras costumbres, estoy dispuesto a luchar por rescatar nuestros íconos, los íconos de la valencianidad, todos los que me conocen saben cuánto amo y quiero a esta ciudad, así como a Carabobo, por ello sé con propiedad cómo los valencianos quieren que sus tradiciones religiosas y culturales sean preservadas”.
Los íconos de la valencianidad... ¿Cuáles son esos? Los Branger, los Feo, La Cruz, los Fonseca,
etc. Y es que esto de que un valenciano que no es tomado como tal, pero que lo
desea por esa pléyade de nombres y apellidos, de castas, de nombres
rimbombantes se referirá a tales cuando habla de ÍCONOS.
Valencia está llena de símbolos mucho más alentadores que
más de una de esas pendejadas que se desean hacer ver como signos de una ciudad. Claro, con acciones o visiones así podrían decir que en el siglo XIX eran comunes las peleas de perros y que por
eso se deben recuperar. Le tendremos que decir al ciudadano gobernador que haga
lo que haga ese sector que apoya las corridas nunca lo apreciará y lo verá como
su mandadero. Esos son los sectores que ni aprecian, ni respetan los cambios
que vive Venezuela, que soñaban la muerte de Chávez y que lo ven a usted y a lo
que representa, como su enemigo.
Tan valenciano como usted, señor gobernador, pero de allí a
asumir como “tradición de un pueblo” la tortura y la muerte de un animal nada
más lejano a la realidad. Esto de las tradiciones católicas o paganas son otra
cosa y asumir como tradición lo que por costumbre se ejecuta, es solamente una
visión bastante miserable del acontecer de un pueblo, una nación, un mundo... Diría mi madre: “Maña vieja no es costumbre”.
¿Los juegos romanos acaso eran tradición de un pueblo? No, sólo eran una demostración de cómo estaba el tejido social de un imperio, su
podredumbre, su miseria interior, su corrupción. Las corridas de toros son
parte de esos juegos el sueño de ver torturar a un semejante, el deseo de
lastimar al indefenso, el morbo de ver correr la sangre de un animal noble
frente al acero.
También con ese cuento
de mantener los valores, la esclavitud sigue teniendo víctimas o las
mujeres son golpeadas, o la letra con sangre entra. Creo que con usted he
platicado un par de veces. Nada más lejano a haber aprendido algo de su palabra
a pesar de haber puesto todo mi empeño al escucharlo, Me cuesta comprender
cuando es mal explicado el asunto o se trata de imponer con cargo la palabra.
Las corridas de toros son un acto bárbaro y perverso y aunque lo aplauda la “valencianidad" ya
pasará el tiempo y a usted al igual que a mí nos señalarán como lo que no somos
parte de ese círculo intangible llamado “valencianidad” al cual no espero
pertenecer jamás, como tampoco deseo aplaudir acciones bárbaras de gobiernos
por más “revolucionarios” que se hagan llamar.
Durante más de 300 años el asesinato de indígenas en
nuestras naciones, el robo y despojo de sus tierras la desearon convertir en
tradición o en ícono de la cultura, no sólo valenciana, lo deseaban convertir en
una condición de las llamadas “razas vencidas” Hoy la lucha continua en contra de esa presunta tradición o ícono de una
tradición. Las revoluciones, Ameliach, son enfrentar lo tradicional a lo nuevo.
No todo lo tradicional puede ser defendible. De allí el
avance de las ciencias, artes y técnicas.
Una golondrina no hace verano, pero
cuidado que esas golondrinas que hoy lo aplauden, nunca volarán con usted.
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