martes, 15 de octubre de 2013

Cianuro en gotas XVIII

Por: Alberto Nolia
Soraya al Achkar maneja desde hace largos años una mampara para sacar reales con el cuentico de los derechos humanos. Se denomina Red de Apoyo por la Justicia y la Paz, altisonante nombre para martillar dentro y fuera del país. Recibe fondos de organismos antivenezolanos, de esos que no pierden oportunidad de acusarnos de violar derechos fundamentales. Por ejemplo, Amnistía Internacional le picha a la Soraya, al igual que gobiernos enemigos de nuestra patria, como el británico, holandés, suizo, alemán y canadiense. Por si faltaba alguna joyita adicional, Empresas Polar siempre le tira sumas respetables. Dicho sea de paso, esa fundación hace negocios con la UNES, donde la Soraya es rectora.
Primero Justicia es, sin duda, la organización más corrupta de la historia de Venezuela. Como señaló Diosdado Cabello, superan con holgura a Acción Democrática en eso de ser ladrones. Los efebos no se recatan en defender a los corruptos, como se evidenció en la ardorosa protección en la Asamblea a hampones como Juan Carlos Caldera y Ríchard Mardo. Igualmente, su beligerante posición contra la ley habilitante, cuyo principal objetivo es adecuar el marco legal para luchar contra la corrupción, demuestra cuál es el interés de ese partido.

Por cierto, vale la pena recordar que todos los capos de Primero Justicia son antiguos copeyanos. No hay ni una sola excepción. Son los que perdían los procesos internos en Copei, por lo cual aprovecharon los reales que se robó en Pdvsa, Antonieta Mendoza de López, la amá de Leopoldo López, para montar su propio partido. Eso explica la increíble torpeza política de los efebos. Cuesta imaginar alguien tan torpe como para perder las convenciones copeyanas, cuando hasta los que ganaban tenían no más de media docena de neuronas.
Pasan los meses, y el juicio contra el choro Ríchard Mardo sigue engavetado. Semanas y semanas después de allanada su inmunidad parlamentaria, el expediente duerme el sueño de los justos. Deber ser “argumentos” de muchos pesos los que repartió el justiciero ladrón, valga la redundancia.
Insólitas las declaraciones de Andrés Izarra, ministro de Turismo. Admitió que existe una profunda distorsión con los precios de los pasajes aéreos, y dice que se ha reunido con las aerolíneas para resolver el problema de cara a la ¡próxima! temporada. Ello implica borrón y cuenta nueva. Es decir, que les perdona la brutal especulación que a partir de febrero, cuando el dólar aumento un 46 por ciento, y esas bandas disfrazadas de empresa elevaron los boletos en al menos 300 por ciento. Hoy, cuando no hay ni un pasaje internacional en el mercado, cobran seis veces más que hace 8 meses. Por eso es una ofensa y una cobardía dejar sin castigo a esos forajidos o anunciar sanciones que nadie cree.
Dicho sea de paso, Venezuela realiza esfuerzos y gasta muchísimo dinero en promover el turismo. Y lo que se hace con las manos, se desbarata con los pies. La inseguridad personal es tan alta que en el mundo entero quienes venden pasajes, advierten a potenciales turistas que ir a Venezuela es poner en serio riesgo la vida. Eso explica que países caribeños como Cuba o República Dominicana, que tienen menos encanto que Venezuela (son islas, no parte de un continente), reciben millones de visitantes al año. A Venezuela prácticamente no viene ni un solo turista, aunque como tal clasifiquen a viajeros de negocios, que llegan al aeropuerto, donde los recoge un chofer, los mete en un hotel y de allí sólo sale para reuniones comerciales. Otra cosa que destruyen con los pies son las innecesarias y abusivas demoras en Maiquetía, donde con la excusa de controles antidrogas hacen que los vuelos salgan con horas de retraso y los viajeros soporten colas de esa duración. Sólo gete inepta y con mentalidad hamponil pueden tener a la gente demorada por largo tiempo simplemente porque son incapaces de trabajar con efectividad. Es fácil imaginar qué dicen de nuestro país una vez que llegan a su destino. Si a eso se agrega las matracas, los robos por parte de funcionarios y el maltrato generalizado, es fácil entender porqué Venezuela no es ni puede ser la potencia turística que debería ser, por sus grandes atractivos.
Para los pelos leer la prensa aragüeña. A pesar de que todos los periódicos están palangreados por Tareck el Aissami, las noticias no pueden ocultarse. Cada día se ven numerosos casos de homicidios con ensañamiento, signo de que actúan bandas organizadas y el narcotráfico crece con amparo oficial. Son rutinarios casos como el del liceísta Yender Jesús Solano Blanco, que asesinaron en Cagua de 22 balazos. El actual gobernador tiene un doble pique con Henrique Capriles, el Enchufado Oral. Quiere ganarle el título del mandatario regional que pasa menos tiempo en su entidad y, además, el aragüeño quiere desplazar al mirandino como gobernante del estado más inseguro del país, certamen en el que andan cabeza a cabeza.
El problema de la inseguridad en Venezuela no puede resolverse mientras prive la demagogia y la cultura del operativo. Esa práctica puntofijista no persigue acabar con malandros, si no que la gente vea presencia policial en la calle. Es simple hacer que hacen. Los operativos son insostenibles en el tiempo, incluso si están muy bien organizados, como ocurrió con Patria Segura. Un enorme despliegue policial durante varias semanas, que efectivamente redujo la incidencia delictiva. Como en las entradas de los barrios estaba desplegada la GNB y las policías, simplemente los hampones no salían a “trabajar” o se contentaban con robar a sus indefensos vecinos. Al final, los efectivos tienen que volver a sus horarios normales, pues el cuerpo no aguanta estar en guardia permanente. La realidad es que no se busca encarcelar a los delincuentes, pues simplemente no hay dónde encerrarlos. De hecho, los esfuerzos del Estado para reducir el hacinamiento consisten en echar hampones a la calle y darles beneficios procesales. Es un mecanismo seguro para que crezca la inseguridad. La impunidad es total e incluso delitos repugnantes, como la estafa, no pagan cárcel.
Otra aberrante práctica puntofijista, que actualmente se ejercita con mucha mayor intensidad que en la IV República, es el abuso con los escoltas. Cualquier funcionario, ministro o gobernador, lleva un ejército privado. Actúan como ratas indeseables, hasta el punto que un simple burócrata se da el lujo de que sus “moscas” atraviesen durante minutos sus motos en las esquinas, para que ese cagatintas no sufra el tráfico como los ciudadanos que le pagan el sueldo. En la IV República, sólo el Presidente y el Ministro de la Defensa usaban escolta en moto. Por burócratas corruptos y abusadores, hemos retrocedido en ese terreno.
Hay gente que se vende barata. Una diputada con un largo e impecable historial revolucionario, ahora torpedea e impide que se investiguen las aberraciones de Tareck el Aissami. El narcogobernador aragüeño publicó en una página web creada por su esbirro Jesús Almeida Morgado, las fotos de una joven desnuda, a quien encima acusan de prostituta. La muchacha en cuestión, que para más inri trabajó en la campaña electoral del Tareck, no logra siquiera ser recibida por esa parlamentaria venal. Y de verdad que se vendió a precio vil: simplemente la Gobernación de Aragua le dio un carro y le paga el chofer.
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