miércoles, 23 de octubre de 2013

Las Peleonas de Santa Bárbara

Por Aquarela Padilla

Todo comienza en una casa. Y el dato que lo hace particular es que esa casa también es una bloquera. Y esa bloquera es una excusa para la conspiración. Sí, la conspiración de un grupo de mujeres no mayores de 38 años a las que les llaman “las peleonas”.  Dicen que todo lo que se hace bajo el sol se multiplica, se expande como una marejada de cosa viva y verde; algo así pasa en Santa Bárbara, donde el astro luminoso nunca falta, resiste por las noches en la piel de la jornada.

Juana, con la soltura que sólo tienen las mujeres habladoras, mueve las manos en el aire, reconstruye historias en ese vaivén, su cuerpo es una danza, un  tambor –sonido constante- que nunca se ha detenido, y desde entonces Juana habla cimarrona, huida, libre albedrío y desmesura, todo eso la hace una mujer hermosa, fuera del catálogo, cerca de la dignidad. Juana nos habla de los partos, comparte una sonrisa que puede llegar a tragarse el mundo entero, arrasar en trueno la dureza del tiempo, la traición de un pueblo ciego que vota por su enemigo histórico, el agua que colmó un día al pueblo y dejó al pobre sin techo, las horas de andar con el barro hasta la cintura, el hambre, el silencio.

Alegría… “las peleonas” caminan las calles de Santa Bárbara con el tino de quien conoce, de quien ha corrido cielo abierto para recobrar la esperanza, y la alegría es la huella que perdura; así, más de 20 mujeres se han puesto a la tarea de construir hogares dignos para su comunidad,  a través del Consejo Federal de Gobierno le fueron aprobadas la construcción de 22 viviendas, pero como las acompaña la terquedad, estas mujeres lograron con los mismos recursos construir las casas, hacer una bloquera, una herrería y una cooperativa para elaboración de muebles.


Si uno quiere darle rostro a los logros de la revolución, sólo debe escuchar, de repente en la conversa sale a relucir el nombre de alguna Misión; los sordos entenderían esto como un derecho de la población que ha sido garantizado desde las políticas de Estado, un oído atento (el que escucha con el alma) entendería que la transformación de una sociedad como la venezolana toca dimensiones más profundas, inabarcables para la ciencia, irreverentemente humanas. A Santa Bárbara llegó la Misión Ribas, y desde ahí “las peleonas” empezaron a darle leña al fuego, luego lograron la Casa de Alimentación, y un primer Simoncito; ellas (Milagros, Antonia, Thaly, Yuleidy, Juana) lo dicen con orgullo, se les infla el pecho de algún aire que recuerda, donde nada es imposible. Pero antes, cuando no andaba el Coman por estos lares haciendo de las suyas, estas mujeres inventaban las treguas para el aguante de la dura realidad, nos las pasábamos tocando tambor, en todos lados nosotras tocando…y la burra la bailaba Talhy Itriago y nosotras íbamos por todo el pueblo alegrando a la gente, hacíamos la fiesta de Santa Bárbara.

A finales de los noventa la represa El Guapo colmó a este pueblo de agua, llevándose las casas, la siembra y la gente. En el proceso de reconstrucción también nacieron los Consejos Comunales, figura que empezó a configurar a una población con las marcas de la conciencia, en un estado con una fuerte tradición adeca, ese moreno “mal habla’o” era defendido en las asambleas, en la calle, en los centros electorales; con el tiempo han ido creciendo los Consejos Comunales Bolivarianos, y a pesar de la política discriminante de los gobernantes de oposición, aquí el pueblo chavista no se vendió, nos cuentan que “en el 2010 el Radonski vino para acá dando certificados y construyendo ranchos…nosotros llorábamos porque nos tocó a nuestra gente y nosotros no teníamos como darle respuestas –esas no son casas dignas ¿tú crees que ese rancho es un beneficio? ¿usted quiere que la revolución la haga su casa?-, y así hicimos, tumbamos esos ranchos y construimos unas casas dignas, después vinieron y que a tomarle unas fotos a nuestras casas como si fuera gestión de ellos, de aquí los corrimos”.

 La autoconstrucción, la bloquera y la herrería se convirtieron en punto de honor para el Consejo Comunal Santa Bárbara, quien forma parte del equipo promotor de la Comuna, este proceso de integración de la comunidad no sólo ha permitido la mejora de la calidad de vida de sus habitantes,  sino el inicio de una mirada más amplia, que llega a la idea de hacer de este territorio un campo recuperado de los terratenientes del cacao, una fuente de producción de alimentos autogestionada, y en eso andan…Así fuimos a parar a Caño La Palma, caminamos en fila monte adentro el maizal de Yuleidy, quien con su esposo y sus siete hijos le da nacimiento a unas enormes plantas de maíz amarillo y altanero en dos hectáreas de terreno, este es un maíz muy serio, nos dice, porque para sembrarlo uno no puede reírse porque sale malo; y a nosotros nos suena como la creencia del hilito rojo en la frente de los niños con hipo. A punta de picadas de jejenes también supimos el cuento de las cartas agrarias, y los evidentes obstáculos que implican su aprobación para el beneficio de los y las campesinas. El gobierno se destaca en darle a personas que ya tienen (beneficios, créditos, dinero), o a personas que no te siembran pero que son las que tienen carta agraria; y el campesino que es el que siembra, que es el que cosecha como no tiene carta agraria no lo toman en cuenta. Una finca privada llamado Hato Grande que resalta por sus dimensiones lo deja claro, los vecinos de Yuleidy trabajan ahí, y en épocas electorales son obligados a votar en contra de su clase para no perder el empleo,  ese patrón tiene carta agraria y crédito aprobado por el Estado; Yuleidy y su familia, como decenas de agricultores de la zona, lleva años solicitándola y nada.

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Lo colectivo es la fuerza

Volvemos a la bloquera con Thaly, sentados bajo el sol, maquinas apagadas, cámara encendida y rebotador en la mano, ella nos da una clase de economía socialista, maneja los costos del mercado privado y los compara con la producción autogestionada, no nos sorprende de “las peleonas” que la  integración de los jóvenes de la comunidad en el trabajo de la Comuna sea un elemento fundamental de garantizar esta economía, así la producción sea menor en número, lo que les importa finalmente es que los muchachos lleven su dinerito al final de la semana para la comida de sus hijos, que se sientan aquí valorados y tomados en cuenta; y que con estos bloques que hacen como arte de magia en el patio de esta casa, sumados, sean la materia prima de la participación en las Brigadas de autoconstrucción. Aquel que compra una casa gracias a dios que tiene la oportunidad de hacerlo, pero no la valora tanto como aquel que participa dentro de la construcción de su propia vivienda, el respeto es aún más grande.


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En los ojos llevan el sol, los conquistadores de ayer no pudieron con ellas, que supieron resguardar la semilla en sus cabellos, supieron parir los hijos, tomar las armas, abrir caminos… es mucha la bonitura de una mujer alzada y terca; los sifrinos de ahora tampoco les marcan el paso, porque en su alegría va una revuelta indescifrable, mirada encima.






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