domingo, 11 de agosto de 2013

¡Viva la dirección del PSUV y la democracia representativa!


Por Yuri Valecillo

Cómo se deciden los candidatos, cómo se interviene Diana, cómo no le paran esféricas a la opinión pública o al derecho, cómo no se toman en cuenta las bases, cómo se establece el método de cooptación para elegir un candidato ¿a qué nos lleva todo esto? A entender que la Democracia Representativa está más dura que nunca.

Y que la revolución o el proceso es muy voluminoso como el algodón de azúcar o la espuma de jabón: mucho volumen y poca masa, y entonces aquellos que creemos en la posibilidad de que se tome en cuenta nuestra opinión estamos de más, y la constitución está de más, y la opinión molesta e incómoda los castos oídos de la dirigencia.

Esto de que el caporal del partido −y ni siquiera del partido− y sí el militante del gobierno que trabaja en el partido, tiene el argumento de “la disciplina” es un caso patético en la Argentina de Videla que se llamaba “obediencia debida”, y fue un argumento de los escalafones inferiores del proceso político que vivía la nación sureña para cometer cualquier acción. La disciplina era el argumento máximo.

Una de las caras de esta revolución es que tiene una carga impresa que se llama la constitución, y fuera de ella nada, y dentro de ella, todo. Claro, le metemos velocidad y le damos color a la discusión y calentamos las emociones y ¡zaz…! cualquiera que pregunte se hace sospechoso. El caso de aceites Diana es dramático, y es que sin decir “agua va”, desean convertir frente a la opinión pública a los obreros y trabajadores de esta industria en enemigos del proceso y a un burócrata “en salvador de la nación”.

Julián Conrado −ese caso en particular− no recibe respuesta ni legal, ni política, ni social. El silencio es tan largo que agobia, y bajo la llave de no digas que le haces el juego al enemigo nos sumergimos con nuestra palabra en las alcantarillas de la complicidad y del silencio o de la omisión.

¿Qué hacer? Y no me refiero al texto de Lenin aquel que leíamos impreso por Ediciones de Lenguas Extranjeras Pekín o Editorial 70. No. El ¿Qué hacer? al que me refiero es cómo pasar por alto el crimen de Sabino y la libertad de Isea, y que nos quedemos sin voz en los medios y que los directores de contenido de RNV, VTV entre otros se nos vuelvan los jefes de censura o censores y brazos ejecutores de los cortadores de lengua y de palabra.

Nuestra vida no es reposo y es un largo camino sólo pienso en los cuentos que le harán estos chicos y chicas que hoy manejan la tijera y el cheque de despido para el que se salga de la línea o que como Lavrenti Beria, claro, y por razones más que obvias no puedan ser tan crueles como aquel que “nadie se saliera de la línea”. Sí. ¿Qué cuentos le harán a sus hijos e hijas, cómo pisotearon a uno que otro creaba un lenguaje propio en la ondas hertzianas o en la televisión o a través de algún medio de los jefes… Perdón, quería decir público.

Las decisiones ya están tomadas y las tomaron en las rocas y en lo oscurito, y ya viene un discurso en el cual la derecha será el enemigo −sí, la derecha y sus prácticas− si es que en la derecha no se consulta a las bases, en la derecha sólo la cúpula decide, en la derecha no se castiga a los crápulas y a los que se enriquecen con los recursos de la nación.

La derecha es un comportamiento y un accionar político, una manera de entender el entorno y asumir que la pirámide es como debe funcionar el mundo. La izquierda es la democracia, y es invertir la pirámide, es hacer el argumento del más humilde tenga tanto valor como el del jerarca (claro, el jerarca) no tendrá peso o será muy ligero.

Yo seguiré leyendo a Tomas Moro y su Utopía, y buscaré algo que me haga digerible el trago, aunque creo que la democracia representativa es un mal que como la hidra o la Gorgona le crecen cabezas en la medida que le son cortadas, la única cabeza que peligra es la del que combate al pasado, y aquello del “FUTURO ES NUESTRO” se parece tanto al horizonte, esa línea imaginaria que se aleja en la medida que nos acercamos a ella… Y recordando aquel libro de Juan Nuño La escuela de la sospecha, creo que esta es la cátedra, y lo digo por el título más que por el contenido del texto mencionado.


¿Qué estarán leyendo estos muchachos si esos directores de contenido tienen al silencio como la guía de su palabra?

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