miércoles, 14 de agosto de 2013

Un toque de Diana en Diana


                                                         Por Yuri Valecillo

Algunas personas “tienen el poder, pero no el convencimiento”… Recuerdo a Izaguirre, aquel ministro de CAP que frente a las cámaras de televisión no podía anunciar alguna nota oficial preparada por el gobierno de turno, y donde para dar un “parte rosa” de lo que realmente ocurría en el país.

Si el 27 de febrero marcó al país y es una cicatriz que pienso todavía no cierra completamente −y entre otras cosas porque “no hay un solo culpable” de semejante masacre− cosas de la rabia, algunos me dicen que “no lo tome de manera personal” pero es que esos días de febrero y marzo de 1989 desfilaron frente a mi mirada decenas de chicos perforados por balas de FAL. CAP tenía el poder pero no el convencimiento y no convencía.
A muchos les pasa lo mismo. Su séquito le informa, le dice, le argumenta sus elucubraciones propias y siente que tiene razón frente a los que él ve como débiles. Viendo las cosas como marchan, veo que el Ministro Osorio “tiene el poder, pero no el convencimiento”.

De las cosas que me parecen perversas de nuestro proceso −si y es que me cuento entre los que está montado en este tren al que llamamos quien sabe por qué “revolución”; y que a veces critica la marcha del mismo; y que a veces ve fallas absolutas, que es imposible dejar de verlas y sería muy cobarde no criticarlas, veo a los “jefes” sentados a la mesa con los Mendoza, y que les prometen apoyos, les sonríen, les aplauden. Es que el patrón es patrón y el propietario se jacta de que sentó a la mesa a los que intentan hacer de la revolución una marca registrada. Con la otra mano ya no es la extendida para negociar cosas del poder con el patrón que acapara los granos, cereales, manufacturas se sienta a negociar, se les escucha, se le celebran sus malos chistes y se les premia con abrazos y algo más.

Por el otro lado están los aquellos que lucharon contra el paro petrolero, contra el sabotaje eléctrico, contra el acaparamiento de alimentos, contra la intoxicación mediática, y por otro lado están los trabajadores a los que se les decreta la ley del silencio, se les anuncia que no serán recibidos por nadie y el que quienes les apoyen serán condenados a pilas de leña verde. 

Los trabajadores de DIANA son los que hoy sufren esos vejámenes y es “que el silencio del poderoso es la ofensa del poderoso”.

A los trabajadores de DIANA se les acosa, y según algunas informaciones, se le ha llegado a pasar a los hoyos o calabozos del SEBIN, heredero directo de la antigua y tristemente célebre DISIP.

A veces −en medio de mis soledades− me pongo a sacar cuentas y a ver la historia en el techo que está sobre a mi cama. Sí, algo así como “el cinematógrafo”… aquella pared de la que hablaba Julius Fucik en REPORTAJE AL PIE DE LA HORCA. Y entonces pienso: ¿de dónde vendrá el ministro Osorio? Imagino por su manera de expresarse que viene de un hogar humilde, igual que el mío y el de los trabajadores de DIANA. La diferencia es que mientras él fue retirado de ese ministerio por el Presidente Chávez del cargo que él detentaba por la pérdida de miles de contenedores de alimentos, los trabajadores de DIANA seguían produciendo. Y siguen produciendo, y OSORIO − ¡y esta vez con mayúsculas!− decide castigar como caporal de hacienda, a unos trabajadores que le dan clases de eficiencia y de capacidad, y envía a unos esquiroles del proceso a administrar una empresa de la que no forman parte. Y comienza a disparar miedos y dolores como un personaje de terror, pero en la vida real.

El conflicto de DIANA es un conflicto de un agente de la burocracia en contra de los trabajadores, y sería muy perverso, indigno, cruel e infame que un burócrata más intentara colocarnos en contra de los trabajadores y de trabajadoras que han evitado el desabastecimiento de grasas vegetales. No imagino al OSORIO −¡y nuevamente en mayúsculas!− paralizándole las cuentas a la POLAR, o gritándole a la familia Mendoza, o negándole una reunión a un gerente de Harina Pan. Él sabe que no es así, y que ante ese poder el miedo cubriría sus espaldas, y tampoco enviaría un agente provocador a decir frente a alguna empresa del grupo Mendoza que sus trabajadores no la pueden hacer andar.
¡Qué cosas…! ¿Y dónde quedaron aquellas consignas en las que se hablaba de “los pata en el suelo”. Nada más lejos que el insulto del Caporal Osorio que frente al dueño es humilde, y frente al humilde se comporta como amo.

Al final y al principio, los y las trabajadoras de DIANA son gente decente y los cambios sí, todos los cambios requieren una dosis muy elevada de decencia. Anotarse nuevamente con los humildes es una decisión personal. La vida de la humanidad recorre nuestra memoria y espero −aunque lo veo imposible− que OSORIO reflexione y comprenda que por encima de la obediencia debida, está la ética y el respeto al valor de los ajenos.

Pocas veces vi tanta prepotencia de un humilde hombre, frente a miles de hombres humildes. Me conmueve el valor de los trabajadores de DIANA y debemos saber que en la revolución es una acto cotidiano −y no un cargo− no importa los oropeles con que esté vestido.

Hace muchos años leía a un texto de un chino que cambió los destinos de su país, que decía: “El imperialismo es un tigre de papel”. Osorio no llega a gato, y su palabra sólo son maullidos desesperados de un gato en un tejado caliente. Yo me sumo a la lucha de los trabajadores de DIANA. Un sólo empaque de Margarina que sale de las líneas de producción de esa empresa, vale más que mil cuentos de un ministro que no sueña y que sólo es encargado de fabricar pesadillas para la “Gente Que Trabaja y Lucha”.


Parafraseando a Alfredo Maneiro y para no irme muy lejos, estoy seguro que hoy Alfredo Maneiro estaría reunido con los trabajadores de Diana, buscando salidas y encontrándolas, donde otro sólo coloca candados y cierra puertas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario