viernes, 9 de agosto de 2013

La acumulación capitalista (algunas de sus formas) que deja a las mayorías en taparrabos.


Suena la guarura en el litoral oeste de La Habana...


Por Víctor Andrés Gómez Rodríguez


"...socialismo tiene que significar socialización del poder y socialización de la propiedad. O, para decirlo en un orden de prioridad: socialización de la propiedad y socialización del poder."

                                     Jorge Luis Acanda González.




A pesar de Fúrsov[1] no hay vuelta atrás; desde hace tres décadas el acopio de plusvalía capitalista es parasitario. Y deja a las mayorías como dios las trajo al mundo.

Venezuela siempre tuvo petróleo, sólo que a partir de la lógica de esa acumulación (parafraseando a Evo Morales), de la boca del pozo hacia adentro ese recurso natural era del pueblo. De la boca del pozo hacia fuera era de las transnacionales imperialistas’; con algunas sobras para la oligarquía local. El “puntofijismo” fue un entuerto de la dominación política venezolana con que legitimar la ratificación esa parasitofilia; al rentismo improductivo que enalteció los esfuerzos en la aplicación del neoliberalismo a través de otro entuerto “académico”: la economía neoclásica que se autopromueve como al margen de la política. Sobre todo al margen de la lucha de clases. No importaban los muertos, las masacres, la represión, la hambruna; los “sueños” de la gente humilde contemplando con una roña que provoca la incertidumbre, la emulsión negra fluir de las torres hacia los barcos en el puerto. Era, el espectáculo inconmensurablemente rapaz de la operatividad de ese acopio parasitario de plusvalía.

La primera rebelión contra el neoliberalismo fue encabezada por Hugo Rafael Chávez Frías y su movimiento, el 4F. ¿La consecuencia? Una Revolución Bolivariana que le erizó todos los pelos a esa acumulación imperialista. ¿Recursos del pueblo? Solo de la boca de esa acumulación para “abajo”. El suyismo histórico, no podía permitir que expropiasen a la oligarquía cancerbera del acopio al servicio de la hegemonía angloestadounidense; al “pecado” que manifiesta el cambio social radical. Es decir, el asalto masivo a la propiedad privada burguesa, que se protege en un derecho liberal a la cañona. Debe observarse con minuciosidad, que dicha acumulación hacia el rentismo improductivo no se expresa, precisamente, en la recolección de “cosas” como el petróleo, auto, calzoncillos, pantalla plana o aspirinas; sino en el “derecho” por parte de la dominación imperialista a una plusvalía a costas del trabajo ajeno. A vivir del sudor del lomo del otro o los otros.

¿En qué trabaja, de qué vive la ultraderecha? De gestionar y mantener la garantía a su rentismo improductivo. ¿La malversación, ocultar la comida o los artículos como el aseo, la venta a sobreprecio de los autos, las “protestas” que atentan contra la paz social, los chismorreos subversivos con el gobierno angloestadounidense para conspirar contra Venezuela y contra la integración, en soberanía, latinoamericana; joder la pava sin compromiso social ni ética? No son sino gestiones con que recuperar a la operatividad de esa acumulación parasitaria de todo lo que sea o pueda llegar a ser capital.

No importa que le hagamos homenajes a los héroes de nuestros procesos emancipatorios, les tiene sin cuidado que nos consideremos los más honestos del planeta en medio de una hambruna feroz y explotados, que llevemos a debate la situación insoportable que provocan sus crisis. Pero, ojo, que nada de eso roce a la operatividad de esa acumulación parasitaria de capital.  Y, ojo; da la casualidad de que el trabajo, la corrupción, la dominación, y hasta las armas son modos de relación social que el capitalismo ha controlado y manipulado mediante variantes de su dominación. En el caso de Venezuela Bolivariana, trastornando a la economía interna y a la paz social. En el caso de Cuba, sometiéndola a una guerra política integral que incluye a un bloqueo terrible por más de medio siglo; ese es el oficio al que se dedica la ultraderecha global bajo la hegemonía cultural y militar angloestadounidense, a partir de que sus graves trastornos económicos le provocaron una hemorroide sistémica que le hace perder supremacía económica.

Todo lo acumulado por el capitalismo en su expansión histórica ha sido fruto del rentismo improductivo que implica el acopio de capital a costilla de quienes históricamente –generación tras generación- son mantenidos en taparrabos. La cultura del capitalismo descansa en ese acopio; las manifestaciones del espíritu creador –la creación artística, de los oficios, las religiones, las cotidianidades tradicionales, la sabiduría acumulada durante siglos, de amarse entre las personas en su diversidad-, son desechadas (borradas del mapa) o aprovechadas (extraídas hacia su centro mediante una sórdida metamorfosis) en función de que sirvan a esa operatividad de su acopio parasitario de capital (asere, dinero). Que todo el mundo cante y baile pero que nadie les toque un centavo de lo robado. De ahí que la corrupción sea una herramienta eficaz con que reapropiarse de lo que por actos legítimos de justicia social, le fue decomisado. ¿Esto es muela cansona?

Hagamos un experimento sencillo. Entre en un supermercado privado o deténgase delante de la vidriera de una tienda ídem, observe lo que está en exhibición y calcule ¿cuánto de lo que hay ahí –no importa la proporción- es resultado de su trabajo, puede usted llevárselo gratis, calcular su precio justo, o rebajarle el porciento que corresponde a su aporte? El palazo del policía y las patadas en el cóccix de los custodios no se lo quitarán de encima ninguna fe de bautismo ¿por qué? Porque todo eso tiene dueño; es propiedad privada, y si usted lo quiere consumir tiene que pagar el porciento de renta parasitaria que le “toca” al propietario de esos féferes. Cuando ese cálculo se hace a nivel de gobierno revolucionario, bolivariano, chavista, corresponde un golpe de estado o un magnicidio. Tenga en cuenta que el “dueño(s)” no gastó ni una uña de su esfuerzo personal, su trabajo, en producirlo. Sencillamente le “toca” por lógica de la explotación capitalista.

Imagen, qué clase de chiveta se armaría si todo el mundo en el planeta se diese “cuenta” de algo tan sencillo. Y comenzasen a estallar procesos de cambio social radical anticapitalistas. No hablemos de manifestaciones o protestas contra Wall Street para que aflojen la tensión de la soga que nos tienen alrededor del pescuezo, ni de los gritos griegos contra la euro-austeridad; ni de la situación hispana, insostenible, donde la corona juanesca se dedica a secuestrar aviones presidenciales de parte de Obama, en vez de salir zancando y darle paso a una república democrática.  

Nos referimos a que se arme una Revolución como la venezolana con inspiración bolivariana, martiana, y chavista por anticapitalista (fíjense que aún no hemos utilizado la palabra socialista, para que algunas personas burgo-sensibles no sufran una sirimba); pero sí, socialista para el empoderamiento de la mayoría en democracia.

Pero esa acumulación parasitaria de plusvalía es una tradición secular dentro de la cultura del capitalismo. Y las tradiciones son, en no pocas ocasiones, difíciles de reajustar o desmantelar. Lo nuevo llega, por muy justo que sea, como un parto de trillizos en sobrepeso. La gente puede acostumbrarse a ser vapuleada, y “flipar” con ello. Puede ser una estupidez que uno se acostumbre a que lo que le pertenece por derecho humano sea ajeno por ventrecha de la alienación, la explotación; por obra bendita del abuso. Si mi estado de salud es mío, no puedo ir a salvarme la vista en la Misión Milagro, porque la “tradición” impone que deba pagarle a un burgués, o resignarme a quedar ciego. Uno se puede quedar ciego, sin piernas, sin brazos, ni orejas, ni cabeza, sin un ápice de vergüenza; pero la porción de plusvalía improductiva es sagrada.

Todas las pugnas, las contradicciones, los chismes, los inventos, la desfachatez por falta de ética, la insolidaridad burguesa ultraderechista; las vicisitudes de la población, los errores y tensiones insoportables de la dirigencia política bolivariana chavista. Todos los sufrimientos y hemorragias “caprilescos” o “mardocinos” no son más, en principio, que resultados de la ardua lucha de clases que se experimenta en la sociedad venezolana actual ante el desmantelamiento escandaloso de la operatividad de esa acumulación parasitaria de capital. La ultraderecha va a la Iglesia y reza; pero la real religión que profesa es la del dinero en su expresión ostentosa de rentismo improductivo. 

El socialismo se manifiesta en el poder –del pueblo-, de socializar la propiedad privada en democracia. Es decir: socialización de la propiedad y socialización del poder. Aunque caigan rayos imperialistas de punta.

En diciembre, a la hora de votar, es preciso liberar los ojos de las vidrieras y del sometimiento al rentismo y a la cultura del capitalismo. Es decir, del taparrabos.


Desde el litoral oeste de La Habana, revolucionaria, chavista y bolivariana.
08/08/2013




[1] Fúrsov, Andrei. Desmontaje del capitalismo y el fin la Época de las Pirámides. Traducido del ruso para Rebelión por Arturo Marián Llanos. Rebelión.org  26/04/2013, desde  http://www.rebelion.org/noticia.php?id=167278

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