"No podemos dejar
el conocimiento a unos iluminados que nos guíen en la lucha, porque ellos nunca
jugarán para nosotros. Hasta que los iluminados seamos nosotros" Martin Kalos.
Por Aana Caona
Emiliana, la flor de la palabra.
Leemos y volvemos a leer las últimas
declaraciones que ofrece el ministro de finanzas, Nelson Merentes hace pocos
más de una semana, y en las cuales −desdeñando las permanentes advertencias de
economistas venezolanos, no precisamente vinculados con el sector de la
oposición, sobre el fenómeno de la estanflación− anuncia que la economía
venezolana crecerá en el segundo
semestre de este año, y que ocurrirá una desaceleración de la inflación.
Lástima que el "filósofo" Pérez Pirela no nos haya
enseñado a hacer verdaderos análisis de discurso en su cotidiana programación
televisiva, y que en vieja práctica academicista de dominio del conocimiento,
pretenda seguir acostumbrando a la población a necesitar de supuestos
"expertos" para que nos "expliquen" cómo deben
interpretarse los fenómenos político-sociales y económicos del país.
Quizás si el "camarada" Pérez Pirela nos hubiese
explicado que el lenguaje intencionado opera desde dos grandes trincheras: las
del receptor, quien deduce el significado a partir de las distintas fuentes de
las cuales dispone; y las del enunciador, quién se las ingenia para ver de qué
forma envía el mensaje para lograr eficaz y eficientemente su intención
comunicacional; el ciudadano de a pie, que somos todos los que no formamos
parte del poder constituido, los que no disponemos del inmenso poder y alcance de
los grandes medios informativos, los que recibimos diariamente tanta
información noticiosa intencionada de uno y otro bando electoralmente contendor,
valoraríamos más la importancia en aumentar el número de fuentes que nos
permitiría tener una visión más integral de cualquier fenómeno que nos afecte.
Pero, ¡claro!, ¿para qué? si "el canal de todos los venezolanos" así como el gran
caudal de medios del sistema nacional bolivariano de medios públicos, nos
regala diariamente una fortalecida
programación de explicadores y expertos que nos dicen qué es lo adecuadamente
correcto pensar para que podamos dar la respuesta adecuada en la próxima
contienda electoral.
De allí también que el lenguaje económico sea uno de nuestros
flancos más débiles, de los cuales ahora nuestro ministro de finanzas hace uso
para hacer gala de una retórica centrada en conceptos macroeconómicos que
"aspiran" a ser confirmados a través del cierre del ejercicio fiscal
del segundo semestre del año, justo después de las elecciones municipales. Qué
cosas… ¿no?
Este lenguaje económico de la dominación que se fundamenta en
la escasez de fuentes de información con las que cuenta el ciudadano común,
hace énfasis en determinados temas en desmedro de otros (qué se dice, cuánto se
dice, con qué nivel de profundidad se dice y qué se obvia intencionalmente); activa
referentes que están al alcance de los colectivos sociales como el del "enemigo
externo" expresado en el sabotaje, y la especulación (que si bien existe
ciertamente y es importante dentro de la situación de crisis económica que vive
nuestro país, no han sido debidamente controladas por el Estado y no constituyen
los principales agentes causales del fenómeno del desabastecimiento y la
inflación).
En este mismo orden de ideas, el lenguaje colonizado que
emplea el discurso del ministro de finanzas hace uso de la ambigüedad y de los
eufemismos para ocultar información relevante, al tiempo que disfraza la
realidad económica que agobia al ciudadano común venezolano, con aparentes formas
de participación democrática. Es así como después de una guerra mediática,
acompañada por un discurso incendiario en contra del empresario Lorenzo Mendoza,
acusándolo de acaparamiento de los productos básicos, el gobierno anuncia que
revisaría la estructura de costos de los productos regulados con una
periodicidad de tres a cinco meses, estructura de costos que dicho sea de paso
el pueblo sabe que nunca ha sido real en nuestra vida diaria.
Y es así como el ministro, en el colmo de la desfachatez,
declara:
"Creo que es
oportuno tener un período de tiempo para estar observándolo. Esto quiere decir
que tomas una variable, ves cómo se comporta: si se comporta de tal manera de
que (sic) puede bajar un precio regulado, se baja; si se comporta de tal manera
de que (sic) debes dejarlo estable; si se comporta en función de que (sic)
tienes que hacer un incremento, lo puedes hacer. Es un problema de cómo se
mueva la dinámica económica", explicó.
¿Y de quién es responsabilidad la «dinámica económica»? se
atrevería a preguntar algún "ignorante" en materia económica. Y
quizás no falte un flamante funcionario que sostenga: De la «dinámica económica»
somos responsables TODOS, para
acusar el discurso aquel de la participación protagónica y corresponsable. El TODOS ambiguo e igualitario que actúa
como estrategia encubridora de la cultura de la corrupción y la venalidad.
¿Ha variado las formas de comunicar la información económica
que tenía la llamada cuarta república con respecto al discurso que esgrime la
proclamada quinta república? ¿Hemos logrado descolonizar el lenguaje económico?
Pensamos que lo único claro es la validación en la práctica
de un modo de producción fundamentado en una economía extractivista en la que
los conceptos de economía para la emancipación alimentaria o economía de autoconsumo,
pasaron a formar parte de una excusa discursiva para aprobar proyectos que no
hicieron más que desangrar nuestra ya precarizada economía y hacer posible una
importación descoordinada de los rubros productivos, ante una flagrante imposibilidad
del Estado de asumir una gestión económica eficiente que proporcionara una
oferta competitiva alternativa que tuviese el poder de controlar los factores
que generan el desabastecimiento y la inflación.
La solución de la actual crisis estructural que vive el
proceso bolivariano nos reclama el acercamiento al lenguaje económico, que pasa
indiscutiblemente por una lectura entre líneas que recupere todos esos factores
discursivos de los que hicimos mención: desde el énfasis discursivo de unas
informaciones por sobre otras, hasta el develamiento de la ambigüedad discursiva
que puede entrañar aquella frase sobre la "máxima suma de felicidad
posible" que proclamara el Libertador en una época en la cual comenzaba
apenas a germinar la compleja estructura de la sociedad capitalista
.
Instamos, una vez más, a que se abra el debate sobre la
situación económica del país e invitamos a todos los colectivos sociales a leer
y realizar aportes al documento de construcción colectiva ¿Qué hacer?, bajo la responsabilidad del ex ministro
de Planificación Felipe Pérez Martí, que pueden encontrar en el siguiente link:
http://laguarura-impresa.blogspot.com/2013/07/que-hacer.html
Miremos sin apasionamientos el camino recorrido y evaluemos
con racionalidad los logros y errores cometidos. Ninguno es desdeñable para
seguir la marcha, y ambos nos impulsan a aprender la lección inobjetable: No
existen soluciones mesiánicas para salir de este inmenso atolladero que pone en
riesgo el proceso revolucionario venezolano. Si es verdad aquello de que sólo
el pueblo salva al pueblo, el pueblo debe acceder a la información económica
descolonizada y construir en forma colectiva y solidaria, los mecanismos que
irán venciendo la mentalidad de ciertos "iluminados" que juegan a
nuestra ignorancia y nos siguen conduciendo por el camino del capitalismo. No
hay tiempo que perder, ni tiempo −como decía Martí− para enseñarnos los puños
entre hermanos. Necesitamos marchar en estratégica y auténtica unidad popular.
¡Qué viva el
socialismo, único sistema posible para vencer la opresión material y espiritual
que nos mantiene en miserias y deteriora nuestro ambiente humano y natural!
¡Qué viva el espíritu libertario del ser humano que siempre renace y se
sustenta de las luchas del pueblo! ¡Todo el conocimiento al pueblo! ¡Todo el
poder de decisión a las verdaderas organizaciones populares!
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