Por Gladys Emilia
Guevara
En un país en donde un proyecto de nación se sostiene
esencialmente sobre los cimientos de lo electoral, indudablemente el concepto
que cada uno posee de "unidad" difiere de acuerdo al contexto. Sin
embargo, su acepción es clara. Según el Diccionario de la Lengua Española es la
"propiedad de todo ser, en virtud de la cual no puede dividirse sin que su
esencia se destruya o altere".
La dificultad contextual en el uso de la definición – si es
cierto que es inherente al concepto o más bien se corresponde con el empleo
intencionadamente ambiguo o inconsciente que hacemos de ella− nos ha venido
acarreando a los venezolanos no pocas dificultades, obligados como parece que
estamos a "seguir" un "legado", a recibir una fulana
"herencia" dejada por el fallecido Presidente Chávez.
Y de acuerdo con estas fáciles consignas mediáticas a la que
nos tiene acostumbrado el discurso politiquero del siglo xxi, pesan como una
piedra en el cuello en plena marea alta aquellas últimas palabras del "Líder
Máximo", del "Comandante Eterno" del "Gigante
Supremo", poco antes de marcharse para ser sometido a las últimas
intervenciones médicas que lo condujeron inexorablemente a la muerte…
Por ello hemos querido construir en forma pragmática, un
elemental abordaje lingüístico de estas últimas declaraciones presidenciales, y
adelantar algunas cuantas preguntas generadoras de reflexión en torno a las
implicaturas del concepto y el deliberado uso que se hace de él para la
desmovilización de los movimientos sociales en Venezuela. Esos movimientos que
son y serán los únicos capaces de encarnar −en su entramado armónico− la
"herencia histórica" del pueblo venezolano en función del logro de
una sociedad más justa e igualitaria.
“Patriotas de Venezuela, hombres y mujeres, rodilla en
tierra. ¡Unidad, unidad!, ¡unidad de los patriotas!, esa debe ser nuestra
divisa. No faltarán los que traten de aprovechar coyunturas difíciles para
mantener ese empeño de la restauración del capitalismo, del neoliberalismo:
¡No!, no podrán”, puntualizó el Presidente.
En este primer uso del concepto de
unidad, observamos dos aspectos importantes: el primero de ellos es el que
sostiene que el capitalismo y el neoliberalismo han sido aniquilados, y que
existen unos "anti-patriotas" que pugnan por reeditarlo. Evidente
falacia.
Trataremos de no discurrir demasiado
por ese otro concepto excluyente de "patriotas" que definitivamente
pone en la acera del frente y califica de enemigo a todo aquel que pudiera sentirse
inconforme con las desastrosas gestiones a los que nos acostumbró el gobierno
chavista, o sostener una lucha frontal contra las manifestaciones del
"capitalismo" y el "pensamiento neoliberal" dentro del
poder constituido, e incluso, dentro del poder constituyente en Venezuela.
No obstante, es a partir de este
indicio lingüístico que observamos el segundo aspecto esencial en la definición
de la unidad que reclama el entonces Presidente: la unidad es una manifestación
colectiva disciplinaria ante las coyunturas sociales. La misma que debía
mostrar el pueblo frente a los hechos "sobrevenidos" y que
necesariamente tenía que venir acompañada por un lenguaje militar y
verticalista que se naturalizó entre nosotros: ¡Rodilla en tierra con el
Comandante! Genuflexión automática para poder vencer al supuesto
"enemigo". Ese que bien podía ser Capriles Radonski, María Corina,
Machado, Henry Ramos Allup, Ismael García… o la vecina del primer piso:
generosa y atenta con todos sus vecinos, pero aliada de cualquier candidato
electoral −por idiota que pudiera parecer− capaz de hacer posible la salida del
chavismo de la Silla de Miraflores. Todos ellos juntos, menos el enemigo que
nunca nos permitieron ver en las filas del chavismo −ya sea dentro de los
funcionarios públicos venales, los "empresarios socialistas" o en la
ladina y miserable actuación de algunos voceros de consejos comunales que
emplearon su "radio de acción" para corromperse y facilitar la
corrupción de sus allegados− y por lo que su solo señalamiento podía
acarrearnos el calificativo de contrarrevolucionarios.
“Tenemos Patria, Venezuela ya no es la misma de hace 20
años, tenemos un pueblo, la Fuerza Armada, la unidad nacional. Si en algo debo
insistir en esta nueva batalla es, fortalecer la unidad nacional en todas las
fuerzas populares, en todas las fuerzas revolucionarias, la unidad de toda la
Fuerza Armada, del Ejército, de la Marina. Digo esto porque los adversarios,
los enemigos del país no descansan ni descansarán de intrigas, de tratar de
dividir, y sobre todo aprovechando circunstancias como éstas. ¿Cuál es nuestra
repuesta?: ¡Unidad, unidad, unidad! Esa debe ser nuestra divisa”, resaltó.
El Presidente hace varias
afirmaciones ambiguas: "Tenemos patria", "tenemos un
pueblo", "tenemos una Fuerza Armada… "unidad nacional". Y
luego del uso de estos términos, de inmediato advierte la necesidad de "fortalecer la unidad nacional" en
esa conexión cívico-militar que caracterizó sus períodos presidenciales. Unidad
que por cierto nunca logró convencer, por ejemplo, a los colectivos sociales
campesinos que adelantaban acciones radicales en la toma de tierras
improductivas, ni a los obreros que hacían suya la palabra socialismo en el
avance hacia el control obrero de las fábricas, ni a nuestras diezmadas
comunidades indígenas que pugnaban por hacer realidad el artículo 119 de la
Constitución que consagraba como suyas las tierras que ocupaban sus ancestros.
Según el fallecido líder
bolivariano, hace veinte años no teníamos "patria" porque no
contábamos con la cohesión popular ni con su nexo real con el estamento
militar. Pero… ¿Es que hoy podemos ser tan incautos como para creer que dentro
de ese cuerpo castrense no se libran complejas batallas por el control del
poder político y económico del país? ¿No han sido los militares quienes más
beneficios han tenido dentro del gobierno chavista? ¿Puede el "espíritu
imborrable" del Presidente ser barrera para que en ese entorno militar no se
revelen los más mezquinos intereses personales? ¡Frágil y endeble unidad esa
que no se construye en torno a un proyecto de acción compartido y eficiente, en
el cual todos obtenemos beneficios y confirmamos en el día a día, la supuesta
"bondad" de la "alianza"!
“El PSUV, los partidos aliados, el Gran Polo Patriótico,
las corrientes populares, revolucionarias, las corrientes nacionalista:
¡Unidad, unidad, unidad!” –agregaba el Presidente Chávez.
¿Unidad del pueblo con los partidos
políticos? ¿Unidad del pueblo con la cooptación mil veces reeditada del PSUV?
¿Y es que podemos hablar de "unidad" cuando los integrantes de un
cuerpo social no sincronizan armónicamente sus objetivos en función de la transformación
de nuestras injustas estructuras económicas y sociales, y paradójicamente
reproducen el mismo sistema verticalista y corrupto que dicen combatir? Hasta
el mismo Presidente Chávez dijo alguna vez en uno de esos tantos "regaños
mediáticos" a los que nos acostumbró en su mandato: "Con un partido
así (refiriéndose al PSUV) yo no voy ir a ninguna parte…" De lo cual
inferimos que la unidad que nos reclamaba, es simplemente la unidad mayoritaria
necesaria para lograr triunfos electorales que puedan mantener a quienes nos
gobiernan en los mismos puestos de poder, y con enroques sucesivos de acuerdo a
la inoperatividad que muestren en cada ámbito.
Sus palabras nos conminan a hacer
causa común con los partidos aliados del polo patriótico y con el PSUV, quienes
actuaron siempre como aparato electoral y convidados de palo en materia de
discusión de los temas de trascendencia político-social, y quienes jamás
alertaron contundentemente sobre la política económica equivocada que se
aplicaba y se aplica en el país, y que tiene un saldo terrible en el
desabastecimiento interno, la inflación e hiperinflación que nos azota, las
continuas devaluaciones, el déficit del sector público, la creciente
precariedad de la capacidad manufacturera y agrícola en la estructura
productiva, el aumento vergonzoso de la fuerza laboral en el sector público, el
empeoramiento de las empresas productivas, industriales y agrícolas del país…
Extraña unidad esa que nace de la
complicidad y el silencio.
“Decía Bolívar: Unámonos o la anarquía nos devorará. Sólo
la unidad nos falta para completar la obra de nuestra regeneración”− refiere Chávez.
¡Ojalá alguna vez sepamos qué significa la anarquía y
logremos que nuestras estructuras neuronales y nuestra configuración mental
alcancen un funcionamiento idóneo y suficiente como para poder autogobernarnos
y no pretender erigir por encima de nuestras cabezas, principios de autoridad
que nos conviertan en autómatas, robot o enajenados incapaces de cuestionar la
realidad y el engranaje social y capitalista
que nos condena a ocupar roles y funciones determinadas por un marco
institucional desgastado y desgastante!
Nunca escapamos al poder desvirtuante que generan estas
frases tomadas al vuelo, en contextos y perspectivas contextuales diferentes,
ni del uso manipulado de términos que tratan de neutralizar el poder creativo
de los seres humanos en la búsqueda de su propia esencia. Hábil estrategia para
descalificar el esfuerzo de libertad que siempre acompaña a la especie humana,
pero que paradójicamente siempre encuentra un adversario dominante y más fuerte
dentro de su propia especie para conculcar cualquier iniciativa emancipatoria.
De la cita "aplastante" que hace Chávez de las
palabras de El Libertador podemos
inferir: "Toda discrepancia en el seno del chavismo, es anarquía. La
anarquía es el desorden, el escenario perfecto para que "entre" el
"enemigo" (que siempre es externo). En conclusión: aunque no me
gusten los síntomas de la enfermedad, ni sepa objetivamente cuál es el
verdadero origen del mal, me resteo con el Comandante y con su
"legado". Vamos a ver cuál es la próxima línea a seguir… ¿Solidaridad
con Snowden? ¿Solidaridad con un ex miembro de la CIA? Si Maduro lo dice, así
ha de ser porque él es el "hijo de Chávez" y Chávez no pudo
equivocarse cuando nos pidió que lo eligiéramos como "conductor" de
un autobús que ahora no sé bien si decía cuando lo tomé: "Circunvalación
al Progreso" o decía "Socialismo".
Pero volvamos a la definición que nos da el DRAE y a ese
sentido de indivisibilidad de la esencia que ese líder excepcional −pero no
superior ni equivalente a su pueblo, que se llamó Hugo Chávez− nos recomendaba
como pauta de acción cívico-militar. ¿Formamos realmente ese entramado armónico
que reclama unos hilos equilibradamente distribuidos y que nos ubica a todos en
el mismo plano de necesidad de cada enlace y
de cada hebra que la madeja entraña?
El pueblo como trama, el pueblo como tejido que reclama unos
hilos paralelos y entrelazados, transversales a la urdimbre que cohesiona y da
vida a esta tela centenaria que llamamos Venezuela, pero que se consolida no
sólo de la suma de sus partes, sino de las relaciones con las cuales está
construida. El pueblo como unidad no ya
en la lógica del poder de las dirigencias, sino en la estrategia de lucha de
los colectivos sociales decididos a revertir el conjunto de causas que
mantienen un determinado y miserable orden social que perpetúa la explotación
del hombre por el hombre.
En ese escenario crítico y complejo soportado por una
dinámica capitalista, el mandato de unidad es una exigencia encubridora en la
medida en que desmoviliza la acción transformadora del pueblo y la ata a las
anquilosadas instituciones que perpetúan el burocratismo y la corrupción. La única unidad posible es la del pueblo en
lucha, que de avanzar en el logro de una conciencia verdaderamente
revolucionaria, no sólo hará alcanzable el logro electoral que reclama esta
democracia de show y de campaña mediática, sino el cambio profundo y sin retorno
de las estructuras económicas que niegan la posibilidad de cualquier tipo de
independencia y nos hacen cada vez más vulnerables al juego mortal del
pensamiento neoliberal y burgués.
La unidad nacional, la unidad política del poder, la unidad revolucionaria, se trata de un confusión en que nos hemos entrampados desde el momento en que logramos acabar con la cuarta república. Es muy llamativa ese llamado a la unidad hecha por Chávez al final de su vida, en todo caso refleja perfectamente esa misma confusión. ¿A qué unidad se refería?. es muy posible que ni el mismo sabía de que estaba hablando ya que era el símbolo de la unidad de estas tres partes contrapuestas: la nación disuelve su unidad en sus desigualdades inherentes, el poder se unifica desde sí mismo guardando una unidad interna siempre en tensión y sobretodo si hablamos de una situación revolucionaria. la unidad revolucionaria es entonces el problema pero para ello se necesita un referente de esa misma unidad que Chávez quizo ubicar alrededor de sus secretarios que vendrían a ser sus sustitutos naturales, guardianes del chavismo, y de la revolución. Es allí donde se equivoca por completo, la unidad burocrática jamás "representa" una revolución y de social allí ya ha empezado a madurar su primera y profunda crisis interna. El principio planteado por Gladys de la unidad del pueblo en lucha, más allá de héroes y cantares mediáticos, es entonces fundamental seguir desplagándolo no solo como concepto sino como práctica y horizonte estratégico para los tiempos que vienen.
ResponderEliminar