Por Víctor Andrés Gómez Rodríguez
“El
área imperial del sistema se degrada y al mismo tiempo intenta degradar,
caotizar al resto del mundo cuando pretende controlarlo, superexplotarlo. Es la
lógica de la muerte convertida en pulsión central del capitalismo devenido
senil y extendiendo su manto tanático (su cultura final) que es en última
instancia autodestrucción aunque pretende ser una constelación de estrategias
de supervivencia. Cada paso de las potencias centrales hacia la superación de
su crisis es en realidad un nuevo empujón hacia el abismo.”
Jorge Beinstein.
Vivimos
la hegemonía capitalista del parasitismo financiero, del acopio de
capital sin compromiso con los asuntos y problemas sociales; garantía de
plusvalor para el rentismo privado burgués.
Para las personas sin conciencia política desde discernimiento crítico
–volumen sustentable de cultura general-, un cambio radical en la reproducción
social (una Revolución), como el que se experimenta en la Venezuela Bolivariana
y chavista, en los primeros momentos equivale –desde la memoria de la cultura
del capitalismo-, al acceso en el acopio de “cosas”. Para quien la percepción
se queda “trabada” en dicho acopio, se abre el camino expedito a la asunción
del rentismo como el “acto” esencial de justicia social.
Los valores que deben soportar al cambio radical y su avance ocuparán un
lugar prescindible; los ojos no se despegarán de las vidrieras en la idea de
consumir hasta el hartazgo como sustituto del buen vivir en condiciones dignas[1]
saltando de allí hacia las noticias de primera plana en diarios como El
Nacional, donde el aniversario del nacimiento de Simón Bolívar es sustituido
por la “noticia” del nacimiento de un heredero de la rancia e improductiva
monarquía del United Kingdom. Así irá la ultraderecha burguesa rebanando
la mollera de la gente simple hasta desviar su noción del sentido hacia el
mundo unipolar capitalista; aunque lo de unipolar a veces se perciba como un
“apellido” si la dominación no interviene en el acto de sometimiento. Se
concibe a esa renta como un sentido de la vida, y no un modo de vivir del
trabajo de otros.
En la confrontación crítica entre grupos que se denominan a sí mismos
revolucionarios comienza la “fajazón” a por la porción de poder que les permita
acopiar –malversar, estafar- la mayor cantidad posible de plusvalor ajeno, que
implica perjudicar a la defensa del proyecto bolivariano y chavista diluyéndolo
en el “anglo-chocolate” de la autodestrucción del sistema capitalista. La
Revolución es visualizada como un mapa saturado de manchas; imperfecta, casi
imposible de materializar. “Mi parte” del acopio rentista circunstancial
peligra en cada acto de justicia social o de exigencia de un acto de justicia
social para la distribución equitativa, que no igualitarista, del plusvalor de
la producción social. Si la mayoría, los obreros, los movimientos sociales, la
gente históricamente machacada, no se “pone” el poder revolucionario en la
cabeza, pasa la ultraderecha, les mete un cuento chino y les quita el poder
como si un sombrero; y se lo cambia por el del sometimiento pacificado. Cada
vez que éstos discuten por una diferencia de criterios, puntos de vista,
posiciones circunstanciales de manera cruenta, o extiende su mano para el
saludo con el puño cerrado, hacen improbable el consenso imprescindible para
que la Revolución avance, sin tener en cuenta, que las contradicciones y su
análisis con solución crítica son el combustible esencial del mismo proceso.
Todas las revoluciones del siglo veinte aportan una cantidad tan grande de
experiencias en ese sentido, capaz de llenarle la cabeza de chichones al más
avezado de los revolucionarios. La diversidad y la contradicción son
ineludibles, sin ellas no se puede cruzar ni al paleolítico inferior.
Es necesario promover que el instrumento más eficaz que
utiliza la dominación imperialista es esa “fajazón” al interior de los
movimientos sociales y las revoluciones. ¿Quién puede creer, que realmente la
ultraderecha posea casi la mitad del país en cantidad de votos electorales? Ni
en el sueño más delirante de un Ronald Reagan con Alzheimer; un porciento no despreciable de la gente humilde
beneficiada por la Revolución Bolivariana y Chavista, votó con sus ojos en las
vidrieras de la ultraderecha local, en un mal discernimiento de que con Maduro
“que no es Chávez” el grifo por donde “fluyen” las “cosas” para acopiar se
cerraría, sin un camino que lleve a materializar la aspiración de un
aburguesamiento “revolucionario”. Es decir, el poder de vivir de una renta
improductiva con una gorra chavista puesta mientras esté de moda.
El
socialismo es una transición, no un fin en sí mismo, pregúntenles a las
personas desempleadas y en estado de indigencia en la Europa del antes
“socialismo real”. La autodestrucción capitalista se disimula muy bien detrás
de esas “fajazones”. Porque estas impiden la realización de los proyectos de
emancipación social, y mantienen a la gente dentro de la lógica del sistema
imperialista. “Nosotros estamos en crisis, pero el socialismo es un soporte del
terrorismo mundial”. Y de esa manera conservan el “seso” social tupido,
refuerzan a la ultraderecha global; y a los individuos lejos de la verdad. El
capitalismo no puede vivir sin nosotros sometidos, sin machacarnos todos los
días hasta hacernos puré de talco. Ni sin la “risita” agradecida que les
lanzamos cuando votamos por ellos con las pupilas cosidas a sus vidrieras.
Nuestras
manifestaciones populares, la constante lucha cotidiana en la que estamos
concentrados, la búsqueda de soluciones a nuestros problemas sociales y
particulares, los sueños –que todos los tenemos-, por realizar, serían bagazo
de caña si están soportados por algún referente de ese rentismo –burgués-
improductivo que legitima el vivir del trabajo de otros, y de la búsqueda
constante de poder o podercillo que lo garantice. No hay peor yunque que el que
recibe golpes del mismo martillo sin forjar lo útil para todos. En este caso
somos el yunque, y el imperialismo el martillo; o somos el yunque o el martillo
y uno de nosotros mismos hará las veces de una cosa o la otra con el objetivo
de evitar el consenso en la diversidad que conserve a salvo al proceso
socialista. La dominación imperialista no puede vivir sin nosotros dándonos
martillazos para la sumisión al sistema unipolar, para que si en caso de que en
el capitalismo no se pueda vivir, sin él tampoco.
Los
valores sociales imprescindibles al socialismo en democracia y con justicia
social no son “cosas” por acopiar, sino el cimiento del sentido de la vida que
garantice que todos vivamos como seres humanos, contra un mundo en que cual la
mayor parte de la humanidad sobra. Le nació un vástago a la corona británica,
la noticia se convierte en la “led” de toda la prensa burguesa. ¿Cuántos
niños, cuánta gente es asesinada por los genocidios de la guerra interminable
capitalista?
Evidentemente
a la revolución pacífica en Venezuela le va quedando poco de “pacífica”; la
ultraderecha se encargará de recordárnoslo bien cuando nos liemos entre
nosotros mismos en “fajazones” inútiles, y nos sorprendan con otro golpe de
estado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario